Hoy: Pancho y todo lo demás (A Niño)

Por Manuel García
Fotos: Ser Shanti

“Ella habla con las aves, ella habla con los ángeles, ella habla con los árboles, ella habla con las abejas. Ella no habla conmigo. Habla con el arcoíris y los océanos. Ella habla con los árboles. Ella no habla conmigo…”

Ramones

Por casualidad leí anoche una serie de crónicas semanales tituladas Pancho y todo lo demás publicadas en un Diario Digital español, en las que un padre de familia mantiene conversaciones con su perro Bóxer. Las lecturas me parecieron sumamente frescas e inventivas, y a la vez me recordaron a libros que fueron llevados al cine, como My dog Tulip, de Joseph Randolph Ackerley, o Marley and me, de John Grogan. Esta mañana, antes de ir al trabajo, imprimo algunas crónicas y una fotografía en color del perro protagonista de los relatos, y mientras Sancho toma sol panza arriba en el patio, voy colocando uno al lado del otro seis textos impresos en hojas A4, sostenidos por piedras pequeñas y de colores para que no se vuelen. Luego me dirijo al interior de la casa entretanto Sancho comienza a leer. A los pocos minutos salgo a fumar un cigarrillo y él me mira descorazonadamente diciéndome: apagá todo, la computadora, el teléfono, el microondas y desconectá la luz, estamos en la mira. Me parece que te estás poniendo paranoico, le digo en tono admonitorio. Nos están observando, me dice tartamudeando, es necesario reiniciar todo en este momento, hoy no vayas a trabajar por favor, el biométrico que escanea los algoritmos de tus rasgos faciales va a seguir robándote información. Sancho pará un poco, le digo. ¡No!, me responde, deberías dejarte la barba y teñirte el pelo para distraer al vigilante y ganar tiempo, es más deberías fumar el doble de tabaco diario para lograr cambios significativos en tu voz y eludir al guardián. Ay mi querida bestia negra, le digo con toda la paciencia del mundo, esto ya te lo he explicado reiteradas veces, si bien el clásico panóptico de Bentham no ha desaparecido, se ha transformado de alguna manera en un consenso vehemente, en un descomunal cúmulo de positividad, en una clara contrapropuesta a la tradicional violencia trasformadora del conflicto. Por eso el excesivo entrecruzamiento de la comunicación que parece ilimitado, continúo, no es más ni menos que esa positividad que exige mostrar a cualquier precio las intenciones ocultas y manifiestas, en resistencia a esa negatividad que traba el flujo de la información, porque ya se sabe que lo extraño siempre es una piedra en el zapato. Mientras me dirijo a la parte delantera de la casa para cortar la luz por unos minutos y calmar de esa forma la insostenible ansiedad del canino fundada en ideas absurdas y obsesivas, producto de la esporádica lectura de unas crónicas escritas en la península ibérica, le hago la siguiente pregunta: ¿vos pensás que entre los siete mil quinientos millones de personas que habitan el Planeta Tierra, soy el único tipo que habla con su perro? Sancho me mira y cierra sus ojos. Ese can llamado Pancho, le digo mirando la luz apagada de la heladera, es un personaje de ficción, como Fido Dido de 7 UP o los ponis o Papá Noel para los niños pre escolarizados. ¡Pancho es un gilipollas!, grita mi perro Rottweiller. No seas cruel, le respondo, según las fotos ligadas a los textos parece ser un perrito tierno, si hasta me recuerda al Gran Duque Blanco David Bowie. En una crónica de mediados del año 2018 titulada Pancho y su particular modo de ver, el narrador comenta una anomalía en los ojos del canino español o heterocromía de forma adorable y hasta científica.

Ese perro es una mala fotocopia de Rin Tin Tin y Lassie, dice Sancho con encono. Bueno, le digo, el viejo kalos kagathos griego se basa en colocar la belleza y la bondad dentro de un mismo concepto, y al parecer el narrador es un chaval que admira mucho a su mascota. El Deutscher Boxer fue una raza canina de gran importancia durante las dos Guerras Mundiales, con gran habilidad para enviar mensajes en el Ejército alemán y para recoger cuerpos de soldados heridos, le comento a Sancho para amenizar su animadversión. ¿Cómo podemos pensar que en este régimen escópico, donde la idolatría de las imágenes es nuestra moneda corriente, donde accedemos a diario a un exhibicionismo patético y pornográfico, donde el robotismo del like es considerado un ejercicio sano y donde la parodia de la amistad aplasta al antiguo dogma de la amistad, alguien nos vigila y habla de nosotros desde otro continente?, dejate de pavadas Sancho, le señalo, y convertite en hereje para liberarte de la coacción de la conformidad. Las Apps y las redes sociales son sofisticados sistemas de monitoreo que actualizan y alimentan algoritmos, por eso la vigilancia se concreta en la medida en la que estos esquemas se pluralizan, dando lugar a sujetos pasivos y activos. Sancho gruñe y se va furioso al patio para destruir los papeles que descansan sobre el pasto. Mientras cavilo en la buena fortuna de haber nacido analógico para morir digital, el cartero golpea con furia el portón. El hombre me entrega un sobre que leo sin ninguna sorpresa, donde se me notifica acerca de una infracción vehicular consistente en conducir utilizando celular / auricular por la Avenida Presidente Figueroa Alcorta al 7109 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el día tres del corriente mes. Lo curioso del caso es que del bolsillo trasero de mi pantalón extraigo una multa que trajo el mismo cartero hace una semana en la que se me sanciona a pagar cierta cantidad de dinero en Unidades Fiscales por infringir el Código Contravencional de la Provincia de Mendoza el mismo día tres del mismo mes, por el motivo de pasear con Sancho sin correa ni bozal en el espacio público de Godoy Cruz. ¿Es posible que haya sido bendecido con el don de la ubicuidad y aún no he sido notificado?, me pregunto mirando mi reloj, y elucubrando distintas excusas para dar en el trabajo ante más de una hora de retraso. Pienso además en el rictus de Clara al momento de anunciarle que soy beneficiario de dos multas que van a afectar exponencialmente nuestra economía familiar sostenida por dos salarios, pero sobre todo pienso en prestarle más atención a las teorías conspirativas de Sancho, y en abandonar intempestivamente la incipiente lectura de las crónicas españolas tituladas Pancho y todo lo demás que tienen como protagonista a un perro bóxer, blanco y heterocromático.

+ Sancho y todo lo demás