Texto y fotos: Fernando Carrizo
Cobertura especial para EL OTRO

Este lunes se cumplió un mes ininterrumpido de manifestaciones masivas contra la desigualdad social y en favor de la reforma constitucional en la República de Chile. Aquel 18 de octubre Santiago amaneció en calma, funcionando con normalidad: comercios abiertos, la gente corriendo hacia sus trabajos, colectivos, taxis, bicicletas y los tacos de siempre. Pero a medida que se fue acercando la tarde, la sensación de normalidad comenzó a diluirse. Las protestas estaban por comenzar.

 

 

Este 18, a partir de las 15, la gente comenzó a concentrarse en la Plaza de la Dignidad, conocida formalmente como Plaza Italia. Dos horas más tarde el lugar ya estaba colmado. Durante el día, la represión por parte de las fuerzas especiales de Carabineros se concentró en torno a la manifestación. En esas calles aledañas el clima era más ajetreado, la gente resistía la embestida de los pacos que, por el momento, atacaban con gases lacrimógenos, avanzaban con los tanques guanacos que azotan con chorros fuertes de agua y luego retrocedían hacia su formación original. La gente seguía resistiendo los avances.

 

 

La noche del lunes llegó y el clima de protesta y celebración continuaba. La represión aún seguía en las intersecciones cercanas, hasta que las fuerzas armadas decidieron atacar a la multitud. Niños y niñas, personas ancianas, vendedores ambulantes, familias, se encontraban en la masa de gente. Comenzaron el ataque con bombas lacrimógenas y elementos antidisturbios, luego se empezaron a oír disparos de balines. Lejos de dispersar a la concentración, los uniformados se organizaron de tal manera que fuimos emboscados entre el río Mapocho y un boulevard. Los gases eran cada vez más fuertes e irritantes, se vivieron momentos de extrema tensión y miedo. Finalmente, muchos pudimos escapar.

Ayer la ciudad amaneció con cierta calma. Por la tarde el pueblo salió nuevamente a las calles.

 

 

 

 

 

No es Chile, es Mendoza