El contundente triunfo del oficialismo en Mendoza acarrea una paradoja para el gobernador, quien se adjudicó la performance electoral: erigirse en forma definitiva como el gran conductor del radicalismo y sus aliados en un proyecto a largo plazo, intentar trasladar su capital político a la carrera nacional, o sucumbir al cronómetro institucional que se inició el domingo y tiene como horizonte su sucesión en 2019. Peronismo en pretérito. A Ramón lo pusieron de titular. La izquierda que Nico nos dejó.

El rey Sol menduco

Foto: Seba Heras

El domingo, el gobernador se autoproclamó como el gran triunfador. Objetivamente, motivos le sobraban. Los enumeró en su discurso de celebración, en el que se mostró mezquino tanto con el micrófono como en el reconocimiento al esfuerzo de sus candidatos. Tampoco estuvo muy generoso con los intendentes, que remontaron varios porotos. Más parco todavía fue con la avalancha que vistió de amarillo una buena parte del mapa político nacional.

Es conocido ya este carácter personalista y tacaño del gobernador, pero cabe preguntarse por qué se agudizó en este contexto. Cualquier analista esgrimiría que a pesar del éxito y la ola de buenas noticias, se advierte un dejo de inseguridad. En términos de poder, esa realidad se materializa en incertidumbre ante los escenarios político-institucionales que se aproximan.

Foto: Seba Heras

Lo hemos mencionado y reconocido en este medio: Cornejo es un habilísimo estratega político que forjó su lugar a puro cálculo y acción. Primero domando a su propia tropa. Luego arrinconando económicamente a su predecesor peronista, lo que le redituó y aún reditúa en pesada herencia. Ya en el poder, control legislativo mediante, atacando sindicatos y organizaciones sociales, mientras acechaba dirigentes -principalmente del peronismo gobernante- a fuerza de carpetazos y billetera.

En el último proceso electoral, nuevamente Cornejo sacó la caja de herramientas. En las PASO no le fue como esperaba y apretó las clavijas. Se puso firme con el mensaje de mano dura, interpeló a sus intendentes –muchos de los cuales utilizaron nefastas prácticas-, esperó el desencuentro del peronismo y jerarquizó a la fuerza sorpresa encarnizada por José Luis Ramón, el protector.

Martín Kerchner, ¿posible delfín? Foto: Seba Heras

Otra vez le salió bien al gobernador. Defendía la gran elección del radicalismo de 2013 y aunque perdió el quórum propio en el Senado, logró la fragmentación del arco opositor y dejó nocaut al peronismo.

Sin embargo, pese a la holgura que implica tanto dato positivo, la imposibilidad de reelección pone a Cornejo en aprietos. Comenzó la carrera 2019 y deberá decidir cuál será su rol a partir de ahora. ¿Se conformará con terminar su gestión y continuar un proyecto político que le reserve sin cuestionamientos su rol de líder? ¿Probará suerte o disputará en el espacio de Cambiemos a nivel nacional? ¿O su poder y control irá menguando a medida que se acerca el fin de su mandato?

Omar De Marchi. Foto: Seba Heras

Interrogantes de difícil respuesta en la compleja trama de la política local. Por lo pronto, ya hay varios anotados en la carrera para suceder a Cornejo. Muchos de su propio palo, pero el obstáculo constitucional posibilita la reaparición de ambiciones inesperadas, además de la segura acometida del intendente de Luján y referente PRO Omar De Marchi, impulsado con fuerza por la lógica expansiva del macrismo puro.

Ni serio ni confiable

Omar Félix. Foto: Coco Yañez

Somos Mendoza, la nueva fuerza que nacía con fuerza nueva, perdió, entre las PASO y las generales, unos 80 mil votos.

Aunque la derrota estaba sentenciada desde el plano cualitativo: con una campaña mediocre en la que su principal candidato, el sanrafaelino Omar Félix, se mostró mucho más cercano en representar el desgaste de esa pesada herencia explotada por Cornejo, que de canalizar cierto vigor de renovación que marcó en un cortísimo plazo la impronta de las PASO, principalmente a través de la precandidatura de Juani Jofré, relegado a un papel secundario tras la conformación de las listas definitivas.

A la izquierda: Roberto Righi, intendente de Lavalle. Foto: Coco Yañez

La tensión que llevó a dirimir en las PASO la interna del peronismo se trasladó a la elección general, desconcertando a buena parte de su electorado primario. No porque un espacio u otro jugara contra sus propios intereses –como esbozaron algunos dirigentes de la vieja guardia-, sino que tiró hacia abajo la falta de síntesis al momento de la suma de las partes. El peronismo no ha superado la crisis de identidad producida tras 8 años de gobierno refunfuñando de Cristina, aunque colgado de su falda. Para colmo, esta indefinición también se vislumbra y derrama desde el plano nacional.

El panorama de caídos en desgracia sumó nuevos gerontes: los Bermejo, Félix y Giménez perdieron en propio suelo y, según los dogmas del peronismo, deberán relegar sus pretensiones. Esta máxima quizá incluya a Alejandro Abraham y otros operadores que, desde las sombras, son parte de una generación comprobadamente antipática para el electorado mendocino, al cual no entienden ni decodifican hace tiempo. Más en un contexto en el que las fidelidades partidarias abren paso al consumo de productos políticos y a la optimización de los canales de comunicación.

Martín Aveiro, intendente de Tunuyán. Foto: Coco Yañez

Quienes salvaron la ropa fueron Martín Aveiro, ratificando su liderazgo en Tunuyán, y el vicepresidente justicialista Roberto Righi, que hizo lo propio en Lavalle. No es casual que justamente sean dos dirigentes de otra generación. Caerá seguramente sobre ellos, y la juventud que participó de manera entusiasta de este proceso, la mochila de la renovación real que se haga cargo de este peronismo derruido.

El inflador de Ramón

José Ramón. Foto: Cristian Martínez

El gobernador reconoció el gran desempeño del Partido Intransigente, atribuyéndolo a cierta experticia del electorado mendocino de optar por terceras fuerzas, para controlar y distribuir el poder. Viejo zorro en estas lides, el mano dura omitió confiarle a su pueblo que la aparición de estos fenómenos están promovidos desde el poder justamente para garantizar el bipartidismo.

Aunque en este caso la maniobra benefició al gobernador, Mendoza tiene una rica historia –sobre todo desde la recuperación democrática a esta parte- en el desarrollo de estas verdaderas ingenierías electorales. A eso dedicaba gran parte de su tiempo Juan Carlos Chueco Mazzón: tras sus cabildeos entre las preferencias del poder real, seleccionaba su presa y dividía su electorado. En los tiempos que tras sus pasos no crecía el pasto, muchas veces se sirvió del fenecido Partido Demócrata, timoneando a sus dilectos de izquierda a derecha según conviniera.

Foto: Cristian Martínez

Surgido o no desde esa lógica, el FIT representó ese nicho (notoriamente potenciado por los medios de comunicación) con la sorprendente aparición del cordobés Nicolás del Caño.

En medio de tarifazos y malestar relativo, el contexto le dio la oportunidad a José Luis Ramón. Provisto de facha, frazadas y un discurso tan canchero como simple, el protector logró interpretar la demanda de muchos mendocinos que fijaron en su figura el cuidado de sus intereses.

En la omisión del gobernador recayó su golpe final: pasadas las PASO y previendo el ascenso del defensor de los consumidores, Cornejo le subió el precio y ganó por partida triple: referenció a muchos mendocinos en un espacio controlable; estiró notoriamente su distancia del peronismo; y en muchas ocasiones encontrará en el PI a un nuevo aliado de sus proyectos y políticas. De hecho, al ser consultado por EL OTRO, Ramón se refugió en la grieta y manifestó “no tener idea” si tendrá un rol opositor a Cornejo.

No es lo mismo atrás que en ancas

Soledad Sosa y Noelia Barbeito. Foto: Coco Yañez

El Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) tenía como objetivo principal revalidar la banca en el Congreso que Del Caño supo conseguir. La curiosidad radica en que Nico la consiguió, pero como candidato en la provincia de Buenos Aires. En Mendoza no le alcanzó al tándem Barbeito-Sosa.

El resultado del domingo dejó al FIT como la fuerza más dañada en términos de representación legislativa y deberá repensar su estrategia y acción si quiere trascender el fenómeno Del Caño. Probablemente no sea ocupando ese rol de tercera fuerza que, aunque se presenta díscola al bipartidismo, siempre termina siendo funcional.

 


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