En aras de la supuesta productividad económica, inútil han sido distintos intentos por combatir una de las costumbres más arraigadas a nuestra cultura: ¡La siesta!, tan menduca como universal. 

Fotos: Seba Landi

Desde el fondo de la historia se oyen los sonidos y silencios de la siesta mendocina. Prueba de ello es el relato que nos dejó el inglés Francis Bond Head, quien visitó la provincia en 1825. “Al pasar por algunas casas siempre oía ronquidos y, pasada la siesta, con frecuencia me divertía mucho viendo el despertar de la gente, porque hay infinitamente más verdad y placer en mirar así las escenas de la vida privada que en hacer observaciones formales sobre el hombre vestido y preparado para su representación en público”, narró para la posteridad el visitante nacido en Hermitage.

Con fragmentos de ese texto histórico e imágenes de siestas mendocinas, argentinas y mundiales, te invitamos a recorrer esta crónica fotográfica.

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Plaza San Martín (Mendoza)

 

Neuquén (Argentina)
Neuquén (Argentina)

“La gente generalmente se acuesta en el suelo pelado o piso del cuarto, y el grupo es a menudo divertido”

Londres (Inglaterra)
Londres (Inglaterra)

 

Toledo (España)
Toledo (España)

“Vi cierto día un viejo (de la gente principal) profundamente dormido y dichoso. Su anciana esposa estaba despierta y sentada en cómodo deshabillé, rascándose, mientras su hija, lindísima criatura de diez y siete años, estaba también despierta, pero acostada de lado besando un gato”.

París (Francia)
París (Francia)

 

París (Francia)
París (Francia)

“Por la tarde la escena empezaba a revivir. Se abrían las tiendas; numerosas cargas de pasto se veían transitar por las calles, pues el caballo que las lleva va completamente oculto. Detrás de la carga un muchacho en ancas y, para subir y bajar, trepa por la cola del animal. Pocos gauchos a caballo, vendiendo fruta; y se ve a veces un mendigo jinete, sombrero en mano, cantando un salmo melancólico”.