El Colectivo por la Restitución de Derechos a Sobrevivientes del Próvolo se concentró este domingo frente a la Legislatura para mantener viva la memoria y la lucha, a un año de que se conocieran los primeros testimonios sobre abusos sexuales en el instituto de educación privada de hipoacúsicos.

Crónica fotográfica: Fabián Sepúlveda
Texto: Marcela Orellana

Cada vida humana es un misterio. Y el trazado de ese itinerario que podríamos traducir en líneas de tiempo y en mapas, lo es más. Hace casi un año mi vida cambiaba. Un tajo súbito abrió un tiempo largo y hondo, un pozo negro de horror y asco crecientes. El próvolo, ese sinónimo de dolor, de vergüenza, de infierno marcaba en mi propia línea del tiempo un hito de estallido, de robo, de ultraje. Un “a.P” y un “d.P”. Un antes y un después del Próvolo para siempre.

 

 

 

Por mi muro de facebook, mis chats de whatsapp, mi agenda y mis conversaciones pasaron las noticias, las reflexiones, las notas que pude escribir cuando salí del horror que me robó el aliento y la palabra. Pasaron las fotos de un coraje compartido. Las invitaciones a los diecinueve. El reclamo unánime de lxs algunxs unidxs en la pena y en la repulsa. Pero en mi muro de facebook y en los chats del whatsapp, mi agenda y mis conversaciones también están los silencios y las ausencias cómplices de quienes a pesar de amarnos, no pueden acompañarnos hasta esta baldosa de lucha donde Mariángeles y yo nos paramos abrazadas e interpeladas por el recuerdo de aquel tiempo de 2008.

 

 

 

Ese tiempo en que al atravesar el portal de la calle Boedo, un jardín magnífico nos adentraba en la panza misma del infierno. Un infierno que por meses fueron atisbos, ese “le está costando adaptarse”, ese “algo pasa ahí”, esa duda carcomiendo cada vez que el transporte se la llevaba anticoagulada y frágil. Ese infierno fue malestar, lágrimas, vómitos y la súplica repetida de los últimos domingos por la tarde ante el uniforme ya planchado: -Próvolo no, Mamá, próvolo no… La voz de Kumico enojada e hiriente. Las señas que avisaron de los golpes. Ese infierno fue solo corazonada del que nos rescató el cielo de otra escuela adonde regresar sería la fiesta que fue y es todavía.

 

 

 

Sé que esta pena es compartida por decenas que nos quieren, sé que la muestran como pueden pero hoy los invito a dejar que lxs lleve hasta Peatonal y Patricias, hasta ese corazón de Mendoza tantas veces fotografiado con escudo y montaña al fondo. Dejen que la pena y el asco los lleve a las seis de la tarde a pararse al lado de lxs muchxs otrxs que un día atravesaron esos portones de la calle Boedo sin saber que estaban entrando a la panza misma de un infierno que partiría en dos sus vidas.

 

 

 

Hoy resistimos y reclamamos agarrándonos de esa cuerda gorda que es el cariño y la batalla de cada día después del Próvolo. Resistimos y reclamamos encontrándonos en el llanto, la rabia y el asombro reestrenado ante noticias y comentarios, genuflexiones, silencios, testimonios, decisiones, alegatos, indiferencias, declaraciones, mentiras y complicidades. Resistimos y reclamamos en el calor de la lucha de esas mujeres y de esos hombres que no se callan, que no se ahorran ni el abrazo, ni la palabra, ni el tiempo que le roban a su propia vida para venir a pararse al ladito de sobrevivientes, madres, padres, hermanos y hermanas, amigos y amigas.

 

 

Se paran a nuestro lado con ideas, proyectos, voluntades que cuenten cómo se rompe el silencio alzando manos y voces, alzando la fe en lo que hay que hacer y el coraje de buscar justicia y verdad. Nos aferramos a la fe de esos hombres y esas mujeres que desde el día después del Próvolo nos abrazan cuanto pueden y nos muestran que otros corazones nos han bienvenido, y que por el tamiz de las contradicciones han pasado solo unos pocos de lxs muchxs que nos quieren.