Hoy: Sancho y sus films

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

Como de costumbre Sancho no trabaja, por lo tanto tiene mucho tiempo para leer y ver películas, todo esto cuando no duerme ni come ni pasea ni caga ni mea ni ladra ni mueve su rabito de un lado a otro. Adora el cine europeo y el latinoamericano, pero sobre todo el primero. No sé de dónde le vendrá esa afición. En alguna otra vida debe haber estado emparentada con ese arte que se denomina número siete. Hace algunas semanas llegué del trabajo cansado y con frío y con hambre, dispuesto a ver una película que me había recomendado una amiga. Encontré a Sancho con los ojos lacrimosos sentado frente al televisor observando un largometraje en un canal de aire. Inmediatamente me di cuenta por la banda de sonido que se trataba de un film italiano llamado La vida es bella, de 1997, escrita, dirigida y protagonizada por un actor muy gracioso y trágico a la vez. Le recordé a Sancho que esa joya del séptimo arte forma parte de nuestra filmoteca, que cuando quiera puede volver a verla sin la necesidad que la repitan por TV, segmentada por pautas publicitarias. Entre lágrimas me confesó que había descubierto esa película de casualidad y que no lo molestara, que la cinta estaba a punto de llegar al desenlace y que quería saber por fin si el protagonista se salvaba o no del Holocausto. La narración fílmica estaba doblada al castellano y para su desidia no sólo el personaje principal no se salva, sino que el espectador (en este caso Sancho y luego yo) derrama ríos y ríos de lágrimas ante el visionado del film. Le recomendé como al pasar  Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore y besé a mi hijo que en ese momento se levantaba de su siesta, de buen humor y con el pañal lleno de pis. Sancho me miró y un nuevo ataque de llanto inundó la sala de estar en la que nos encontrábamos. Fui bruscamente contagiado y rompí a llorar. Es curioso pensar cómo el cine nos llega, cómo habla de nosotros, cómo habla de costumbres y de sueños y de fantasías y de nuestra historia y de realidades y de distopías y de miedos y fracasos y alegrías, de sueños no cumplidos y de identificación con los héroes o antihéroes. La catarsis en esa interminable máquina de producir irrealidad. El film finalizó, y es curioso además pensar cómo el cine le gusta tanto a Sancho, quien me pregunta antes de salir a dar su paseo de la tarde si existen nazis en Godoy Cruz, si nos podría llegar a suceder esa tragedia que narra la película. Suspiro tranquilamente y echo una bocanada de humo para no caer en la ironía de un comentario acerca que quiénes nos gobiernan. Lo calmo con un alargado no, mientras le coloco su correa y él un poco temeroso de salir me suplica que nunca lo abandonemos, que nunca dejemos de vivir todos bajo el mismo techo. Parece de película, pero esas son las reacciones de Sancho ante sus films.

 

Sancho y todo lo demás #5