Opinión | Por Lucas Ilardo*

Las tristes participaciones de Alfredo Casero en redes sociales en las que se alude al caso de la lamentable muerte de Genaro Fortunato, y que responden al pensamiento más retrógrado y rancio de nuestra sociedad, me han hecho reflexionar, no sobre la culpabilidad o no de Julieta Silva, sino en el rol que la justicia, aunque sea en su “deber ser” cumple en la sociedad. La primera conclusión a la que llegué es que la justicia es un valor, un principio rector al cual deben o tratan de ajustarse las decisiones judiciales.

Tal afirmación me llevó a pensar en una cuestión muy compleja: ¿Qué reclamamos, cuando reclamamos justicia? Aquí distinguí claramente dos miradas. Por un lado, la de la justicia como reparación social y disuasión, es decir, como aquella función que viene a restablecer el equilibrio perturbado por un crimen y disuadir a los demás de cometerlos, no por la gravedad de la pena sino por la alta posibilidad de que sean sancionados.

Otra mirada es la que ve a la justicia como objeto de venganza, el castigo al autor del delito. Y es aquí donde quienes piensan en la justicia como “venganza” nunca van a sentir que la pena está acorde con sus expectativas porque nada, ni siquiera la pena más alta de nuestro derecho penal, hace volver las cosas al estado anterior del delito.

Y en este caso puntual del que estamos hablando, una mujer, que más allá de su culpabilidad, fue expuesta involuntariamente por cientos de noticieros o magazines de tv, siendo juzgada de manera burda y anticipada por periodistas, panelistas y figuras del espectáculo, quienes sin ningún pudor se aventuraron a dar su opinión y hasta en algunos extremos esbozaron lo que según su leal entender debía ser una pena correspondiente al delito cometido. Una mujer que fue sometida a televisar su juicio y sentencia, solo a los fines de desplegar contra ella una especie de revancha machista, porque comparan el asesinato de Fortunato con los cientos de femicidios que diaria y lamentablemente somos testigos. Confundiendo este caso intencionalmente con una “cuestión de género”.

Llama la atención que esa indignación ante la “injusticia” de una pena no acorde a las expectativas parece ser muy selectiva según la profesión, el sexo, la edad, el poder adquisitivo de la víctima o porque no del victimario… Ejemplo de ello es que no se han oído muchas voces consternadas por crímenes como el de Alan Villouta, cuya familia aún espera una decisión judicial, y que no fue seguido con el mismo interés por los medios de comunicación. Es preocupante que algunos sectores de la sociedad confundan justicia con venganza, esta absurda visión, no llevará a la baja de los delitos, sino a una sociedad en la que reinara el odio y el revanchismo.

 

*Diputado provincial, Unidad Ciudadana

 

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