El movimiento feminista crece y avanza en Mendoza, mientras los principales espacios de poder político, social, económico y cultural siguen hegemonizados por varones. Como en una suerte de isla, en la Universidad Nacional de Cuyo, ya no es una rareza que mujeres conduzcan las organizaciones estudiantiles. Aldana Gil es una de ellas, se reivindica como “feminista popular” y, desde noviembre, preside el centro de estudiantes de la Facultad de Artes y Diseño.

Fotos: Elena Visciglio

La “ola verde” está en las calles de la Ciudad de Mendoza, no solo en las manifestaciones populares, sino además en escenas cotidianas. En las paradas de colectivos, caminando por las veredas o en la ventanilla de un quiosco, es frecuente encontrarse con mujeres, sobre todo adolescentes y jóvenes, con el pañuelo verde pendiendo de sus mochilas o bolsos.

Es difícil reconocer un símbolo tan explícito y compartido por tantas, más allá de las tradicionales imágenes religiosas en cuellos, orejas o manos.

En la UNCuyo, esta identificación se multiplica y el triángulo de tela verde, resistido por un sector importante de la comunidad, representa mucho más que la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. Es hoy también un símbolo de una renovada concepción feminista del poder.

Para entender y comunicar mejor este fenómeno que excede largamente lo coyuntural, EL OTRO convocó a dos presidentas estudiantiles con visiones políticas diferentes: Antonella Buscema, de la Facultad de Educación y militante de Franja Morada, y Aldana Gil, de la Facultad de Artes y Diseño, y miembro de Agruparte.

Aldana Gil.

Tras dos confirmaciones, Buscema declinó la invitación de este medio. Por lo que la posibilidad de debate quedó restringida a la generosa entrevista con la estudiante de Música de la FAD, quien resultó electa en noviembre pasado, por el 54% de los votos.

“Desde los 15 o 16 años yo ya me consideraba feminista. Tenía amigas en la Facultad de Filosofía y Letras que militaban en la izquierda y con ellas empecé a viajar a los encuentros de mujeres”, recuerda Aldana.

En 2013, la entonces estudiante secundaria participó en el Encuentro Nacional de Mujeres realizado en San Juan. A la vuelta de esa experiencia movilizadora, el director de la escuela religiosa a la que asistía la esperaba para hacerle algunas preguntas. Es que la adolescente había decidido marchar en tetas por las calles sanjuaninas y su imagen fue difundida por los diarios. “Me dijo que, por curiosidad, quería hablar conmigo, yo le planteé mis ideas, y él me respondió: ‘con el tiempo verás que las cosas no son así’”.

El tiempo le dio la razón a la presidenta Aldana Gil, quien recibe a EL OTRO en una de las salas de la facultad donde estudia música y construye su carrera de especialización en guitarra. Se sienta, acomoda su mochila de la que cuelgan dos pañuelos, uno multicolor, el otro –obviamente- verde, y se apresta ansiosa para responder a las preguntas.

¿Qué representa para vos ese pañuelo verde que llevás en tu mochila?

Ese pañuelo lo tengo desde hace seis años, desde hace rato que lo vengo usando y me acompaña en todas las movilizaciones. Para mí es como una forma de reconocernos entre las chicas que lo tenemos y de sentirnos más seguras. Y nos ha dado una visibilidad muy importante a las feministas que sí estamos participando y apoyando nuestras diferentes demandas en Mendoza. En distintos frentes de lucha, el pañuelo hoy está, es una identificación de la presencia del feminismo.

La demanda por el aborto legal seguro y gratuito y los planteos feministas ya son parte del movimiento popular, en los centros de estudiantes, los sindicatos, organizaciones sociales, en las posiciones parlamentarias. Desde algunos sectores se ha cuestionado que el feminismo no está presente en otras reivindicaciones, pero no es así. Cuando una va a las marchas por la defensa de la educación pública, del agua, ve los pañuelos verdes, también en las protestas contra los tarifazos, cuando pedimos justicia por el caso Próvolo, o cuando expresamos las demandas de la comunidad LGTB.

La legalización del aborto y la denuncia de las violencias de género han sido dos de los temas centrales para un sector importante del movimiento feminista en el último tiempo. ¿Vos no percibís que desde algunos sectores patriarcales hay cierta conformidad con que ustedes se limiten a protestar por esos temas, siempre y cuando no disputen espacios de poder?

Nosotras hemos realizado 33 Encuentros Nacionales de Mujeres, dos paros internacionales, tenemos una organización mundial que poco a poco se va gestando y, si bien militamos en la Argentina, compartimos cosas con otras mujeres del mundo y esa solidaridad se plasma en casos concretos. Además, las argentinas somos una referencia, nos miran desde Brasil, Kurdistan, hasta las feministas europeas.

Todos estos antecedentes muestran, para mí, que ya hemos puesto todo, ya hemos explicado suficiente lo que pensamos. Nosotras, las que nos paramos desde el feminismo popular, entendemos que el feminismo no es solamente un tema de género sino que viene a discutir todas las problemáticas de la sociedad en su conjunto. No nos vamos a quedar solamente en nuestras agrupaciones de mujeres, eso es un proceso que ya hemos hecho, lo que falta es que la otra parte lo haga. Les decimos a los compañeros que “agarren la pala”, colectivamente, porque necesitamos un movimiento antipatriarcal muy grande.

En los gobiernos, partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, los principales espacios de poder siguen ocupados por hombres. ¿Cómo ves esta hegemonía en los centros de estudiantes de la UNCuyo?

Entre las y los estudiantes hoy no da no tener una representación de una gran parte de la población, esto ya se ve como algo obvio. Aquí no hay normas que establezcan paridad de género en el centro de estudiantes y la mayoría somos mujeres.

Yo entiendo que la paridad le hace mucho ruido a compañeros que han estado en espacios políticos, pero pienso, desde el feminismo, que no siempre la paridad alcanza. Es un piso necesario en este momento histórico, pero si quisiese presentarse una lista solo de mujeres, ¿por qué no?

Y el gobierno de la UNCuyo, ¿tiene perspectiva de género?

Nosotras al ingresar a la Universidad no estamos en condiciones de igualdad con los varones, lo mismo pasa con la condición de clase. Nosotras sostenemos el trabajo reproductivo, la vida universitaria también se ve atravesada por la maternidad, quienes cuidan a los hijos y hacen la mayoría de las tareas de la casa somos las mujeres. Esto resta tiempo de estudio y es un obstáculo para tener trabajo. Y si sos una mujer humilde, todo pesa mucho más.

El rector (Daniel) Pizzi debiera tomar posicionamientos críticos frente a esta realidad y no es lo que ha pasado. No hay, por ejemplo, una política de becas para paliar al menos la situación de desigualdad, y esto genera que a las mujeres nos cueste mucho más estudiar.

Llama fuertemente la atención que los pasillos de este edificio de la carrera de Música estén cubiertas por imágenes de hombres. ¿Acaso no hubo mujeres en la historia de la música?

Los cuadros que se ven en los pasillos fueron una donación que hizo una familia a la Facultad, y sí, todos son hombres. Obviamente que las mujeres hemos hecho música. Aunque en alguna época se nos estuvo prohibido cantar, hay compositoras mujeres, y muchas de las hermanas de compositores reconocidos también lo hacían.

Con la nueva secretaria de la Coordinación de Música estamos trabajando en un proyecto, con un estudiante de artes visuales, para hacer pinturas digitales de mujeres compositoras de música académica y popular, para terminar un poco con esa dicotomía que se ve.

Esto también se vincula con lo que pasa en la actualidad en los escenarios, por eso nosotras apoyamos la ley de cupo en conciertos, recitales, festivales.

Varias veces, cuando decís la palabra “feminismo” la acompañas de “popular”. ¿Cómo definirías esa concepción?

El feminismo lo que hace es intentar romper las dicotomías, que no te asignen roles por el solo hecho de ser mujer o varón. Y en política este es un problema que atrasa a la hora de la producción del contenido, porque se habla de una conducción que tiene que ser fuerte, que no tengan emociones, y se valoran más las características de uno que de otra, en lugar de ser complementarios.

Yo me considero feminista popular porque creo que a los derechos hay que entenderlos de forma colectiva. Hay una cuestión de género pero también un parámetro mucho más amplio. Las organizaciones militantes, por ejemplo, debemos empezar a entender a la tierra como algo dinámico, y tenemos bastante que aprender de los pueblos originarios para relacionarnos más enteramente ellos.

 

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