Un espacio de aprendizaje vivencial del arte y la lectura abre sus puertas los sábados de febrero para imaginar el mundo que viene. Entrevista con la gestora del “Laberinto”, Laura Estevez.

Fotos: Cristian Martínez

Varias generaciones pasaron por el “Laberinto” de Godoy Cruz. Dicen que el misterio y la imaginación siempre están alertas en el número 64 de la calle Julio Lemos.

Hacia allí zarpó la tripulación de EL OTRO con la misión de entrevistar a una de las personas que logró formar una comunidad que se conectó a través de la palabra leída que otras personas escribieron. Comenzó en el inicio de este siglo y diecinueve años después sigue con la alegría de aprender en los cuentos.

Laura Estévez es profe pero además se ha dedicado a la investigación y, entre otras disciplinas, incursionó en la Ludoterapia. Aunque se encarga de puntualizar que el espacio no tiene mucho de terapéutico, sí es ineludible su vinculación con lo lúdico. El juego está en danza en cada una de las actividades que niñas y niños -y no tan niños- de 2 a 20 años realizan en el “Laberinto”.

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En el espacio cada grupo dividido por edades accede a la lectura desde distintas aristas artísticas que configuran una experiencia muy especial en torno a la comprensión y el placer de obras diversas.

Los sábados de febrero desde las 18 horas, el espacio (Julio Lemos 64 de Godoy Cruz) se abrirá gratuitamente para quienes quieran vivir una experiencia de narración y lectura distinta y enriquecida por lo vivencial.

¿Para qué sirve leer? ¿Por qué debiera importarle a alguien la lectura?

La lectura te ayuda a comprender la vida. Porque si bien en la literatura lo que se escribe suele ser ficcional, lo que inspira viene del mundo real, de las vivencias de los escritores. Y esto ayuda enormemente a comprender cómo es nuestra vida, porque vas viviendo otras vidas con personajes que te permiten elaborar tus propios conflictos.

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Si bien esto no tiene nada que ver con lo terapéutico, sí tiene que ver con un aprendizaje cotidiano y con una necesidad de tener algunos recursos para comprender un poco mejor el mundo en el que vivimos.

Esta necesidad humana no se modifica con el tiempo, aunque sí se tiene que modificar la manera de dar y vivir esto. Por eso fuimos adaptando la forma en que trabajamos con los niños y eso tiene un impacto en cómo lo captan cuando les narrás un libro y les mostrás un autor. Te dicen: “¿Cómo? ¿Esto lo sacaste de ahí?”

Probablemente también favorezca el pensamiento abstracto y el desarrollo de ideas complejas, ¿no?

Yo creo que lo favorece mucho porque hay abundante lenguaje simbólico en la lectura y la narración. Además te favorece la pluralidad de ideas. Cada persona tiene una lectura subjetiva que puede ser similar a la del autor pero nunca es idéntica, y esto tiene que ver con las vivencias personales. Esto es válido, es un ejercicio mental extraordinario.

¿Como es el asunto de la apertura del espacio a la comunidad?

Tenemos tres sábados de febrero, 9, 16 y 23, en los que intentaremos conectar con gente que por ahí no nos conoce, que se quiere acercar, o que ha escuchado hablar del espacio pero no lo ha vivenciado. Febrero es una oportunidad para conocer el proyecto, ya que nosotros empezamos nuestras actividades en marzo.

Durante este mes estamos abriendo el “Laberinto” para inscribir a las chicas y chicos que van a participar, y aprovechamos para que quienes quieran conocernos tengan la oportunidad.