Facundo García presentó su ópera prima “Preguntas de los elefantes”, a días de lograr la segunda edición del libro que narra sus experiencias a lo largo de casi nueve meses de recorrido por el continente africano. EL OTRO dialogó con el periodista y escritor.

Fotos: Luciano Viard

Algunos años atrás, un periodista del diario colega Página 12 se hartó de la vida en la “selva” de la Ciudad de Buenos Aires y, justo a tiempo, ocurrió un evento inesperado para él. Su padre decidió conocerlo y le envió pasajes para que, junto a su hermana, lo visitaran en España, donde se encontraba trabajando. Un grave accidente laboral puso en peligro la vida del papá de Facundo pero, luego de unos meses, pudieron encontrarse.

En Europa García conoció a su padre, trabajó, escribió y decidió volver a su Mendoza natal, pero antes quiso hacer un viajecito. Sacó boleto desde España hacia la capital de Egipto y, con una distancia temporal de 8 meses y medio, otro ticket desde Sudáfrica hasta Argentina. Ese viaje trajo a una persona nueva a la provincia que, además, había sentido un libro.

Luciano Viard |

¿Cómo fue posible la edición del libro?

La edición del libro fue también una suma de azares maravillosos. Yo andaba con copias de mi libro que en ese momento eran un manojo de hojas en la mochila y se lo repartí a las personas que me podían devolver una opinión, que podían entender de qué trataba. Me sorprendió lo que iba sucediendo y en un momento le dí un ejemplar de prueba a la profe Marta Castellino y ella desde el principio apoyó el proyecto. Con la ayuda de los municipios de Maipú, San Martín, Lavalle y Tunuyán, más el banque fundamental de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, pudimos lograr la primera edición del libro.

¿Qué cosas decantan con esta experiencia?

Desde que el libro salió han pasado diez mil cosas. Desde entrevistas a mensajes de distintos lugares del país, gente que compra el libro desde Buenos Aires, Jujuy o el sur, lo cual demuestra que se puede hacer un libro sin estar físicamente en la capital del país, sin desmerecer Buenos Aires, por supuesto.

Es maravilloso lo que pasa con el libro y las invitaciones a dar charlas en otras provincias.

Aún sin confirmar, tengo una noticia que tiene que ver con la experiencia del libro: es muy posible que una de las personas que está en una de las crónicas del libro venga a Mendoza. Y, entonces, el vínculo entre el sur y el sur va a tener un granito más de esa conexión tan necesaria.

Mi amigo Daniel Riera, periodista y escritor, siempre dice que “los libros sirven para cambiar las vidas, del que escribe, del que lee y de quienes están en sus páginas”. Modestamente yo he intentado esto, y algunas cositas fueron apareciendo, algunos cambios en mi vida han sucedido.

Casi 9 meses de viaje por África de norte a sur ¿Por qué países pasaste y qué te dejó cada uno?

Pasé por Egipto, Sudán, Sudán del sur, Etiopía, Ruanda, Uganda, Kenia, Tanzania, Mozambique y Sudáfrica. Ese fue mi camino de un poco más de 9.500 kilómetros de idas y vueltas, que puede no parecer tanto si se piensa en rutas pero fue bastante porque muchos de esos kilómetros fueron caminando, haciendo dedo, en ferry o en bote.

Una experiencia sumamente diversa. Por momentos insoportable y por momentos poética y muy llena de tesoros hermosos.

Cada país de esos me dejó algo pero lo más importante que me dejó África es que ahora mismo, en la otra punta del planeta, alguien se levantó tratando de hacer un mundo mejor, haciendo algo bueno. Digo bueno, a propósito, porque bueno es una palabra bastardeada pero tenemos que reivindicarla. La gente que trata de ser buena a veces se siente sola. Para mí fue importante ver que en otro rincón del planeta hay gente que, pese a que sus condiciones no son las mejores, tiene esperanza y se levanta para pelearla.

Eso me enseñaron entre otras cosas los africanos. Siempre que me veían serio me preguntaban por qué no estaba feliz si tenía dos piernas y dos brazos y podía sentir el sol y el viento.

¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?

Durante mi viaje fui armando unos cuadernos en los que cada noche anotaba lo que me había pasado y hacía dibujos con acuarelas, copiaba conversaciones. Al final del viaje me quedé con tres cuadernos de doscientos y pico de páginas que escribí en caliente, a veces durmiendo en una choza, abajo de un árbol, caminado en el medio de una ruta o en un bote. Creo que algo de esa energía estaba en la hoja de papel, en la tinta y en las acuarelas.

Después pasé eso a un libro que me llevó un tiempo, junto a un proceso de corrección y luego el proceso de edición en el que la diseñadora de la Editorial de Filo, Clara Luz Muñiz, puso muchas pilas. La edición quedó muy linda.

¿Quiénes marcaron el camino del viaje?

Yo inicié el viaje con la intención de visitar a personas que defendieran los derechos humanos de distintas maneras y el viaje se fue eslabonando de distintas formas: un hospital en el desierto, una mujer que lucha por los derechos de su género en una tribu guerrera, un tipo que pelea por la democracia frente a una dictadura y pierde los dos ojos por eso, una canción que me canta un tipo a orillas del Nilo, un boxeador que entrena pibes de la calle… Todo eso fue jalonando el viaje y a partir de ahí se armó una dirección.

En el medio me pasaron cosas difíciles, como tener miedo a que me morfaran las hienas y cosas por el estilo.

¿Dónde se consigue la segunda edición y por qué presentás el libro en este Instituto Tomás Godoy Cruz donde estamos?

La segunda edición se está imprimiendo y va a llegar a la librería de la Facultad de Filosofía y Letras, a la librería pública Gildo D’acurzio (España 1260 de Ciudad de Mendoza). Otra opción es la librería Payana en La Alameda, en García Santos… Si me ves por la calle también me lo podés pedir porque suelo tener en la mochila.

Lo presento acá en la escuela Normal porque me parece natural que esté en un lugar de formación de docentes. Todo el libro habla de generar una mejor comunicación entre América Latina y África que ha sido una relación negada históricamente pero que hay que construirla. Está bueno acercarse a los compañeros que van a ser docentes para compartir que hay un continente entero que está a la espera de un diálogo que puede generar mucho.

 


 

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