Reconocido en Mendoza por ser referente en la lucha por la diversidad sexual, así se define, como activista sexopolítico. Es sociólogo y militante de la organización Clik. El pibe que se bancó desde pequeño expresar libremente ser gay cuenta cómo el barrio San Martín determinó su vida y militancia. Luchador, amigable, divertido, sonriente, extrovertido, con una gran sensibilidad por la vida de les otres. Tímido con las fotografías. Sin embargo, no dudó un segundo de la hora y media de charla, en permitirnos ingresar a su vida para conocerla en profundidad.

Por Mariana Olguín | Fotos: Cristian Martínez
Fotos familiares: Gentileza de Marito Vargas

A pesar del calor agobiante, Marito Vargas nos recibe en su casa del barrio Cano de Ciudad y se dispone a una charla amena con matices de voces, silencios y risas. Nos cuenta que sus padres, hoy jubilades, son sanjuaninos y que desde que llegaron a Mendoza se alojaron para siempre en el barrio San Martín.

En la popular barriada de trabajadores, construido por la comunidad y donde realizó una gran obra el cura Macuca Llorens, nació el Marito y creció junto a sus tres hermanes mayores. Fue bautizado de niño en la iglesia católica, aunque se manifiesta ateo desde su paso por la universidad. Gracias a relatos de su familia y vecinos comenzó a reconstruir y revalorizar la obra de Llorens, quien además fue amigo de su abuelo, y a reivindicar la organización comunitaria del barrio.

“Te determina ser de donde sos porque queda el compromiso”, nos dice el activista marcando un punto de partida, a la vez que reconoce la necesidad de las herramientas de la Sociología para combatir la desigualdad que se vive en el barrio.

¿Cómo me puede gustar uno igual que yo?

Las familias son esenciales para generar la seguridad que uno tiene en la vida. Para Marito, ese pilar sostenido por la Ramona, su madre, fue crucial. “Soy el hijo puto que toda madre quisiera tener”, manifestó entre risas y expresó los increíbles vínculos que se tejen entre ambos. Ni en la niñez ni en la adolescencia tuvo inconvenientes para expresar su orientación sexual. Siempre demostró una capacidad para dirigir grupos y eso lo salvó cuando descubrió su diferencia en la pubertad. Se dio cuenta de que le gustaba uno igual y ese fue su mayor conflicto. Por entonces, Mendoza estaba entre las provincias con más asesinatos de gays.

Un informe realizado por la Comunidad Homosexual Argentina en 1998 muestra los crímenes de odio que se daban con frecuencia en la Argentina de los 90, y Mendoza no era la excepción. Entre leyes restrictivas y “una policía que perseguía a los putos”, Marito definió su sexualidad. Sin embargo, la secundaria en la escuela Borghi la pasó sin grandes inconvenientes.

Un pibe de barrio en la Universidad

El pibe de “El San Martín” fue uno de los primeros jóvenes del barrio en llegar a la Universidad. Marito recuerda su ingreso a la carrera de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo en el año 1997, con el menemismo en el gobierno. Un ingreso muy raro a una facultad que excluye desde el lenguaje, que no está preparada para chicos y chicas de barrios populares, y “donde hacen todo lo posible por remarcártelo todo el tiempo”.

Sin embargo hoy, el sociólogo sexopolítico está convencido de que eligió la carrera y facultad acertadas porque, desde su ingreso, empezó a militar en agrupaciones estudiantiles. En la universidad vivió la crisis del 2001. Ese fue un momento clave para cuestionar la realidad desde su profesión.

Resignificar el arco iris de la Diversidad

En el 2004 se formó la primera organización LGTBI de Mendoza, Vanguardia Queer, inspirada por el movimiento LGTB que se gestaba en EEUU. Marito fue uno de los que comenzó a convocar a las reuniones en la Casa por la Memoria en la Capital. Así lograron vincularse con referentes de otras provincias y conocer a su gran amiga Lohana Berkins.

Los movimientos instalaron una nueva agenda en diferentes organizaciones sociales y partidos políticos. “Lo que no existe no puede pedir derechos, siempre aspiro a que sean visibles, aunque son procesos personales, no debe ser una obligación. Los derechos deben ser defendidos en la calle para que la gente se sienta representada”, sostiene Marito repasando aquellos años y comenta la influencia de Néstor Perlongher, sociólogo y militante LGBT, quien advertía: “no vaya a ser que pasemos del calabozo al boliche sin pasar por la calle”.

Una de las tareas del movimiento implica resignificar el arcoiris, impuesto como nicho de mercado por el capitalismo, como es el caso de la Vendimia Gay. Para Marito la bandera del arcoiris tiene que estar en cada uno de los sindicatos, en cada marcha, porque los putos, las travas, las lesbianas, son trabajadores y participan en las organizaciones obreras.

Su trabajo con Lohana Berkins y el vínculo que generó con las travestis en zonas prostibularias, a partir de la Agrupación 15 de julio, lo llevó a plantear su posición crítica respecto del debate acerca de la prostitución. Él se define sin tapujos como abolicionista: “Lo que yo vi es que la prostitución es muerte”. Y no acepta la postura que afirma a esta práctica como una profesión. Entiende que las pibas no tienen nada para elegir en un mundo donde el consumo, la prostitución y las adicciones vienen juntas. “Por eso es necesario modificar a la familia, y pero para ello necesitamos educación sexual integral, que en las escuelas se hable del tema”.

El matrimonio nos sirvió para existir

Durante la década kirchnerista nuestro país fue vanguardia de Derechos Humanos en el mundo por la aprobación de las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género. Marito nos cuenta que con el matrimonio igualitario se plantearon grandes discusiones en el colectivo. Se sostenía la postura de que era una demanda burguesa, pero se apostó a la visibilidad. Reivindica que el debate sirvió para que se hable de la existencia de las personas de diferentes sexos en todas las mesas argentinas.

“El fuego lo purifica todo y a ustedes hay que quemarlos”, recuerda -entre risas- que le dijo una anciana mientras hacían una actividad en la Plaza Independencia. En contraposición mostraron un discurso que no era de odio, por eso considera que ganaron socialmente frente a la movilización de las iglesias católica y evangélica.

Por otro lado, la ley de Identidad de Género, además de incorporar derechos, garantizó que no fuera necesario el diagnóstico de disforia de género por un psiquiatra para conseguir el reconocimiento.

Momento de resistir

Las medidas del macrismo -denuncia Marito- atraviesan al colectivo porque impide avanzar con otras demandas. Estos modelos económicos y políticos antipopulares, que van contra los trabajadores, aumentan también la represión y el colectivo LGTBIQ es uno de los más perjudicados.

En este sentido, el militante apuntó contra el protocolo nacional para detención de personas del colectivo LGTBIQ y el Registro Único de Diversidad Sexual que intentó imponer el radicalismo en Mendoza. “No es una cuestión inocente, tiene que ver con fortalecer el estado de control y policial que han planteado desde que llegaron”, sintetizó el pibe de barrio mirando con el cristal de la Sociología.

En tiempos difíciles y tristes como los que se viven, además de resistir, el activista de la libertad, la igualdad y el cambio apuesta a resguardarse en los afectos, nos confiesa que está de novio con un rubio peronista que estudia Filosofía y cuenta con optimismo que “tenemos que prepararnos para recuperar todo lo que se pierda durante estos años”.

“Hoy nos toca resistir porque nuestros derechos están en peligro todos los días, pero seguiremos luchando para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”, nos dice Marito, minutos antes del largo abrazo de despedida.

 


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