Hoy: Sancho y el florecimiento de un nuevo ismo

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

 

“Vivimos en una montaña justo en la cima, hay una bonita vista desde lo alto.

Cada mañana camino hacia el filo y tiro pequeñas cosas al vacío, como trozos de carrocería, botellas o cubiertos, o cualquier cosa que encuentre por ahí,  eso se ha convertido en un hábito, en una forma de comenzar el día.

 Y paso por todo esto antes que despiertes, y así me siento feliz de estar a salvo aquí con vos.”

Björk

Estamos conversando muy cómodamente con Sancho en la sala de estar y no sé por qué mi discurso se llena de ismos para intentar explicarle no recuerdo qué movimiento artístico. Podría haber utilizado otros conceptos, pero los pleonasmos son mi debilidad en ciertos momentos de la jornada. Ya es de noche y hace frío, el perro bosteza y luego me pregunta por qué hay tantos ismos como palmeras en el planeta. Debe ser que tenemos la necesidad imperiosa de acomodarnos a los ismos que nos convengan, que nos gusten, que nos identifiquen y por qué no, que nos sean rentables, le respondo. Son como clubes a los que adscribimos durante distintos momentos de nuestra vida, agrego. Y qué significan los ismos, pregunta Sancho para darle alguna dirección a la charla. Bueno, le digo carraspeando, los ismos surgen para cuestionar al statu quo del momento, trascendiendo luego los límites establecidos por anteriores ismos, para formar parte de lo establecido durante un período de tiempo y luego ser derrocados por otros ismos. Algo así como los paradigmas en la ciencia, de Thomas Kuhn, enuncia epistemológicamente el canino. Algo así, me limito a contestarle. Cómo afectan los ismos en nuestra vida cotidiana, me pregunta Sancho con los ojos entrecerrados. Nuestros cuerpos están atravesados y moldeados por esos simples sufijos de origen griego que permiten la formación de distintos sustantivos, le digo casi morfológicamente. Cierro mis ojos cadenciosos y comienza así una ida y vuelta de ismos y conceptualizaciones subjetivas y disparatadas que podrían hacer vomitar a todos los miembros de la Real Academia Española si esa fuera nuestra intención, pero de momento no lo es, de hecho no nos interesa para nada ni lo real, ni lo académico, ni lo español. Cubismo: movimiento artístico que se caracteriza por la utilización de formas geométricas en las artes plásticas. Humanismo: paso del modo de producción feudal al capitalista y que coloca al humano con pene como centro del Universo. Maniqueísmo: extrema derecha y extrema izquierda con un precipicio oscuro en el medio. Nazismo: adoración exacerbada hacia un señor con los bigotes un poco cortos y que no es Chaplin. Stalinismo: adoración exacerbada hacia un señor con los bigotes más largos y que no es Nietzsche. Monoteísmo: economía malintencionada de dioses. Ateísmo: conjunto de necios dueños de una verdad por antonomasia que no existe. Peronismo: nunca me cayó tan mal como parece. Vanguardismos: jaja, inventos jocosos de entreguerra. Comunismo: casi me afilio en el noventa y nueve, pero tuve que optar entre la Revolución o el bar. Romanticismo: es el tercer álbum de una trilogía de Luis Miguel, luego de Romance I y II. Cinismo: permite reírme de la muerte sin tanta culpa, es además la única manera que tengo de burlarme del poder y de la Tanatopolítica. Anglicanismo: doctrina cristiana de una monarquía para no obedecer a otra monarquía, son los más tibios.  Atomismo: es la única y absoluta certeza de que soy el esperma ganador que llegó al óvulo, el milagroso clinamen. Deconstruccionismo: tengo miedo que todo sea un simple desmonte superficial. Y en qué ismo colocamos lo Queer, me consulta el can. Ah, digo tocándome la barbilla y abriendo poco a poco los ojos, lo Queer no se vanagloria de ningún ismo, su punto de partida es el insulto, la abyección; por eso se apropia de esa nominalización injuriosa para hablar, con nuevas gramáticas y lenguajes, de las prácticas del subalterno, de los distintos regímenes que operan sobre esos cuerpos patológicos y anormales que deben ser exterminados según una larga lista de ismos. En nuestra incólume postura contra la interpretación, entendemos con el animal que filosofar no debe ser parte de un dogma, sino desde un pacto ficcional dentro de este conjunto de ficciones políticas vivas que son presentadas como supuesta realidad y verdad, en las que convivimos con infinidad de ismos mientras creemos que elegimos libremente, pero las cartas ya están bajadas de otra manera. Dadas todas las definiciones que hemos venido dando desde hace más de treinta minutos, dos copas de vino de mediana calidad y cuatro cigarrillos negros en el frío patio, Sancho ensaya su definición para un nuevo ismo, el Mafaldismo, como una doctrina filosófica, política y artística, o simplemente un conjunto holístico del ciudadano republicano de la clase media biempensante y medianamente instruida, con cierto capital cultural y social, que está en contra de lo que él considera los antivalores universales de la humanidad, rifando su conciencia de clase al gobierno de turno que le diga la mentira o la verdad más bonitas, dentro de los límites de lo políticamente correcto. En el todo y la nada, y bien en el fondo de algo que puede denominarse realidad, todos los ismos a nuestro alcance convocan de una u otra manera al Mafaldismo. Che, el último cigarrillo y a dormir, le enuncio a Sancho con tono admonitorio, que mañana temprano debemos acoplarnos al Fordismo donde ya tenemos nuestra tarea asignada. Por eso creo que habitar la patraña de un ismo es como acostumbrarse a la ausencia de alguien o como vivir menos solo entre los demás.

 

+Sancho y todo lo demás