Hoy: Sancho, la poesía y los poetas

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

“Ya tantas veces morí, nunca me puede ir del arte de vivir por encima del abismo”. Gustavo Cerati

Sancho me pregunta por la poesía, por esa economía del lenguaje, por ese modo metafórico de decir las cosas. Intento desviar su pregunta respondiéndole que una cosa son las poesías y otra la vida de los poetas, los auténticos poetas, los que sufren y aman con cada una de las palabras que escriben, con cada minuto que viven y resisten, porque la vida sinceramente les pesa, porque son demasiado sensibles a la belleza que los rodea. Siempre he admirado las existencias de los poetas, tan desmesuradas, tan arriesgadas, tan frágiles e inermes. Ese espíritu adolescente de apostar lo poco que se tiene sabiendo de antemano que ese todo se va a perder por el solo hecho de acceder al éxtasis que quema, y soportarlo, y describirlo y escribir y de esa manera vivir alejados de la sociedad puritana y entregarse sin reservas a los paraísos artificiales y terrenales. Por supuesto que le estoy hablando al animal de los poetas malditos, donde hay nombres que marcaron un antes y un después, entonces le cito algunos que me gusta leer de vez en cuando y que considero verdaderos poetas. Pienso en Poe y en su muerte, en el delirium tremens y en un cuerpo inerte descansando sobre la basura. Comienzo a sacar libros para apilarlos en el suelo. Sancho observa con atención y mueve su cabezota. Leo un verso al azar: “Si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio”. Cierro el libro rápidamente. En esas palabras las ideas de sufrimiento y de libertad van de la mano, como en un río veloz y cargado y turbulento. Le digo al can que el oficio del escritor es una labor de canallas y tontos que no entienden lo efímero, que se aventuran todo por una vaga sensación de inmortalidad. En cambio los que considero verdaderos, son los que se calcinan con la llama de la enajenación, los que viven de manera desenfrenada y turbia, excluida de los convencionalismos característicos de cada época. Le comento además que la lírica es el género literario más difícil de definir y caracterizar, que es una expresión estética que delinea vivencias, emociones, sentimientos, reflexiones a partir de la voz de un yo íntimo, personal y subjetivo, y que por lo general es breve e intensa. El perro quiere saber más. Le hablo de la rima y la métrica como una estructura de metal, pero a la vez tengo miedo de seguir leyendo a los malditos ya que mi hijo anda dando vueltas por el salón y está en un proceso de repetir todo lo que escucha. Hace días dijo la palabra pija que oyó de un amigo y eso a mi mujer no le gusta para nada. Señalándome con el hocico los libros desparramados, Sancho me pregunta si me gustaría que mi hijo fuese poeta. Le contesto concluyentemente que no, que no quiero que viva ese camino suicida de los excesos y de las carencias, del odio y del amor desmesurado, del pesar de amar y no ser amado. Seguimos leyendo lírica maldita con el noble canino, y la frase del poeta mexicano Mario Santiago sigue dando vueltas en mi cabeza y en la de Sancho. Parece que también en la mente de mi pequeño hijo que repite la palabra delirio. Es tiempo de salvarse de la poesía con poesía y en ese instante hago sonar los grandes éxitos de María Elena Walsh, para brindarle al pequeño palabras más acordes a su edad. Le apunto a Sancho que no nos queda otra que salvarnos de la poesía con poesía, es por ello que aún celebro el premio Nobel a Bob Dylan. Pero ese es un poeta que Sancho aún no conoce.

 

+Sancho y todo lo demás