Literatura de acá

Texto: Paula Bilen
Foto: Seba Heras

Cebo unos mates. Cebo para acordarme del sabor. Para acordarme cómo son tus labios cuando toman de la bombilla chata, la que no se tapa nunca. Cebo para no sentir la soledad helándome los espacios entre un momento y otro. Cebo unos mates y me olvido por un instante, sorbo la puntada en el pecho que duele tu nombre de consonantes. Quizás recuerdo sus vocales, duele menos mientras tomo el mate que cebé para olvidarme. Cebo un mate amargo como la noche que entendí todo; en él guardo mis intenciones y las sublevo al paraíso de los mates amuleto, sublimo este dolor de herida-carne-viva en un mate raíz-cúmulo, libero temores en este mate agua-bendita, en su manto-yerba, carne dulce y tierra. Confío mi vida a un mate, a su verde madera, perfume-ceniza. Confío en la yerba que sostienen sus muros húmedos como una consciencia ancestral, silenciosa, sempiterna. Cebo-rezo esta mate-alma cuando se me mueren las manos de cansancio. Cebo unos mates porque me duele todo el cuerpo de vos y te necesito, y quizás no hace falta decirlo. Cebo unos mates porque quizás vos también estés cebando unos mates, quizás te duela todo el cuerpo, necesites de unos labios; te duela el infinito.