El mal pasar económico despierta en la gente la necesidad de construir comunidad para hacerle frente a la crisis. EL OTRO visitó la feria de Jesús Nazareno en Guaymallén, que se convirtió en un espacio donde las mujeres de la zona acuden con solidaridad a encontrarse y tejer lazos más allá del dinero.

Fotos: Cristian Martínez

La feria de Jesús Nazareno en Guaymallén nació a mediados de 2017 en respuesta a la necesidad manifestada por las mujeres de la zona frente a la crisis económica que atraviesa nuestro país. Este espacio funciona con la coordinación de la agrupación Soy Nosotras, que acompaña y brinda capacitación a las feriantes. La particularidad de este lugar de encuentro es que las mujeres que acuden lo hacen en principio con un fuerte sentido de solidaridad, para reunirse y acompañarse, y en segundo lugar intentar hacer una mínima ganancia para sumar a la economía vapuleada de sus familias.

Eliana Ortubia, coordinadora de la feria.

En la feria, que se desarrolla los primeros tres sábados de cada mes, se ofrece ropa usada, artículos de limpieza, panificados, productos de higiene personal, cosmética y servicios de peluquería, entre otros. La ubicación de la feria varía y se instala en distintas plazas de la zona de Jesús Nazareno. Muchas feriantes acuden no solo con sus productos sino también con su familia, el mate. Para estas mujeres la feria es un lugar de distensión más que una opción para hacer dinero.

“Estamos consolidando un grupo, un espacio que pueda satisfacer las necesidades particulares pero también las de la comunidad”, explica Eliana Ortubia Diaz, coordinadora de la feria, quien también destaca que con el paso del tiempo la cantidad de feriantes creció exponencialmente por el efecto de la crisis, pero también por una búsqueda de las mujeres de la zona que, al enterarse de que sus vecinas se acercaban a la plaza a tender un mantel para ofrecer sus productos, quisieron sumarse y ser parte.

“La feria, para las mujeres que participan, no solo tiene que ver con lo económico sino que también es un espacio en el que se sienten contenidas, se distienden y se encuentran. La idea es fortalecer eso. Muchas no obtienen ganancias, no les alcanza con lo que hacen aquí pero siguen viniendo”, dice la coordinadora. Patricia, vendedora de ropa usada, opina que “la feria te ayuda a hacer amistades, a conocer la gente del barrio, a cuidarnos. Te ayuda a distraerte, a entender que hay mucha necesidad y que podés llegar vos con lo tuyo. Ayudamos a la gente a tener una mejor calidad de vida. Más que servirnos la feria nos gusta”, explica mientras las vecinas se prueban camisas y compran medias en su puesto.

Los últimos sábados de cada mes las feriantes se reúnen para realizar un ciclo de capacitaciones que les ofrece la agrupación coordinadora del espacio: “Este año iniciamos un ciclo de formaciones en el que hemos empezado a capacitar en conceptos de economía social y solidaria, pensando el espacio de la feria como una instancia organizativa de resolución de necesidades. Buscamos afianzar  los lazos que tienen que ver con la solidaridad, el compromiso y el reconocernos como parte de la comunidad”, resalta Eliana.

Las distintas feriantes consultadas por EL OTRO coincidieron en que este espacio de encuentro es casi íntimo para ellas. La feria simboliza la unión y el cuidado de mujeres que no necesariamente llaman feminismo a lo que piensan, ni sororidad a la relación que sostienen, pero entre puesto y puesto existe una complicidad que se traduce en consciencia de que hay otra mujer cerca que también tiene la necesidad de salir a defender la economía de su hogar. Mujeres que tienden mesas y manteles en círculo, mujeres con la necesidad de reír, encontrarse, tomar el sol de invierno de la placita, ver jugar a sus hijes y guardar el puesto de al lado para la vecina que llega más tarde.

Competencia es un concepto inexistente en la feria de Jesús Nazareno y el sentido de comunidad es el producto que más circula entre las manos de las mujeres trabajadoras que se presentan allí cada sábado.

 

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