Las calles mendocinas y del mundo se llenaron de mujeres a causa de la conmemoración por el Día de la Mujer Trabajadora. Ni flores ni bombones, marcha y resistencia.

Texto y fotos: Vera Jereb

Desde el comienzo hay una adrenalina que desencadena un cielo incierto. No se podía concebir de otro modo, la naturaleza respondía y acompañaba las voces que este 8 de marzo se elevaron y llegaron al cielo hasta hacerlo tronar.

A la sombra de los márgenes de árboles comienza la marcha en San Martín y Pedro Molina. Las personas se van acomodando en largas filas y hacen parecer a nuestra avenida principal demasiado estrecha para contener tantos rostros, cuerpos, ojos, tanta gente y tanta historia que se escapa de los carteles, se divulga en las miradas y los gritos, en los reclamos y las canciones. Nuestra historia late y se construye a cada paso.

 

 

Una iglesia que nos oprime y condena, un Estado que nos invisibiliza, un sistema patriarcal que nos violenta, una brecha salarial del 27%, un gobierno que no nos reconoce, que ajusta y se regocija en la hipocresía, una desigualdad que crece a cada segundo y es amparada por el poder.

Se lucha por la despenalización del aborto, para decidir sobre nuestros cuerpos, por diferenciar la salud pública de la moral religiosa, por cupo laboral trans y para visibilizar los travesticidios que pasan inadvertidos hasta para los medios de comunicación hegemónicos.

Nos sexualizan, racializan y esclavizan, nos cosifican y la muerte parece seguirnos los pasos: 47 femicidios inauguraron los primeros dos meses de este año. “Señor, señora, no sea indiferente nos matan a las pibas en la cara de la gente”, se escuchó reiteradas veces en la marcha que transitó 15 cuadras de la ciudad.

Paramos. Paramos niñas, adolescentes, mujeres, travestis y trans. Paramos porque no hay miedo que nos duerma ni problemas que nos callen. Paramos por las que ya no están, marchamos para darles vida, para nombrarlas y porque la historia no se hace mirando solamente al futuro, la historia se hace en la marcha con horizonte y camino transitado.

 

 

Paramos porque nos violan, porque no hay educación que nos enseñe qué es el consentimiento, porque no hay un sistema que ampare a la víctima.

Paramos porque si estás en situación de vulnerabilidad económica no tenés voz. Y el viernes todas la tuvimos, todas cantamos y se nos puso la piel de gallina. El 8 de marzo fuimos un símbolo, un camino, una lucha, feminismo que se expande en América Latina. Nos desvendamos los ojos, aprendemos y reconstruimos, nos reconocemos aunque no nos conozcamos, nos abrazamos. Sentimos lo que estamos viviendo, fuimos por un momento la paz de la unión en el ojo del tornado. No estamos solas.

Y aunque contuve mis lágrimas, no pasó mucho tiempo hasta que el cielo mismo se largó a llorar. El patriarcado caerá, el feminismo vencerá.

 

 

 

 

 

 


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