Hoy: Sancho tras una cortina de humo

Por Manuel García
Fotos: Ser Shanti

“Me levanto a la hora que quiero, excepto los miércoles cuando me despierta bruscamente el camión de basura. Me pongo los pantalones, me sirvo una taza de té y pienso en irme de casa. Les doy de comer a las palomas y a veces a los gorriones, y eso me da una enorme sensación de bienestar. Y luego soy feliz por el resto del día, sabiendo que siempre habrá una parte de mi corazón que será devota a todo esto. Toda la gente, tanta gente, todos van de la mano con su parklife.”

Blur

Es domingo a mediodía y me doy a la tarea de cocinar carne a las brasas. La combustión hace llorar mis ojos. Sancho me hace compañía soportando la humareda. A los segundos enciendo un cigarrillo. Me abstraigo observando las primeras llamas. ¿Por qué fumás?, me pregunta Sancho y su interrogación me recuerda a los reproches de una tía durante mi adolescencia. Le respondo que el tabaco es una droga estimulante y sedante a la vez. El perro me observa insatisfecho con la respuesta. Cualquier pelmazo puede hablar mal del tabaco, le digo, porque los argumentos son muy cómodos de sostener desde un punto de vista higienista con una cuasi terminología científica digna de una revista Muy Interesante. El tabaquismo y sus componentes perjudiciales como el alquitrán y las sustancias cancerígenas han sido relacionados con al menos diecisiete tipos de carcinomas, me dice el perro como de memoria. ¿Y eso quién lo señala?, le pregunto sabiendo la respuesta. La Organización Mundial de la Salud, expresa fehacientemente. ¿Y vos le creés a esa gendarmería de la farmacológica mundial?, es difícil creerle a una institución que recién en 1990, le digo, resolvió quitar la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. En ese momento Clara se acerca a la parrilla con una copa de vino y fumamos un cigarrillo a medias, luego me besa con sus labios taninos y regresa al interior de la casa con nuestro hijo que dibuja con acuarelas y baila las canciones del payaso de moda (*). El tabaco es un producto agrícola surgido de las hojas de la Nicotiana tabacum que desde antaño despierta polémica, le expongo al perro que se rasca una oreja, hay quienes hablan del mismo como un componente sagrado en ciertas ceremonias encabezadas por chamanes indígenas, más interesados en la salud que en la enfermedad, a diferencia de lo que sucede con los descendientes directos de Hipócrates. Las primeras prohibiciones se dieron en Europa, de hecho un compañero de los primeros viajes de Cristóbal Colón fue encarcelado por la Santa Inquisición acusado de brujería por echar humo por la boca. Pero la primera campaña antitabaco de la modernidad se dio durante el nazismo, ya que los científicos de ese régimen fueron los primeros en relacionar el hábito de fumar  con el cáncer de pulmón. Der Führer había sido fumador, pero luego abandonó el vicio aduciendo que era un derroche de dinero y una acción decadente, y durante gran parte de la década del treinta y principios de los cuarenta, el Partido Nacional Socialista condenó el consumo de tabaco por medio de la Asociación Alemana Contra el Tabaco para la Protección de los No Fumadores, con campañas como “Salud del pueblo” o el “Deber de estar saludable” con el apoyo de las Juventudes Hitlerianas y la Liga de Muchachas Alemanas, que en los primeros años fueron un fracaso pero que al final del régimen surtieron algunos efectos demostrados por la estadística, con algunos argumentos como que los judíos eran los responsables de introducir el tabaco y sus efectos nocivos y que controlaban la industria desde Ámsterdam, en detrimento de la higiene racial y la pureza del cuerpo ario, le expreso al animal. ¿Y qué hay del fumador pasivo?, pregunta Sancho. Ese, mi fiel mascota, es un concepto acuñado en ese tiempo, der passivrauchen, enuncio en un pésimo alemán. Por eso el prohibicionismo y el higienismo, continúo, van de la mano con cruzadas coercitivas que atormentan la vida del adicto que consume un producto legal, pero no logran bajar el nivel de uso, porque la venta de tabaco es a las claras un negocio redondo para la industria del humo que se llena de dinero y para el Estado que utiliza el producto agrícola como beneficio contributivo ya que los tabacómanos le pagan al fisco quince de cada veinte cigarrillos que fuman. Por otro lado, los jóvenes, que tienen poco pasado y mucho futuro, le digo mientras coloco la carne vacuna sobre la parrilla, son el blanco de la manufactura del tabaco, ya que la nicotina permanece en la memoria, mientras el discurso de la salud lleva a cabo una exagerada y cómplice campaña de histeria generalizada utilizando al cigarrillo como chivo expiatorio. El aroma a carne asada se vuelve reconfortante y al can le hace ruido su panza. No te estoy diciendo que fumar hace bien, cuando siento el deterioro físico ante cada calada, le enuncio, pero los discursos a favor y en contra del tabaco se debaten con engañosos datos estadísticos; insisto que no intento hacer una defensa a ultranza de la planta sagrada solo porque pertenezco a la masa rumiante que tiene el cerebro dopado con estimulantes y nicotina. El stress mata, le digo, y la polución y la radiación y el alcohol al volante y el azúcar y las grasas saturadas; no creo que a las empresas eléctricas les cause mucha gracia que todos los enchufes posean imágenes con personas electrocutándose, introducidas con la leyenda de “peligro riesgo eléctrico”, o “usted está tomando cirrosis” apuntando a la industria vitivinícola en la etiqueta de una botella de vino, o “trabajar acorta la vida” en la puerta de una fábrica. Mientras corto la carne para llevar a la mesa pienso que cuando abandone el hábito de fumar tabaco mi discurso va a cambiar. En el interior de la casa los tres bípedos almorzamos, entretanto Sancho degusta costillas en el patio. Me quedo callado por un momento. Clara me pregunta qué me pasa. Nada, le respondo. Pero en verdad estoy pensando que cuando Sancho lea el informe de la OMS que le tengo preparado acerca del consumo de carnes rojas y su vinculación directa con enfermedades como el cáncer de colon, quizás el animal me pregunte si el origen etimológico de la palabra colon tiene algo que ver con el marino genovés que creyó haber llegado a las Indias y que vislumbró las maravillas de la planta del tabaco que incluye un alcaloide en proporciones variables, que luego sería llamado nicotina, y yo tal vez le responda que sí o tal vez le responda que no.

 

(*) queremos aclarar con Sancho que estamos totalmente en contra de la industria tabaquera y de los daños que ocasiona, como así también nos oponemos a las peleas de gallos, al calentamiento global y la emisión de gases de efecto invernadero, a la clase parasitaria política, al ingrato enamoramiento de la honradez, al consumo de comida chatarra, al visionado de TV basura, a la falsa postura de lo políticamente correcto, a las prendas de vestir con estampado animal print, al ítem aula, a la discografía completa de La Beriso, al popcorn en las salas de cine, al viento Zonda, a los libros de autoayuda, al entrenamiento excesivo del cuerpo, etcétera y etcétera. Aclaradas estas nimiedades, el lector podrá ascender al asterisco de la crónica para enterarse de que

+ Sancho y todo lo demás