Vistamos un ensayo de Araca Aires Urbanos, una de las bandas que construye el nuevo relato del tango.

Fotos: Seba Heras

Poco antes de las 20, Gonzalo ajusta las máquinas y dispara un sample: “Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta”. Gonzalo es Chambella, tecladista de Arca Aires Urbanos. Las palabras claras que salen por los bafles, y rebotan en los ladrillos de la habitación de ensayo, tienen el tono inconfundible de Rafael Correa, expresidente de Ecuador.

Poco después de las 20, Carlos Acosta ya está en el piano eléctrico, su hijo el Guachín alza el fuelle sobre sus piernas charlygarciescas, Camilo Martínez se rodea con la batería y ajusta el sonido, mientras Fede Alma le da precisión al micrófono sobre la “f” del contrabajo, y Kathi Mansilla inspira guardando el silencio que necesitará para cantar.

Afuera el cielo es todo celeste. Adentro ya suena el borrador musical de Anagrama. “Quién subrayó el diario de hoy / el anagrama la inquisición / entre valientes que dan amor / según tu titular”, canta Khati con la letra de Juan Serén, la música de Julián Peralta y la reinterpretación de sus compañeros de Araca.

Tardaremos casi una hora en darnos cuenta de que este primer tema del ensayo abre una crónica, un relato de ciudad escrito a doce manos por los talentosos músicos de esta banda, quienes abren el juego con palabras del lápiz de Serén para llegar luego hasta un “fuego lento” de Horacio Salgán, cuando el cielo ya se ponga negro.

Suena ahora Insomnio, el tema 3 del último disco Ciudad Tensión. La narrativa se monta esta vez entre el ostinato (“el uso de un pequeño segmento musical que se repite constantemente y sobre el cual se interpreta la melodía”, dice la Academia) de Carlos Acosta y una vieja máquina que escribe desde la atmósfera que suma Chambella.

Se oye a Rodolfo Walsh, no está en carne, ni en hueso, ni en voz, pero en la teclas de la máquina es inevitable intuirlo cuando la nostalgia avanza montada en la tropa de la bata y el bandoneón de Ezequiel que hiere. Después de los hachazos del tambor, el espesor del contrabajo levanta los ladrillos de una melodía profunda que se monta al hilo narrativo de esa interminable escalera cíclica del piano. ¿Tango? ¡Música urbana! ¡Eso es!

En el patio la enredadera apretada crece en la pared, no se nota, no veremos el cambio, pero vive para arriba, como el jazmín que aún no tiene flores aunque tendrá aroma muy pronto. Dos camiones volcados, una pelota amarilla, bichos, gusanos, mariposas y una vaquita de San Antonio pintados en un muro hablan de los niños que habitan esta casa. Los dos hijos miran los dibujitos, mientras su padre Camilo debate en la sala de ensayo con Fede y Acosta (h) los arreglos de “Ni jueces ni rejas”, temazo de Acosta (p). “Pierde swing, está muy rápido, pierde onda”, opina Alma aportando a la arquitectura de la crónica.

 

“No habrá jueces ni rejas para los demás / Solo un silencio inerte como bala, como llama, como sangra”, siente Kathi, canta y siente, casi al tiempo en que resuenan aquellas palabras libres de Rafael Correa que ahora forman parte del clima de la canción. “Me cuesta un rato salir de esta letra”, asumirá después la cantante, ya con los hoyuelos que le pronuncian la sonrisa en la cara.

 

 

Al rato ensayan la “Marcha de los pibes”. “¿Yumbiado no?”, le preguntamos al pianista reconociendo la reminiscencia de Pugliese en este tango. “Algo hemos choreado”, se ríe Acosta padre y el Eze asume con su fuelle, de principio a fin, el eje del relato.

Amagamos con irnos pero “A fuego lento nos detiene”. Lo arman, lo desarman, lo tocan, retocan y desmiente que, esta historia grabada en 1955 por Salgán, no sea un tango nuevo.

Afuera, ahora sí que el cielo está negro.

 


 

Podés escuchar Araca Aires Urbanos este sábado 18 de noviembre a las 20.30 hs, en La Enoteca (Av. Peltier 611, Ciudad de Mendoza), en el marco del ciclo Tango por los Caminos del Vino, o a las 22.30 hs. en El Living (dirección por privado aquí).