La Municipalidad de Luján Cuyo tapó con pintura amarilla un mural en homenaje del mendocino Leonardo Favio, artista fundamental de la historia cultural latinoamericana.

Foto de archivo: Federico Henriquez Rigoni

Tal vez por ignorancia, quizás montados en el odio de la cruzada contra la “lacra populista”, o simplemente porque el color amarillo resulte más higiénico que el arte, la comuna que conduce el presidente local del PRO, Omar De Marchi, decidió cubrir una obra plástica colectiva, realizada en 2014, en homenaje al músico, poeta y cineasta Leonardo Favio.

Hasta hace unos meses el puente de Pueyrredón y Panamericana de Chacras de Coria resguardaba el patrimonio histórico y estético del popular obrero del canto y la luz, nacido en Las Catitas (Santa Rosa) y que vivió años felices y creativos justamente en esta misma Luján que parece querer ignorarlo. Hoy las paredes lisas de la mole de cemento palidecen monocordes con el color del Cambio.

Foto de archivo: Federico Henriquez Rigoni

Nadie puede hacerse el distraído. En tiempos de persecuciones estatales y estigmatización de militancias nacionales y populares, no es menor que el municipio de Cambiemos haya agraviado la figura de uno de los símbolos más importantes de la conjunción entre el peronismo y el arte popular, de quien se reivindicaba como “un peronista que hace cine”, sin bajar línea, “porque tengo miedo de que se me escape la poesía”.

Dijo alguna vez Jorge Zuhair Jury, hermano de Leonardo: “Nosotros nos criamos en un pueblo que era de características medievales. Oscuro, de ropas negras, muy conservador. Nos divertíamos atacando esa moral, ese oscurantismo. Lo primitivo de Luján de Cuyo nos acicateó la necesidad de burlarnos y de ser herejes. Así nace El dependiente, en el que la mediocridad es de una exacerbación casi rayana en el rococó. O los amores de El romance de Aniceto…, que también tenía eso. Eran relaciones de chinitos marginales: está el baile, la milonga, la hermandad, la necesidad, las aproximaciones de lo delictivo entre comillas. Y tratábamos de no juzgar. Lo vivíamos: el mediocre era mediocre; el imbécil, imbécil”.

Imbéciles los ocurantistas, mediocres los conservadores que todavía piensan que con unos tarros de pintura borrarán el fuego de Favio y su pueblo.

 

 

 

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