En Las Heras, 15 mujeres de la Cooperativa “Fernanda Toledo” trabajan todos los días para sostener a sus familias y cuidarse mutuamente. En ese espacio barrial feminista construyen sueños desde abajo y, por convicción, hoy elaboran los pañuelos que simbolizan la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito.

Fotos: Coco Yañez

Soledad Barrera nos abre la puerta del taller. Adentro, Eliana Triviño termina de sublimar un pañuelo. Los saludos se suman. Nos invitan a pasar a otra habitación en la que conversan Adriana Marchionni y Melisa Ovejero, dos de las fundadoras de la Cooperativa “Fernanda Toledo”. Apuran el mate, nos convidan y cuentan cómo la solidaridad entre mujeres les permitió generar espacios sustentables de organización económica y política.

¿De dónde viene el nombre de la cooperativa?

Melisa Ovejero: El 21 de julio de 2009 fue asesinada Fernanda Toledo por el padre de sus hijos, frente a ellos. Era amiga y compañera de laburo, del barrio La Gloria, además integraba el movimiento de artistas barriales y era costurera también. Cuando tuvimos la posibilidad de nuestra propia textil su nombre fue el que elegimos, pensando en que la muerte de la Fer acercó al movimiento barrial a las cuestiones de género. Ahí empezamos a discutir las violencias a las que estábamos expuestas, y que antes no habíamos podido siquiera verbalizar, incluso con la violencia que el femicida Gustavo Calderón ejercía contra Fernanda.

Melisa Ovejero.

Transformaron ese dolor…

Melisa: Todo ese dolor se convirtió en lucha. Después de esa tristeza pensamos en este proyecto, que en principio fue mixto, incluso dos hermanos de la Fer trabajaron acá. Veníamos del movimiento barrial, de murgas, bibliotecas populares, y empezamos a tratar de verdad el tema de generar puestos de laburo para los pibes que no llegan a terminar su secundario.

Una fundación tenía máquinas industriales textiles en desuso. La llamé a Adriana, que es mamá de una amiga mía de la infancia, y le pedí que me dijera por lo menos para qué servían esas máquinas porque yo no sabía. Adriana se volvió loca y me dijo “vamos, que a esto le vamos a meter”.

Tuvimos un año y medio de lucha para poder recuperar las máquinas, después formamos la cooperativa, y luego nos fuimos a nuestro primer local en Dorrego.

Adriana Marchionni.

Adriana Marchionni: Cuando vi esas máquinas no dudé en enseñarles a las chicas cómo usarlas y de a poco pudimos avanzar todos los días. Se esforzaron muchísimo.

Melisa: En esa etapa empezamos a hacer cosas muy generales pero había que producir. Hasta arreglos hacíamos, pero no era suficiente. Por entonces llegó otra compañera que ya tenía experiencia.

Eliana Triviño: Teníamos que encontrar un producto, daba para un montón pero había que hacer algo concreto. Empezamos con alforjas y morrales. Usábamos todo tipo de reciclado, porque no teníamos para materiales, y hacíamos trabajos aparte porque era imposible vivir de esto en ese momento. Le metíamos horas de laburo y costaba mucho.

Eliana Triviño y Melisa Ovejero.

¿Hoy viven de esto?

Melisa: Sí, la mayoría vivimos de este trabajo hace casi dos años. En este tiempo previo buscamos el producto y a la par empezamos a producir juegos de mesa. En el 2014 tuvimos un empujón grande cuando el Ministerio de Desarrollo Social nos compró una cantidad importante. Hoy hacemos juegos colectivos para la educación popular, juegos viajeros y fundas personalizadas para instrumentos.

Eliana: Estos nuevos productos fueron surgiendo de las compañeras que integramos el espacio. Muchas venían de los CAI (Centro de Actividades Infantiles) y de los CAJ (Centro de Actividades Juveniles). Hacían música popular y fueron sugiriendo qué cosas necesitábamos.

 

Melisa: Hace dos años incorporamos el sublimado y la serigrafía que abrió otro mundo. Eso significó poder generar más puestos de trabajo. La idea es ser muchas. Hoy creemos que es necesario que seamos todas mujeres. Al principio no lo planteamos así, pero se fue dando, y pudimos generar un espacio de contención en el que algunas compañeras puedan venir a trabajar con sus niños o dejarlos en la escuela mientras trabajan. Tenemos compañeras embarazadas, madres solteras, de diferentes edades, pero con la misma responsabilidad.

Nuestro espacio es digno, no solo porque se valora el trabajo, también se nos contempla como personas a las que se les enferma un chico o que tienen que cuidar a un abuelo.

Soledad Barrera.

Eliana: Las mujeres de la clase trabajadora somos las que tenemos problemas para acceder a un trabajo, tenemos hijos y obligaciones, y acá se facilita que manejemos nuestros horarios, más allá de que somos estrictas en el cumplimiento del laburo. Todo ha sido un aprendizaje de autogestión y asambleas, que hacemos todas las semanas para definir qué vamos a hacer y por qué.

Melisa: De hecho una vez cayó un tipo, que sabíamos que era un violento, y no le aceptamos el trabajo porque eso ya está charlado y discutido en las asambleas.

¿Cómo ven el panorama hacia adelante?

Melisa: Creo que estamos en un momento histórico en el que las mujeres tomamos la calle y el protagonismo de la vida pública. Ahora es necesario que existan espacios de discusión, trabajo y expresión para nosotras.

Hace poco en un plenario estuvimos poniendo en palabras nuestras experiencias, y una de las cuestiones que vimos es el desarrollo que tuvimos sobre el derecho al aborto. Hoy estamos produciendo pañuelos de la “Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito”, junto con otras cooperativas, para el sur del país, Cuyo y parte del NOA. Esto no hubiese sido posible sin un consenso previo de todas. Hemos llegado a ser un espacio feminista, de laburo, pero también político.

 


 

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