Laura Monllor ofrece sus productos eróticos en reuniones de tupper sex o talleres para todos los públicos. “Muchas veces me cuesta que las personas se den cuenta de que no soy parte del catálogo”, reconoce con humor en esta charla con EL OTRO.

Fotos: Seba Heras

¿Cómo empezaste a trabajar con productos eróticos?

Justo hoy estaba chusmeando en mi agenda para ver cuándo había empezado… Arranqué en octubre de 2009, ya hace ocho años. Mis cuñadas me invitan a una reunión de tupper sex, era algo totalmente nuevo, me mataba la curiosidad, así que fui. Cuando llega la chica que iba a ser la anfitriona de la reunión veo que estaba con una panza gigante. La reunión fue muy amena y la disfruté, pero yo pensaba: “¿Qué va a hacer esta mujer cuando tenga a su bebé? ¿Cómo va a sostener el negocio?”.

La esperé a la salida y le hice la propuesta de que me fuera instruyendo, y así fue que comencé siendo su mano derecha y luego de un tiempo, cuando ella se embaraza por segunda vez, pone en venta el negocio y se lo compré.

¿Cómo te fuiste formando para conocer los productos y la manera de venderlos?

Es muy importante la formación, sobre todo por el léxico al que podés acceder. Las madres de las chicas que se casan suelen elegirme porque utilizo un léxico adecuado y agradable. Para ser chabacano y vulgar no te llaman. Utilizando las palabras de manera respetuosa también se puede ser muy explicativa y elegante. Hasta las abuelas terminan divirtiéndose en las reuniones de tupper sex.

Yo no soy sexóloga, he estudiado y estudio bastante, mayormente a través de internet, con bastante influencia de Alessandra Rampolla. Soy licenciada en marketing y esto tiene bastante que ver con el marketing.

Además, las reuniones también te dejan mucho conocimiento. Las chicas conversan mucho, intercambiamos experiencias, yo las asesoro cuando me preguntan y entre todas nos enriquecemos mucho.

¿Esto lo hacés más que nada para chicas?

Sí, yo apunto al público femenino, más que nada. Porque en la intimidad de una casa con amigas y familiares se sueltan más. Pueden preguntar lo que quieran preguntar. Se animan a comprarse eso que querían tiempo atrás y no podían.

Porque les daba vergüenza…

Curiosamente la mayoría de las tiendas están atendidas por varones que las hacen un poquito frías. Por eso, el hecho de estar con una mujer que las asesora es importante.

¿Cuán informadas están las mujeres con las que te reunís?

Mirá, por suerte este tema va dejando de ser tabú y cada vez hay más información disponible, se realizan talleres de sexualidad y hay espacios. Yo brindo, si el grupo accede, charlas junto a una sexóloga que evacua las dudas que puedan tener en torno a tres o cuatro ejes, para no hacerla muy larga.

Pero sí, se nota que la mayoría de las chicas está muy interesadas en experimentar el placer sexual de maneras más intensas y profundas.

¿Es real el prejuicio sobre lo caro que son los productos eróticos? Intuimos que dependerá del concepto de caro que se tenga, pero…

Depende de la contraprestación también, ¿no? Qué beneficios te genere lo que comprás. En realidad no es algo caro. Muchas veces me pasa que alguien me dice que pensaba que tenía que pagar la mitad del sueldo por el muñequito que quería, y nada que ver. Un vibrador básico está en $500, y desde ahí aumentan los precios, la calidad y las prestaciones. Hay algunos que tienen doble piel o que son pellizcables…

¿Hay industria nacional o es todo importado?

Hay industria nacional e importado. Lo importado suele ser mejor, pero no tiene mucha garantía. Justo ayer leía un artículo en el que contaban la historia de una familia que dejó la industria de los juguetes infantiles por la producción de juguetes para adultos, y les fue fantástico. Contaban cómo tuvieron que adaptar la maquinaria, pero les fue bárbaro.

¿Qué recepción tenés de las personas que no conocen nada del mundo erótico?

Hay mucho ida y vuelta porque son reuniones muy dinámicas en las que se hacen demostraciones con los productos. A veces le paso un vibrador encendido a alguien y reacciona de inmediato porque no lo conocían, lo agarran y lo pasan como una papa caliente. Hay muchas que nunca en su vida habían tenido contacto con estos productos y, sin embargo, algo se llevan.

Deben pasar muchas cosas curiosas en este ida y vuelta…

Tengo varias anécdotas. Un par de mujeres grandes, de más de sesenta años, me buscan en la casa de mi madre, cerca del Puente Olive (Godoy Cruz) donde suelo hacer reuniones, ya que no tengo venta al público en locales. Las dos señoras, viudas muy pitucas, venían a comprar un juguete. Empecé mostrándoles las cosas más inofensivas, que si te las encontrás en una cartera quizá no las reconocés. Pero ellas… ¡No, querían algo más grande! Querían un muñeco. Entonces, empiezo a mostrarles y Marta y Amanda se calzaron los lentes y empezaron a comparar muy profesionalmente. Cuando eligieron el que quería cada una, sacaron una bolsa reciclable como las del súper y metieron sus muñecos en ellas. Salieron con el bolsito bajo el brazo como si hubieron ido a comprar al shopping.

A mí me da placer poder intervenir en la sexualidad de las personas, sobre todo cuando son mujeres grandes.

¿Ves mucha ignorancia respecto de la sexualidad?

Ves de todo. Me he encontrado con chicas que luego de varios años de relación con sus novios no sabían lo que era un orgasmo, y ya se sentían realizadas brindándole placer a su pareja. Imaginate, ¡qué trabajito!

En esto tiene que ver la crianza, cómo se aborda en la familia, pero está bueno que se pueda empezar a charlar. Lo erótico es una entrada para hacerlo. Es necesario que las chicas conozcan su sexualidad y puedan explorarla.

¿Cómo se lleva tu marido con este laburo?

Tenemos un acuerdo en el que está aceptado porque es un laburo difícil que es nocturno, en el que muchas veces me cuesta que las personas se den cuenta que no soy parte del catálogo. Recibís muchas propuestas. La semana pasada en la Erótika, un muchacho se acerca y me pregunta si yo era ama de cama, y yo le digo que sí, que esa es mi marca. Medio enrevesado me propuso ser parte de un trío con su pareja. Yo le contesté, sin enojarme ni nada, que no era mi idea. Él se puso más nervioso que yo.

 


 

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