Valentina Giovannini se define a sí misma como una “amante de los puntos”, pero además de ser una de las puntillistas más destacadas del arte mendocino, es una argentina que nació en EEUU, diseñadora gráfica, música, admiradora de los dinosaurios y fanática del mate cocido. En entrevista con EL OTRO la artista contó por qué el puntillismo se convirtió en su filosofía de vida.

Texto y fotos: Jo Thomatis

Valentina Giovannini es una de las artistas del puntillismo más destacada de la escena local. Si bien sus padres son mendocinos, ella nació en Florida, Estados Unidos, hace 28 años y desde los 8 años vive en Mendoza. Según sus propias palabras “siempre fue una argentina que estaba en otro lado”. Giovannini abrió las puertas de su casa para contarle a EL OTRO de qué se trata el universo de los puntos en el que vive inmersa y al que se dedica con pasión.

¿Cómo surgen las ganas de dibujar en tu vida?

Nací en Estados Unidos. Mis padres son argentinos pero se fueron cuando se casaron y vivieron 13 años en Miami. Cuando yo tenía 8 años decidieron volver. Yo no sabía mucho del español, más allá de que en mi casa se hablaba en español y en el colegio en inglés y al llegar tuve que aprender en un mes a leer y escribir. Me tuve que adaptar inmediatamente, y lo que pasa es que yo siempre he dibujado, desde siempre es lo único que he hecho bien, porque hasta hablar para mí fue difícil cuando era chica, hasta el día de hoy me cuesta decir algunas palabras.

¿Fue fuerte el choque cultural al venir a Mendoza?

Fue más grande el choque cultural que sentí al volver a EEUU. Hace pocos años fui a Atlanta por un laburo que me encargaron en diseño gráfico y ahí sentí un choque cultural mucho más grande. Por más que haya nacido en otro lugar soy de acá, soy argentina. Tuve hasta la posibilidad de quedarme y decidí que no, en Atlanta el mate cocido no existe (dijo riendo y contó que es una de sus bebidas preferidas).

¿Y el puntillismo cómo llegó?

Al volver de ese viaje a  Atlanta entré en una crisis, justo terminé una relación y fue muy fuerte, no sabía si quedarme allá o volver y todo eso me dejó en pausa.  En ese momento crítico descubrí el puntillismo.

Un día un grupo de amigas me obligó a salir y fui al espacio Le Parc porque estaba el Mercado de Ilustración (MIME) y había 100 ilustradores pero ninguno me impactaba. Yo siento que se repiten mucho en estilos, pero llegué al stand de un chico que hacía ilustraciones científicas y me encantó, era un biólogo especializado en ilustración. Cuando vi sus dibujos en puntillismo le pregunté “¿estos son puntos?” y no podía creerlo, no entendía nada, y me decidí a probar esa técnica.

Hice esta prueba (nos muestra su primer trabajo en puntillismo) y me encantó. A partir de ese momento solo quería seguir dibujando, no quería ni terminar la tesis.

¿Por qué el puntillismo y no otra técnica?

El puntillismo de por sí tiene una carga poética. El hecho de que esta técnica exija tiempo, dedicación, detalles. El puntillismo te hace enfocarte en los detalles y pide horas, esas cosas me encantan. Ahora hay mucho arte conceptual que no exige tanta dedicación, precisión o cuidado en los detalles y eso es lo que a mí me fascina, así soy yo.

Respecto a la poesía en mi trabajo tengo un cuadernito donde anoto fragmentos de poemas, de Pizarnik, Storni y otros artistas. Hay mucho de nostalgia en mi puntillismo y a mí me gusta la nostalgia, soy un tango hecho persona.  Por eso mismo surgió.

¿Por qué  la mayoría de tus obras son ilustraciones de flora y fauna?

Porque me parece que la naturaleza es lo más bello de este mundo. En muy pocas ocasiones he dibujado referencias humanas, me parece que todo lo que es naturaleza, lo salvaje, es lo más hermoso. He dibujado dinosaurios, planetas, galaxias, la luna.

Siempre me he dedicado a ilustrar flora y fauna, como si hubiera seguido con la onda de la ilustración científica pero sin tanto rigor, porque yo no conozco exactamente cada detalle de los animales y las plantas. Con el tiempo comenzó también a tornar en algo más poético, tomaba frases de canciones o fragmentos de poemas y eso me inspiraba a dibujar naturaleza.

Hubo una época en la que dibujé muchas flores porque había leído un libro sobre el lenguaje de las flores que se utilizaba en la época victoriana entre enamorados, cada flor tenía su significado y mensaje, me encantó y dibujé un montón de flores. El mensaje que las personas depositan en esas cosas me encanta.

¿Cuándo se convirtió en un trabajo el puntillismo?

Arrancó como un hobbie como para sacarme un poco de la realidad, como una meditación personal; puedo pasar horas, una vez estuve 10 horas dibujando. Un día mi hermana me dijo “deberías mostrar lo que hacés” y hace 3 años fui parte del Mercado de Ilustración y ahí mostré por primera vez mis trabajos.

De repente ves que a la gente le encanta lo que hacés y te motiva a seguir, así seguí mostrando a través de las redes sociales y se empezaron a comunicar conmigo desde galerías de Mendoza para ver si podía llevar cosas mías para vender y eso me sorprendió un montón.

Aparecieron también muestras a las que me invitaban, yo en ese momento no sabía nada de arte, de la movida, recién ahora puedo decir que sé quiénes son los artistas y qué hace cada uno, venía muy de mi mundo. Lo que yo hacía era para mí y nunca me imaginé llegar al mundo del arte. Por suerte me encargan muchos trabajos, mis obras se venden en muestras, entonces tuve que caer en la cuenta de que esto ya no es un hobbie, tiene otro color.

¿Se llevan bien la tecnología y tu técnica de trabajo?

Realizo algo de dibujo digital con los puntos, desde una Tablet. Me lo exigen algunos trabajos que me piden para hacer etiquetas de vino, animaciones y packaging. Me gusta lo digital pero creo que el papel tiene mucha más fidelidad en transmitir la intensidad de cada punto, eso es irreemplazable pero las herramientas tecnológicas no están mal.

¿Cómo modifica tu visión del mundo esta expresión artística a la que te dedicás?

Ahora valoro mucho más el tiempo y cada vez reafirmo más la importancia de los procesos de las cosas, todo requiere tiempo y es necesario. La dedicación, la disciplina, requieren tiempo y eso me encanta.

También lo que me gusta del puntillismo es la tinta negra, porque remarca las sombras: una dibuja las sombras para que surjan las luces.  Una vez probé hacer puntos con colores y no me gustó, parecía una impresora. Te concentrás en lo oscuro, en la sombra y ahí sale la luz. Las dos cosas son fundamentales para mí a nivel filosófico: las luces y la sombra; eso lo puedo mostrar a través del puntillismo.

 

 

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