La historia no es nueva. Tal vez haya conciencia masiva desde hace poco tiempo sobre la existencia de esos pañuelos verdes que hoy inundan calles, redes y noticieros. Quizás varias de las miles de jóvenes y adolescentes, que llenaron las plazas y nuestras almas en estos días, no sepan las décadas de lucha que esconde ese triángulo verde que, hasta no hace mucho algunos no habían visto nunca, pero que hoy nadie desconoce en la Argentina.

Por Vanina Abraham

Foto: Coco Yañez

No fuimos las primeras brujas. Antes hubo otras que alrededor del caldero cocinaron tanto estrategias políticas como el socorro para mujeres que, asustadas por la obligada clandestinidad, decidían abortar.

Unos meses previos al Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, en 2003, se creó en Buenos Aires la Asamblea por el Derecho al Aborto, que derivará luego en lo que hoy conocemos como Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.

Dora Coledesky, Lohana Berkins, Martha Rosenberg y muchas otras entendieron antes que nadie la importancia de esta lucha, y sostuvieron contra viento y marea la existencia ininterrumpida de talleres sobre aborto en los Encuentros Nacionales de Mujeres.

Foto: Cristian Martínez

Fue en esas reuniones donde las vimos por primera vez, obstinadas en lograr la combinación de ingredientes y cantidades que permitieran la alquimia exacta para ese alumbramiento que tanto deseaban.

Así, persistieron en conseguir que se debatiera el tema, mientras las mismas que hoy usan el pañuelo celeste tramaban sus propias estrategias para que los talleres fracasaran. Desde impedir que se cambiara el nombre de los mismos, sosteniendo sin eufemismos la palabra “aborto”, hasta organizar años más tarde en renovadas discusiones que desembocaron en los nuevos talleres de “Estrategias para la legalización del aborto.”

Foto: Seba Heras

Es esos encuentros nacionales sentimos por primera vez que nuestra voz era protagonista. Que podíamos hablar sin que nadie nos dictara al oído. Que podíamos militar y que esa militancia era atravesada también por las emociones. Porque hablábamos de nosotras, de nuestras hermanas, madres y abuelas, y sabíamos que quienes escuchaban hablaban el mismo dialecto. Porque hablábamos de nuestros miedos, de nuestros cuerpos, de nuestras realidades. Ahí escuchamos por primera vez que “lo personal es político” y entendimos tantas cosas… Cientos entrábamos de forma natural a ser parte de este aquelarre feminista.

Fue en este marco que la Campaña Nacional Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, cerró filas tras la bandera “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, desde el 2005 hasta nuestros días. La Ley se convirtió en una estrategia central en estos más de trece años, pero no fue el único caldero que esperaba en el fuego. Esta exigencia fue siempre acompañada por el reclamo de la efectiva aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral en las escuelas y el Protocolo para los Abortos No Punibles, entre otros.

Foto: Coco Yañez

Durante 2018, por séptima vez se presentó ante el Congreso el proyecto para la legalización del aborto. Sin embargo, algo sería diferente. Años de alquimia, lucha acumulada, o vaya a saber qué, lograron que fuéramos escuchadas.

Hoy nos vemos, nos distinguimos al caminar por las calles, los pañuelos nos identifican como parte de esta cofradía, pero –insistimos- hubo otras antes que caminaron por un desierto, que nos abrieron la senda, que nos enseñaron la magia. Imposible nombrarlas a todas sin olvidarnos de alguna. Mendoza también tiene a las suyas.

Foto: Coco Yañez

Aunque alrededor del fuego ya no estén Dora, ni Lohana, ni tantas que se nos fueron, sabemos que ellas parieron esta gran marea verde que, más temprano que tarde, también parirá la definitiva legalización del aborto seguro y gratuito.

 


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