Literatura de acá

El telar de la vida
Por Armando Tejada Gómez, en “Los Telares del Sol”

La vida es frágil
y está siempre expuesta a las lastimaduras,
que se quiebra la rama, que cae el rayo
y mata o incendia grandes bosques
y mueren fauna y flora ateridas,
esa inerme existencia de las pequeñas vidas.
Luego vuelve el silencio
e impera la ceniza.
Decenios y decenios, tal vez siglos
y, ya fósil abajo, son tumbas geológicas
de materia dormida.

Cuando vuelva la lluvia, arriba,
en la epidermis terrestre del planeta,
el sol, la luna, el parto
de una semilla a salvo,
frágilmente increíble, regresará lo verde
por la savia del árbol como un río
hacia arriba.
Con el viento padrillo, preñador a destajo,
parpadeará el cogollo, la flor de las praderas
y volverán los pájaros a la rama y al nido.
Hay que tener paciencia porque la muerte
es frágil.
Tanto como la vida.
Después, en la opulenta lujuria del verano,
las aguas violarán los ríos apacibles,
las quebradas, las rocas, el sexo del paisaje
y otra vez, otro siglo dormirá su rotura
como si fuera el último yacimiento de olvido.

Esto dijo el Amauta y se bebió el silicio.