Hoy: Sancho y esos raros peinados nuevos

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

Una pastilla te hace más grande y otra pastilla te hace pequeño, y las que te da tu mamá no hacen nada.

Andá a preguntarle a Alicia cuando mide diez pies de altura. Y vos te acabás de comer un hongo y tu mente se mueve hacia abajo, andá a preguntarle a Alicia, yo creo que ella sabrá. Cuando la lógica y las proporciones caigan muertas, recordá lo que dijo el lirón: alimentá tu cabeza”.

Jefferson Airplane

Toso y limpio mi garganta en medio de una lectura aburrida. Canturreo: “noche fiel, yo sé que vos también leés Baudelaire, gran ciudad yo sé que vos también querés beber”. Echo humo por la nariz. Dejo caer el libro. Miro a Sancho lamiéndose los genitales de forma estrambótica. Busco distractores, mi teléfono. Veo una foto que me envía un amigo en la que está con sus dos hijos mayores. Conozco a esos pibes desde hace tiempo. Ambos son músicos. El mayor hace rock, el que le sigue, trap. Uno tiene el pelo color verde y el otro amarillo. Me gustaría ser como ellos. Pienso en esos raros peinados nuevos ¿Pensarán ellos  en nuestros raros peinados viejos? Voy al interior de la casa y le muestro la foto a Clara que también ha encontrado distracción en su teléfono. Miro el raro peinado de mi hijo que recién se ha levantado de una larga siesta y salgo al patio. Sancho manifiesta tener hambre. Observo el reloj. Todavía es temprano para cenar ¿Tiempo? Para ganar tiempo le muestro la foto digital al canino y lo invito a pasear. Son músicos, le digo mientras vamos saliendo de la casa ¿Tienen talento?, me pregunta Sancho. El talento es pura suerte, le respondo. Está bien, continúo, el talento está o no está, pero si la suerte lo acompaña es mucho mejor. Enciendo un cigarrillo. Sancho se da cuenta que la caminata se va a tornar más extensa de lo habitual. No sé por qué quiero encastrar una pieza dentro de otra sin ningún sentido aparente. Vemos varios grupos de jóvenes. La experiencia es el conocimiento, es lo que ya pasamos, en cambio, la vivencia es la información inmediata, es el presente, le digo al perro señalando con los ojos un corro de adolescentes. El animal me mira y se va trotando al pie de un enorme árbol para levantar su pata. Eso sería como la diferencia entre ser un turista o un peregrino en nuestro paso diario, me dice volviendo desde árbol que utilizó como baño. Claro, habría que prestar especial atención a esa información inmediata que traen los más jóvenes, enuncio. Ojalá, dice Sancho, porque lo que han hecho tu generación y las anteriores no es muy alentador… Qué gracioso, pienso, un ser inferior en la cadena jerárquica de racionalidad me incrimina de alguna extraña manera como responsable de ciertos males de la humanidad por el solo hecho de pertenecer a una generación mayor que una y menor que otra. Entonces inmediatamente le atribuyo la insensatez de observar el paso del tiempo como un simple recorrido lineal. No quiero ser para nada un yo loopeado a lo largo del tiempo como en una pieza musical de Stockhausen, necesito al menos una pizca de observación contemplativa dentro de la grieta que hay entre lo que ya fue y lo que todavía no es. Mientras el animal moja contentísimo sus patas en una angosta acequia, le digo que hay una estructura que nos indica todo lo que se debe enseñar a las generaciones venideras, pero no podemos detenernos a pensar que quizás en toda ese flujo de información que ellos traen podamos hallar algo de lo que estamos buscando. Si fuera tan fácil actualizarse como lo hacen los teléfonos…, pronuncio, y luego le digo que cómo vamos a explicarles a estas personas jóvenes algún concepto de verdad, si nuestras verdades están fundadas en sistemas filosóficos complejos leídos en fotocopias de fotocopias de viejos libros ¿Sentís culpa generacional?, me pregunta Sancho. No seas idiota, le respondo, a veces sos tan esquemático que pensás que los habitantes de Europa del Este están todos los días borrachos haciendo alguna revolución porque así lo has visto en las películas de Kusturica. Mirá Sancho, continúo, no es que me preocupe la vejez, aunque el pelo ya es ostensiblemente más débil en la zona de la coronilla y las canas están plateando poco a poco mis sienes, pero si ya fuimos expulsados del paraíso de la juventud por morder la manzana de la experiencia, ¿por qué seguimos en la terquedad de querer encontrar nuevamente ese edén por nuestra cuenta?, deberíamos tener la sapiencia suficiente para alejarnos de la visión pacata y conservadora propias de las generaciones mayores, para luego acceder a la absoluta fe en la inmediata información de lo que vendrá. Desde la Antigüedad, la Infantería como monopolio de los jóvenes, de los inexpertos, de los que no son parte de la nobleza, ha sido la fuerza de combate ofrecida como carne de cañón al enemigo de turno. A lo largo de la historia hemos escindido a nuestros jóvenes enviándolos al frente de batalla, a las trincheras, a tentar la suerte entre la vida y la muerte, y en el fondo no se les ha revelado ninguna verdad. Ahora nos sorprende que nuestros jóvenes se hayan escondido con armas en los lugares más sucios y oscuros que han logrado encontrar, esperando la orden precisa para atacar, para demoler las estructuras anquilosadas, el cura, el padre, el político, el maestro, el juez, el policía, el patrón, la información que ellos traen puede más que toda nuestra grandilocuencia que no hace otra cosa que criminalizar la juventud, ese es nuestro deporte favorito en el que nos creemos dueños de una verdad que no poseemos. Seguís con culpa generacional y creo que se va agravando minuto a minuto, insiste Sancho en su posición, pero con menos ironía. Puede que sí, puede que no, le contesto, puede que escuchando Fats Waller me distraiga un rato. Puede que intente escuchar algo de música creada y ejecutada por jóvenes para ver si entiendo algo. O puede que finalmente entienda que el paso del tiempo no solo se percibe en los huesos. Vamos a casa que ya es hora de cenar, le digo a ese perro gigante y negro que mueve su rabito de una lado a otro como barriendo el piso. En fin, la cruz del tiempo la sufrimos todos, pero hay tiempo, siempre hay tiempo, y si no lo hay, en realidad qué importa.

+Sancho y todo lo demás