EL OTRO visitó el “17 de abril”, uno de los barrios más vulnerables del departamento de Guaymallén que aún no logra recuperarse del temporal del martes. “Entre los ruidos de la tormenta se sentían los llantos, los piedrazos eran fuertísimos, se sentía llorar a los niños”, narró con impotencia Enzo Vega, quien encabeza la Asociación Civil Sociedad y Fuerza. Frente a un Estado ausente, apelan a la solidaridad.

Fotos: Coco Yañez

“A las siete de la tarde más o menos (del martes) comenzó a verse el cielo negro, al rato empezó a caer piedra, pero sin llover. Fueron cinco minutos y después se descargó todo: lluvia, piedra…” Así comenzó la narración que compartió con este medio Enzo Vega, uno de los tantos dirigentes populares que, con compromiso y solidaridad, hacen que la vida de sus vecinos no sea tan dura.

Vega encabeza la Asociación Civil Sociedad y Fuerza del barrio 17 de abril (ex “asentamiento” Félix Suárez). Excluidos de las políticas públicas y sumidos en la pobreza, allí se organizan 70 familias -desde hace un año- para asegurarse el derecho elemental a la vivienda. En el lugar, poco a poco, vecinos de barrios aledaños construyeron sus casas con los materiales que tenían a la mano, ahorrando “puchitos” de dinero que invirtieron en ladrillos, cemento, nylon y chapas.

Vega, trabajador de la construcción, entrenador de fútbol infantil y dirigente social.
 

La vida en el 17 de abril es muy difícil, debido a la carencia de servicios y recursos básicos, la exclusión social y la indiferencia del Estado. Aunque se torna mucho más crítica cuando se pone crudo el invierno o hay inclemencias climáticas. La del martes fue una de esas noches de terror.

“Entre los ruidos de la tormenta se sentían los llantos, los piedrazos eran fuertísimos, se sentía llorar a los niños, no sabías de dónde eran y por qué era. En el medio de la oscuridad y la inundación no te quedaba otra que quedarte en tu casa, porque no podías hacer nada. La impotencia que te daba no poder hacer nada… porque, primero no tenías las herramientas y, segundo, porque no podías salir a los lugares porque no te lo permitía el agua, el barro…”, recuerda Enzo Vega, mientras nos acompaña a recorrer el barrio.

“De la Municipalidad no ha venido nadie”

Gabriela vivía con su esposo y sus hijos en una habitación precaria en Luján de Cuyo, hasta que ésta se vino abajo. Fue entonces que decidieron trasladarse al barrio 17 de abril de Guaymallén. “Allá no tenía mi casa propia, era una piecita nomás de adobe que al final se me cayó. Nos vinimos a la casa de mi suegra y después empezamos a hacer la casa acá”, cuenta Gabriela al tiempo que rescata las cosas buenas de este lugar que los de afuera llaman “villa” y ella reivindica como “barrio”. “No nos fuimos nunca, acá es cómodo porque tenemos el centro de salud cerca, vecinos que nos ayudan, que son buenos, mis hijos ya se han acostumbrado a ir a la escuela de acá”.

Esta madre, a quien a pesar de estar viviendo una desgracia no se le va la sonrisa de la cara, tiene cuatro hijos. Una de ellas, Sofía, se nos acerca y describe su vivencia del martes: “Estábamos jugando y un señor pasó y nos avisó que venía la lluvia y me dio como miedo. Estábamos jugando con mi hermanito y mirábamos siempre para el suelo”.

Es que todo fue muy abrupto, inesperado. “Yo estaba escuchando música normalmente –narra Gabriela-, era como un día normal. Vino un vecino y me dijo: ´Doña meta los niños adentro porque va a caer granizo´, los metí y justo llega mi marido corriendo y me dice: ´Gorda, andate para la casa de mi mamá´. Ellos (por los hijos) salieron corriendo, yo agarré el bebé y salí corriendo también y, no alcanzamos a llegar a la esquina, que empezó a caer el granizo. Mi marido se quedó aquí con mi cuñado, sacando las cosas para que no se fueran a romper, pero alcanzó a sacar el equipo de música nomás, los útiles de la escuela, mercadería, pañales… quedaron”.

El techo de la casa de Gabriela era de palos y nylon, pero el granizo sólo dejó los rollizos. Ahora lo están reconstruyendo, mientras la suegra de Gabriela -que vive a tres cuadras- cobija a su familia. Estos días han podido comer gracias a la solidaridad de los vecinos. El esposo está reconstruyendo el techo con cañas pero no tienen chapas ni nylon para taparlo y, obviamente, debe salir a trabajar para ganarse unos mangos.

La madre de una fortaleza invencible nos cuenta que ella administra lo que cobra de la Asignación Familiar de sus hijos y que tiene unos pesos todavía. “Con las palabras de aliento que nos ha dado el Enzo en principio nos estamos apoyando, pero de la Municipalidad no ha venido nadie, nadie…”, dice Gabriela diferenciando lo claro de lo oscuro.

El largo vendaval

La casa está rodeada de choclos puestos al sol para que se sequen. Allí vive Don Mansilla con sus hijos y la familia de su hija. Es agricultor, tiene una chacra de zapallos en El Pastal (que afortunadamente zafó de la tormenta) y desde el año pasado viene construyendo su vivienda con sus propias manos.

José nos cuenta cómo fue la noche del desastre: “Estábamos aquí adentro cuando sentimos el ruido, y digo ´los nylons se van a hacer pedazos´. Nos hemos metido adentro y empezamos a pechar con un palo el techo, porque se hacía una bolsa con el granizo, pero después se hizo un boquete en los nylons y ya se mojó todo, ya no había más camas, nada, el agua entraba por todos lados. No sabíamos que hacer, nos metimos los seis adentro de la camioneta hasta que pasó la lluvia. Todo estaba oscuro, se cortó la luz ahí nomás”.

El vendaval duró 45 minutos. El agua dentro de la habitación se acumuló hasta la altura de las rodillas. Todo está mojado todavía. Actualmente duermen sobre los colchones tapados con el mismo plástico que hasta el martes fue techo. La solidaridad de la familia y conocidos permitió que pudieran comprar unas chapas para hacer uno nuevo, y así esperar mejor a la próxima tormenta.

 “Nadie vino del gobierno, veíamos en el noticiero que ayudaban a otros y dijimos qué raro que aquí no vienen”, se preguntó con inocencia una de las hijas de Don Mansilla. La chica se gana parte de la vida vendiendo papas fritas en la Feria Popular de Guaymallén.

Va cayendo la tarde, las nubes cubren el barrio. Enzo Vega nos dice que los chicos han quedado atemorizados, que tienen mucho miedo de que vuelva a llover, que son miles de personas las que están desamparadas en Guaymallén, que necesitan ayuda solidaria del resto de la sociedad… y en un momento de charla se quiebra: “le estoy fallando a mis vecinos”, solloza con los ojos desbordados de dignidad, eso tan ausente en los funcionarios que todavía les dan la espalda.

 


Colecta solidaria

La Asociación Civil Sociedad y Fuerza está realizando una colecta solidaria. Necesitan urgente: chapas de zinc, nylon, cemento, alimentos no perecederos, leche en polvo o larga vida, ropa, colchones, sábanas, frazadas y pañales.

Las donaciones se pueden acercar directamente a la calle Félix Suárez, manzana 1, lote 2, del Barrio 17 de abril (ex asentamiento Félix Suárez), de Guaymallén.

Contacto: Enzo Román Vega, celular: 2616123993, facebook aquí.