Agustín Luján, becario del CONICET, realizó un descubrimiento que podría llegar a tener incidencia positiva en la lucha contra la infertilidad. Diálogo con EL OTRO en el Instituto de Histología y Embriología de Mendoza.

Fotos: Seba Heras

La Chamydia trachomatis es una bacteria de transmisión sexual que puede incidir en la infertilidad. El 50% de las mujeres que tienen dificultades para quedar embarazadas sufrieron al menos una infección crónica por esta bacteria. El equipo en el que Agustín Luján trabaja para lograr su doctorado llegó a conclusiones, mediante el estudio del comportamiento de una proteína, que llevarían a pensar que no se está muy lejos de encontrar algunas respuestas a esta problemática.

El potencial es muy grande, pero no se dan afirmaciones tajantes porque se cuidan las esperanza de las personas que no pueden concebir, y se tiene en cuenta que los pasos de la ciencia y la investigación son trabajosos.

¿Cómo se relaciona este avance que descubrieron con algún desarrollo médico?

Una de las particularidades que tiene la Chlamydia es que tiene muchos mecanismos de entrada a la célula huésped, muchas puertas digamos, y esta proteína puede ser la llave maestra de esas puertas. Esto abre un camino nuevo de posibilidades para encontrar variables que puedan prevenir la infección. Uno de los trabajos que se están haciendo en el laboratorio de Buenos Aires es el uso de anti galectina 1 para ver cómo se comporta. Primero se empieza con fases de cultivos celulares, después en animales y luego en pacientes, por lo que somos bastante cautos en el mensaje.

Entendemos que para la prensa vende más decir que vamos a curar la infertilidad. Incluso me pasó con un diario de acá al que le pedí tres veces que cambiaran el título (de una nota) y terminaron poniendo el título que se les ocurrió, y el periodista me dijo que él necesitaba que la nota se leyera. Lo entiendo, pero hay gente muy sensibilizada con el tema.

La infertilidad es algo irreversible en muchos pacientes por lo que tratamos de ser cautos, pero sí estamos esperanzados en que esto a largo plazo tenga una implicancia clínica grande, sumado a que sería un desarrollo farmacológico argentino, un hito histórico en el país.

¿Cuánto trabajo cuesta dar estos pasos tendientes a desarrollar ciencia que pueda desembocar en mejoras en la calidad de vida?

Mirá, este es un trabajo que lleva dos años y la verdad es que vemos que está difícil la cosa en cuanto a lo financiero. Yo tengo la suerte de que los dos laboratorios que participan en este trabajo son grandes y acceden a buenos subsidios. Además hay plata de privados como la Fundación Sales y Bunge y Born, que bancan el laboratorio de Buenos Aires, y la agencia y el CONICET que se encargan del laboratorio de mi jefa acá en Mendoza, que es Teresa Damiani.

Es un trabajo de relevancia nacional e internacional que fue revelado por una revista científica de renombre y, por la importancia del trabajo en sí, muestra la calidad que se puede lograr en la provincia y en el país. Para nosotros es muy importante mostrar esto y que se sepa que trabajamos en ciencia de alto nivel que necesita de inversión.

¿Cuán importante es la educación pública en este sentido?

Soy un agradecido de haber podido formarme como médico en la Universidad Nacional de Cuyo y dedicarme a algo que me apasiona tanto como es la investigación en una institución de prestigio como el CONICET. Es una verdad que en Argentina no hay un lugar mejor para investigar que el CONICET, más allá de los esfuerzos de algunos espacios privados.

Por eso también siempre intento seguir vinculado a la Facultad (de Medicina) dando clases y ayudando en lo que puedo, porque creo que uno tiene que tratar de devolver un poco de todo lo que desde el Estado ha recibido, sabiendo que es la única manera de lograr los avances que queremos desarrollar.

¿Sirven estos avances para el país?

Yo creo que estos desarrollos dejan bien parado al país porque demuestran que se puede hacer buena ciencia de calidad, y abren una posibilidad a la que accedieron un montón de países que a la hora de tener que salir de sus crisis se centraron en la calidad de la producción y no en la cantidad.

¿Generamos cabezas que producen desarrollo científico de calidad?

Tal cual. Lo triste es que hoy el panorama no es claro y volvemos a ver el escape de estas cabezas. A mí, en lo personal, me entristece mucho pero entiendo que cuando uno es un apasionado de lo que hace también busca la excelencia, y muchos y muchas científicas hoy buscan esa excelencia en otros países, empujados hacia esa salida.

Son claros los recortes en términos cuantitativos y en recursos humanos, lo cual es una tristeza. La semana pasada salieron los resultados de los subsidios PICT, que son de los más grandes y fundamentales a los que se puede acceder, y muchos investigadores jóvenes quedaron fuera de esos subsidios, con lo que sus posibilidades de hacer buena ciencia se achicaron mucho, y pedirles que lo hagan sin darles recursos es terrible. Se genera un cuello de botella que los aleja del país.

 


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