Por Lucas Debandi
Licenciado en Psicología (M: 3509)

Hoy el Congreso de la Nación se expedirá sobre la legalización del aborto y lo que está en juego es más grave de lo que parece. Porque esta vez no se disputan intereses opuestos, posturas ideológicas distintas, mucho menos dos modelos de país. La pelea no es contra un enemigo más o menos palpable, como un grupo económico o una institución, ni siquiera contra la iglesia más conservadora. Sino más bien opuesta a la ignorancia, nuestra ignorancia como pueblo. Es un test de inteligencia que nos va a calificar y escupir un resultado que quizás no nos guste.

Esto es indefectiblemente así por una sola razón: los argumentos de los autodenominados provida no tienen nada que ver con la ley que se discute. Es decir, todos sus fundamentos opuestos podrían convivir tranquilamente con estar a favor de esta ley. Se puede ser provida y estar a favor de la despenalización del aborto. Se puede estar en contra del aborto y a favor de la despenalización. Porque lo que se está discutiendo no es si el aborto está bien o mal, si estamos a favor o en contra de que las mujeres aborten, o desde cuándo se considera que existe la vida. O mejor dicho, sí, se está discutiendo todas esas cosas, pero no tiene nada que ver con la ley que se va a tratar. Y tomar posición sobre una ley a partir de discusiones que no tienen nada que ver con la ley en sí, se llama ignorancia. No hay muchas vueltas para darle, lamentablemente…

Foto: Seba Heras

Es muy penoso, porque quiere decir que hay serias posibilidades de que triunfe la ignorancia, que es más dañina que los malos.

Lo que realmente está en juego, es si abortar va a seguir penado por ley. Y no es una cuestión precisamente novedosa. La primera legalización en el mundo fue en 1920 y está por cumplir 100 años. De hecho, hoy la práctica del aborto ya es legal en 41 países y sobran experiencias para analizar el tema. Lo bueno de llegar tan tarde es que no hacen falta demasiadas suposiciones sobre cómo nos irá. Tenemos las estadísticas. Y los números son contundentes, ya que nunca la despenalización aumentó la cantidad de abortos. La penalización no sirve para evitar abortos. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas. Así que, si usted está en contra del aborto, y le gusta ponerse un prendedor que dice “salvemos las dos vidas”, entonces no tiene nada que hacer hoy en el Congreso, porque la ley que tenemos no salva ninguna vida.

Foto: Seba Heras

Ni una sola mujer deja de hacerse un aborto porque esté prohibido. No se puede prohibir lo que no se puede controlar. Para poder controlar los embarazos no deseados, los evatest deberían tener una alarma que hiciera sonar un teléfono rojo en la comisaría cuando den positivo. Y eso es tan ridículo como prohibir el aborto. El Estado no tiene ni tendrá forma de enterarse si una mujer decide interrumpir un embarazo. Las mujeres no van presas por hacerse abortos, ningún legislador serio pensó jamás que esto podría pasar.

La ley promete cárcel solo para amedrentar, pero es evidente que esto no asusta a nadie. Así que, si a usted le gusta amedrentar mujeres tampoco tiene nada que hacer mañana en el Congreso, y hasta puede apoyar la ley, mientras busca una mejor estrategia atemorizante.

Foto: Seba Heras

Para encontrar su estrategia, le sugiero que tenga en cuenta que un embarazo sucede siempre dentro del cuerpo de una mujer, que decide sobre su cuerpo. No hace falta que el Estado se lo permita, porque no se lo puede prohibir. El cuerpo de una mujer es de ella y de nadie más, diga lo que diga la ley y le pese a quien le pese. Y si usted no está de acuerdo con esto, y cree que tiene derechos sobre los cuerpos de otras personas, mejor vaya buscando otra forma de expropiárselo, porque las estadísticas, otra vez, dicen que con la ley actual no han podido evitar ni un solo aborto.

Ni los que están en contra del aborto, ni los amedrentadores, ni los expropiadores de cuerpos, ni el machismo, ni el patriarcado, ni la iglesia católica, ni los paladines de la familia tradicional, ni los conservadores de la moral, ni los defensores de las viejas costumbres, ninguno se beneficia evitando esta ley. Ninguno. Todos podrían, sin riesgo de entrar en ninguna contradicción con sus creencias, estar a favor de la ley que se trata en el Congreso. Ya que los únicos que salen perjudicados son los dueños de las clínicas clandestinas. Si se aprueba la nueva ley esas clínicas ya no van a tener razón de ser y no podrán cobrar lo que quieran por hacer un aborto “discreto”.

Foto: Seba Heras

Los únicos beneficiarios de la ley actual son los que lucran con el aborto clandestino. A ellos, y solamente a ellos, defienden sin saberlo esas miles de personas que se manifiestan en la calle. A ellos, y solamente a ellos, protegen cientos de dirigentes políticos, incluidos la mitad de los diputados nacionales, el presidente actual y la presidente anterior. ¿Cómo es que ese selecto grupo opera desde las sombras sin que nadie sepa quiénes son? ¿Cómo han logrado engañar a tanta gente tejiendo una red de poder que lucha de igual a igual contra todo el feminismo organizado y el pueblo argentino? No tengo ni la menor idea. Pero espero, con todo el corazón, que mañana se les termine el negocio.

 


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