Pañuelos verdes, pañuelos verdes, por donde camines pañuelos verdes. Atados al cuello, a la muñeca, a la mochila. Símbolos de una verdadera revolución, símbolos que vinieron a romper con estereotipos, con siglos de opresión.

Por Milagritos Contreras

Foto: Seba Heras

El patriarcado ya no festeja, porque se siente desenmascarado, desestabilizado, fracasado. Junto al capitalismo, su socio indiscutible, ya no logran controlar el cuerpo de las mujeres, porque ellas hoy exigen que las dejen decidir. Acuerpadas, hermanadas, se sienten invencibles frente a esa bestia que se creía intocable, omnipotente.

En un intento de ocultamiento de la realidad, la Iglesia Católica, cómplice de numerosos abusos sexuales a menores, desesperada, reúne a sus súbditos y fieles para que clamen por las “dos vidas”, pero el discurso se cae a pedazos, porque su debate queda chato ante los ojos de muchos. Entonces se exacerban los ánimos y recurren a la violencia física, porque la más cruel, la simbólica, la instalaron hace siglos pero hoy se está derrumbando. Golpean, escupen, amedrentan a quienes piensan distinto, sin darse cuenta que así refuerzan su doble moral.

Foto: Coco Yañez

Le temen a la llegada de una inmensa marea verde, que rompe con los gritos y llantos enmudecidos de tantas que ya no están por practicarse un aborto clandestino. Ya no más, se las escucha decir, ni una muerta más, que sea ley el aborto legal.

A la par llegó otra marea naciente, la habían parido todas aquellas que ya vociferaban por justicia social, una marea tan bravía como la anterior, dispuesta a esparcirse por todos los rincones de nuestra nación, había llegado la revolución de las hijas.

Las pibas portaban su pañuelo, con glitter en sus rostros, con su energía verde y llena de esperanza. Revolucionaron instituciones, medios de comunicación, se plantaron en las plazas, marcharon por las calles, y exigieron educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.

Foto: Cristian Martínez

Las nietas y las bisnietas de todas las brujas que no pudieron quemar, hoy están aquí, en carne y hueso, poniendo el corazón en cada lucha, haciendo un llamado a un Congreso revolucionado, para que convierta este pedido en una nueva ley.

Nuestras ancestras ya nos marcaron y guiaron por el camino del amor, la esperanza y la justicia. La lucha feminista nunca será en vano, porque esta inmensa marea verde, estas mujeres valientes, estas pibas creativas, estas guerreras imparables son consecuencia de aquel tejido trasgeneracional de sabiduría.

 

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