Texto: María Cristina Domínguez Dini

Foto: Cristian Martínez

A Clarita

Abstraída en sus palabras cruzadas rememoraba una y otra vez un vendaval de palabras correlacionadas y otras inconexas. Las imágenes volaban entre sus neuronas y en un torbellino se reunían en ideas. Sus noventa y tantos le sumaron conocimientos y la dotaron de una sabiduría genuina.

Entre crucigramas, acertijos, su arremolinada y lúcida verborragia excede de elocuencia.

_ ¿Preparo unos mates? -interrumpí la tarea inconclusa de mami, que suspiró bifurcada en sus deseos inmediatos. Pero, como siempre, podía hacer 2 o 3 cosas simultáneas sin confundirse, ni con sus propias preferencias.
Repentina como una ráfaga de otoño, le pregunté…
_ ¿Dónde habitan las palabras?
_ ¿Che cosa parla? ¿Napoletano?… ¡¡¡ Non capisco!!! -respondió mi madre que se caracterizaba por su clásico humor e ironía.
Desde siempre jugamos con las letras y las palabras como juega el viento con la hojarasca. No importan sus enlaces, ni rimas, importa su impacto en nuestros sentimientos.
_ ¿Dónde habitan las palabras? – Insistí enfática en un segundo desafío verbal.
_ ¿Las palabras? – ¡Se las lleva el viento…! ¡A menos que las escribas! Se rió oportuna e improvisada asomada detrás del mate. Quizás escondiendo respuestas.

Y yo sabía que siendo mi madre tenía todas las respuestas. De las certeras y de las encontradas ágilmente dentro del caudal de su cháchara.

Comenzó murmurando… _ Las letras son efímeras en sí mismas. Forman garabatos ambiguos en un papel. Una brisa mañosa puede separarlas o reunirlas para que cobren significado.
Luego de una pausa, tomó aire y continuó…
_ En cambio las palabras -miró de reojo el crucigrama – Las palabras tienen vida propia. Tienen significado. Están en diversos idiomas, algunos ininteligibles, en jeringozo, en cocoliche, también en lenguas muertas, tienen origen filológico y se
regodean a través de nosotros para existir.
_Y… ¿cuál fue mi primera palabra? – Pregunté insidiosa y risueña sintiendo su respuesta antes que llegara a sus labios… Porque a veces las palabras huelgan y sólo conversamos con las miradas.
Ese día me quedé pensando. Ningún viento se lleva las palabras. Ellas están aferradas en el aire. Instaladas en el aliento de nuestros diálogos. Sobreviviendo en nuestros silencios.

Dónde… dónde habitan las palabras…
Hay unas que viven en la estrofa de una canción, otras están escondidas detrás de una charla coloquial, ésas que se encierran herméticamente en los recuerdos, algunas huyen para quedar flotando en el aire, o aquellas palabras sucias arremolinadas que
pensaste o quedaron apretadas entre tus dientes para no herir… y tragarlas amargas, muy amargas.
Pero mis palabras elegidas son éstas, las que recorren nuestras emociones, las que en una corriente de aire se enganchan traviesas en el borde de una intimidad, aquéllas enmarañadas en un pensamiento leve y fugaz, o en algún recoveco infranqueable de un secreto de a dos.