En el patio de un hotel de Mendoza el sol se cuela entre las nubes de la mañana y nos obliga a cambiar de mesa, al resguardo de una sombra privilegiada por un jazminero en flor. Allí, durante una hora, charlamos con el pianista y compositor bonaerense Julián Peralta.

Las sucesivas muertes del género, el existencialismo elemental de la música del puerto, el primer “flash” de Troilo, las noches de cumbia con La Mula Renga, la autogestión tanguera y la desprejuiciada sonoridad mendocina, atravesaron el diálogo de EL OTRO con uno de los referentes esenciales del nuevo tango.

-Al tango, como al libro, al cine, a los diarios… los vienen matando sin éxito desde hace tiempo. ¿A cuántos velorios del tango ya asististe?

-A varios, a varios… y a muchos que uno conoce por la historia. En el año 1905 salió en el diario que el tango estaba muerto. Y el tango, como cualquier actividad en la vida del hombre, en algún momento va a terminar. Inclusive va a terminar la vida del hombre, de la humanidad toda, pero la finalización no la decreta nadie, los procesos culturales son movimientos complejos, grandes, que tienen momentos de explosión y de contracción.

Cuando nosotros arrancamos con el tango en los ´90 parecía que no había nada, después de una de las crisis más duraderas. Imaginate que dejó de haber tango, como música popular, desde los ´60 hasta 1995. Fue mucho tiempo y, sin embargo, cuando nosotros volvimos al tango lo hicimos desde un lugar muy honesto. Después de 30 años sin tango como música popular uno podría decir que está muerto, pero parece que no.

-Hay quienes dicen que el tango, como forma de vida, es parte del pasado, que lo único que queda es la música y el baile del tango…

-Tengo un amigo que dice que “el tango es una novia que a todos dice que los quiere”, y nos miente a todos, entonces cada uno piensa  que sale con uno, pero el tango sale con todos. Para unos el tango va a ser el mate de la mañana y el puchero, para otros la noche, para otros será la música para trabajarla metódicamente y habrá los que sentirán que es una cosa mucho más bohemia. Yo no creo que haya un único tango.

 

POR CUATRO DÍAS LOCOS QUE VAMOS A VIVIR

-Pareciera que el tango no puede ser banal, o al menos no tener cierto nivel de profundidad. Alguna vez escuché decir a Goyeneche que el tango debía ser dramático, ¿coincidís con esa definición?

-El tango puede contar hasta una cosa que parezca “pava”, sin embargo en el fondo está hablando de cosas profundas. Los tangueros no son personas tristes, suelen ser jodones. La diversión y el placer están en el tango, el tema es que con un grado de consciencia de las cosas que no te deja hacer de manera liviana ese disfrute. No es un disfrute desligado de la conciencia de la finitud, por ejemplo, y eso te condiciona. No es “pe-pe-pe-peeee…” ¡fiesta, fiesta! Hay que vivir porque la vida se va y ese vivir es una vida obviamente con vehemencia, con calentura, con ganas de que no se acabe la noche. Esa vehemencia está fortalecida por la consciencia de la muerte. El tanguero no quiere que se termine la noche, porque ese día que se va no vuelve más.

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Foto: Seba Landi

 

-¿Cuándo sentiste que te estabas metiendo de cabeza en esta música?

Cuando yo empecé ya quería hacer música popular y estudiar música popular era estudiar jazz. Se suponía que eso era lo único que se podía aprender con cierto grado de sistematicidad y organización. Quería meterme en el lenguaje y entonces compraba casetes que solía encontrar en las bateas de saldos de las disquerías. La oferta era 3 x 10 y yo conseguí un par de jazz y no había más. Quedaba para completar: “Éxitos de verano del ´94” -o algo así- y un compilado de orquestas de tango, que me terminé llevando.

No es que yo nunca hubiese escuchado tango, pero fue la primera vez que lo escuché con consciencia. La primera vez que solo en mi pieza puse play, sonó Troilo y lo escuché como quién busca: “¿a ver si esto me gusta?”. ¡Y fue un flash! Y por eso estoy acá.

Tenía 20 años, dejé el jazz y empecé a estudiar con Rodolfo Mederos. Con él estuve casi cinco años.

DE LA MULA RENGA HASTA LA TÍPICA 

-Leí en tu página web que mientras hacías las primeras armas tocabas en una banda de cumbia

-Sí, yo soy músico gracias a la cumbia, esa es la verdad. Aprendí mucho con la cumbia, aprendizajes musicales y de la vida. Primero, a sacarme grandes prejuicios musicales y sociales, cuestiones estéticas también. Fue muy fuerte para mí meterme a los 20 años con un ambiente que no tenía nada que ver con mi vida. Y desde lo musical, ¡ni hablar!, yo no tocaba en el fondo de mi casa ni para mi mamá y pasé a tocar para tres lucas de tipos, la primera vez que me subí a un escenario. Es muy fuerte ver a la gente bailando, que uno esté haciendo una trompetita en el teclado y que la gente esté bailando lo que uno está tocando. Esa relación con la música -como bien social- fue muy fuerte y muy importante.

Con el primer grupo que toqué -se llamaba La Mula Renga- vine una vez a Mendoza. Un año y medio o dos estuve en el ambiente de la bailanta, pero después del boom de Comanche, se comenzaron a hacer casting estéticos para los grupos y el caché de los músicos pasó de $ 50 a $ 17. Entonces empecé a tocar para la pequeña burguesía, que le encantaba escuchar cumbia sin asumir que le gustaba. Hacíamos cumbia disfrazados. Como era en joda, la pequeña burguesía no se sentía que estaban “pecando”, y sí: ¡estaban pecando!

Después dejé la cumbia y me dedique de lleno al tango.

Última presentación de la Orquesta Típica Julián Peralta en Mendoza - 7/10/16
Última presentación de la Orquesta Típica Julián Peralta en Mendoza – 7/10/16 Foto: Marcos Llanos

Julián Peralta creó y dirigió la Orquesta Típica Fernández Fierro, fue protagonista de importantes proyectos de gestión y difusión del tango como La Máquina Tanguera, el CAFF y el Teatro Orlando Goñi. Es autor del tratado técnico “La Orquesta Típica. Mecánica y aplicación de los fundamentos técnicos del Tango” y, actualmente, está al frente de la Orquesta Típica Julián Peralta y del grupo Astillero.

 

TANGO GESTIÓN

-¿Cómo hacés hoy para comer con el tango y que el tango no te morfe?

-Es duro el laburo de músico, la profesión siempre está apretada. Si no estás en el show business o, qué se yo… vendiendo perfumes es complejo. Pero el tango va ganando despacito su mercado, su lugar. La autogestión es fundamental. Yo vengo con una experiencia de gestión de orquesta bastante grande, desde la “Fierro” (Nota: se refiere a la Orquesta Típica Fernández Fierro). Lo que tal vez no se puede es tener dos o tres grupos grandes de laburo cotidiano y que todos sobrevivan. Si vos tenés tres orquestas, darle de morfar a 45 personas… eso sí que no se podría.

-¿Y cuál es la relación con el Estado?

-El Estado banca poco muy poco y sobre todo cuando la cosa ya funciona. Cuando vos sos (Mariano) Mores te banca el Estado, pero cuando empezás no te apoya y ahí está la verdadera cuestión conflictiva del tango. Las políticas del Estado se acercan más al show business que al fomento cultural.

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Foto: Seba Landi

 

-¿Ha cambiado la escena en los últimos diez meses, desde la asunción del nuevo gobierno?

-En mi caso, de los trece años de kirchnerismo hice tres fechas para el Estado nacional, y las hice en la gestión de Teresa Parodi. Fue puntual, porque justo cuando entró esa gestión ingresó gente con ella que eran tangueros. Fue azaroso.

Pero hay un tema más de fondo: ¿quién paga la cultura? Porque la cultura es un costo que, obviamente, puede tener en el final de la rueda una inversión maravillosa en muchos aspectos, en la calidad de vida y en lo que tiene que ver con el movimiento económico. Gran parte de la gente que viene a la Argentina, por ejemplo, viene por el consumo cultural, entre ellos el tango.

Éstas son las cuestiones que deberíamos debatir profundamente, todo lo demás: si me dio tres fechas tal gestión de Cultura o me dio dos… depende de cuán amigo seas. Es tan chiquito y triste como eso.

EL SONIDO DE MENDOZA

-¿Cómo ves para adentro del país, el tango en las provincias?

-Hoy hay mucho cruce con los músicos colegas de las provincias, en todo el país. Aunque creo que los polos más fuertes son Rosario y Mendoza. Es muy loco lo que está pasando en Mendoza con el nuevo movimiento. Se hace tango sin prejuicios.

-¿Hay una sonoridad característica del nuevo tango mendocino?

-Sí, hay una sonoridad distinta. Araca (Aires Urbanos), por ejemplo, tiene batería y eso no es común en Buenos Aires. Acá hay muchos proyectos con ese instrumento, y es esa una particularidad. Del punto de vista de algunas progresiones armónicas, que no sé si tiene que ver con el laburo de Elbi (Olalla), uno toca los acordes y dice: “éstos son acordes de Altertango”. Lo escuchás en los colegas, por ejemplo en el trío de La Orquesta No Vino, que hacen canciones nuevas que tiene un sonido muy de Mendoza.

Hay muy poco prejuicio para laburar con el lenguaje del tango y eso le da una potencialidad que, tal vez, desde acá no la llegan a valorar. Si vos hacés un tango desprovisto de cualquier forma de prejuicio, la cosa fluye, avanza.

Esto obviamente influye en el mundo del tango, que es muy pequeño, donde se toman recursos de acá que son muy particulares. En la foto del tango actual de la Argentina no puede no estar el laburo de la gente de Mendoza, como no puede faltar lo que se está haciendo en Rosario. Victoria Di Raimondo, por ejemplo, es emblemática. Había un colega que decía: “hace diez años atrás había muchas que cantaban parecido a Lidia Borda, y ahora hay muchas cantantes que empiezan a hacer algo parecido al laburo de Vicky”.