Durante el transcurso del verano se consolidó la imagen que arrastró el primer año de gestión cornejista. Represión, funcionarios maltratadores, “carpetazos”, justicia clasista, discurso del orden y ajuste sobre los trabajadores conforman el vehemente menú que el gobernador ofrece a la Mendoza siglo XXI.

Foto: Coco Yañez

 

Hace unos días, tras el cimbronazo provocado por las primeras medidas del presidente estadounidense Donald Trump, la talentosa actriz Meryl Streep pronunció un discurso que el universo mediático reprodujo hasta el hartazgo. Con la tribuna que garantiza la industria de Hollywood, reflexionó en voz alta: “este instinto de humillar, cuando es ejercido por alguien público, poderoso, se filtra en la vida de todos, porque da permiso a otros para hacer lo mismo. La falta de respeto llama a la falta de respeto, la violencia incita a la violencia. Cuando los poderosos usan su posición para intimidar a otros, todos perdemos”.

Es lo mismo el verano en Mendoza

Como resaca lógica, el verano que se va dejó diversos sucesos violentos propios de lo que cada vez parece más claro: una característica o método de la gestión de Cornejo.

La estación arrancó con una celebración por el campeonato nacional obtenido por el seleccionado de la Unión de Rugby de Cuyo. Según denunció una joven, también jugadora de rugby, un grupo de deportistas abusó sexualmente de ella. El linaje de los apellidos de los denunciados –incluidos hijo y sobrino de César Biffi, presidente del bloque UCR de la cámara de diputados- permitió, a pesar de la gravedad de la denuncia, que la justicia acusara tiempos de feria, mientras se preparaban las defensas, se embarraba la cancha y dilataba el bochorno. Entrado febrero, las máximas cornejistas de mano dura se fueron por la canaleta. La banda VIP, previa caución, transita el proceso judicial en libertad.

Imagen: captura de Twitter.

Con el gobernador de vacaciones en Cuba, cuando promediaba enero la policía reprimió a trabajadoras y trabajadores de la Feria Popular de Guaymallén, replicando la situación de los manteros en la CABA. El desalojo incluyó la detención de 13 personas, 5 de las cuales permanecieron casi un día privados de la libertad y salieron con una causa por “resistencia a la autoridad”.

A la par, el ministro de salud Rubén Giacchi presentaba su renuncia luego de que su pareja lo denunciara por una brutal paliza. El funcionario de las “bombeaditas” tuvo un dócil trato judicial. A pesar de que su investidura podía condicionar la investigación, en ningún momento se le cercenó la libertad. La frutilla: el ministro de seguridad, Gianni Venier, denunciado penalmente por coaccionar a una mujer policía y desobedecer una orden judicial, lo reemplazó en la cartera sanitaria hasta la vuelta del primer mandatario.

Alfredo Cornejo y Rubén Giacchi. Foto: Prensa Gob. Mza.

La represión de las fuerzas de seguridad retornó en los primeros días de febrero para desalojar a un grupo de personas que limpiaban sus lotes en el barrio Unión y Fuerza de Guaymallén. Varias personas heridas y 8 detenidas, el saldo.

Ahora navegamos tiempos de negociaciones paritarias y la violencia se disfraza. Obstinados en que el ajuste lo hagan los trabajadores, desde los gobiernos nacional y provincial techan la negociación en 17%. En nuestra provincia, Cornejo referenció la negociación en diciembre, en el arreglo con el sector de los no profesionales de la salud, luego de tirarle un “carpetazo” a un dirigente gremial.

Esta violencia material se repite día a día con medidas de gobierno, gestos y discursos. La conclusión de Streep que abre la nota se revela en un contexto particular que por supuesto trasciende la frontera yanqui. En nuestro país se palpa que la estigmatización y violencia para constituir al otro, al enemigo, al sancionable, emerge desde el mensaje del poder. Del poder real y del político. Desde el negacionismo y la provocación, hasta el autoritarismo y la destrucción del Estado de Derecho. En el gobierno de los ricos, el pobre, el trabajador, el morocho o impuro, retoma su papel de ogro. En el gobierno de los machos, la mujer, a la cocina. En el gobierno de los ricos y los machos, los nenes bien y los ministros tienen coronita, cuando no tres sueldos públicos.

Entonces, mientras Macri redistribuye para los ricos y se la afana en pala, el violento Jaime Correas te dice que “estamos repartiendo pobreza”. Todo con alegría, eso sí.