En medio de las oscuridades que nos arrasan históricamente y en el hoy, el cineasta y escritor vino a alumbrar en nombre de la pertenencia, la crítica y un pensamiento que crece a pasos agigantados. César González ofreció una serie de charlas en Mendoza, donde además presentó “Exomolegesis”, su última película.

Texto y fotos: Richard Quevedo

En este sábado cálido de mayo me propuse escribir las sensaciones de la visita de César, apenas terminara la conferencia organizada por la Asamblea de Educadores en Contextos de Encierro y Antena Polar en el SUTE, para retener con más frescura todas las impresiones que se entremezclan con conceptos, vivencias, tesis que empiezan a ser paradigmáticas.

Mientras transcurría la charla, escuchaba con detenimiento a un pibe que vivió más que lo que uno pueda creer y, entremedio de un esfuerzo perceptivo e iluminador, empecé a ver imágenes crudas, oscuras, distópicas: imaginé que el mundo era una gran prisión y que dentro de esa burbuja convivían otras, como edificios que se hermetizan para experimentar con los humanos. En el “afuera”, vamos y venimos con el fin de ser una sociedad conductista y amorfa.

César cita a Foucault a propósito del poder, el lenguaje sistemático de las instituciones, los eufemismos que esconden mandatos de un sistema que da órdenes, cosas que me llevaron a mí a Orwell, Huxley, a la investigación sobre “El hombre mecanico” y, entretejiendo esas ideas, el escritor “ex pibe chorro”(como les gusta titular a los medios dominantes) habla de la educación con fuertes críticas dirigidas no a los sujetos que la ejecutan sino a la dominación que sobreviene del sistema, el omnipresente capitalismo.

¿Hasta dónde puede un cuerpo?

César continuó evadiendo como pudo la autorreferencia. Sin pizcas de demagogias, explica cosas que ha contado mil veces, los seis balazos que alguna vez impactaron en su cuerpo y en la capacidad de poderse el alma, y el espíritu para permanecer en el infierno, como sobrevolando en cenizas para empezar a revolucionar el pensamiento. Cuenta que hubo docentes que confiaron en él: “No solo tuve profesores que me hacían escribir sobre el mundial, tuve otros que hicieron que descubra la poesía y el cine”. Afirma que en ese contexto de encierro, castigos inhumanos y tragedias al alcance, estuvo esa pequeña claridad, que se inmiscuye por algún recóndito lugar de las ventanas del mundo, que le enseñó a leer las miradas y aprender que no solo nos comunicamos con el poder de la palabra sino que los cuerpos hablan, se expresan de tal manera que hacen que el mundo sea un lugar horrible o algo menos peor.

En la experiencia cinematográfica, y a la luz de autores como Tarkovsky, Rossellini, o Flaherty, quienes supieron retratar la pobreza y la miseria, César reivindica los films pobres desde adentro, desde la subjetividad de haber sido actor de la película de la injusticia, donde existe hoy esa cosa acuñada bajo concepto de “meritocracia”, mientras la clase pobre sigue siendo la más oprimida por las instituciones.

El maravilloso mundo de César González y el señor Camilo Blajaquis

De muchas maneras se puede explicar la figura de César como artista y como pensador, una y la principal es que no es un conferencista que responde preguntas, sino que nos las deja en la cabeza. Es un realista que combate el capitalismo -ese virus mortal que llega a la sociedad, a la cultura, al arte-, desde su lugar.

César González, sin ingenuidades y con la riqueza intelectual conjugada en las vivencias, vino a exponer su obra, la negación de la venganza de un cordero negro sin ataduras, con la estética de la revolución, las lágrimas y el combate supremo que es la vida. “Hoy no podemos pedirle nada a los pibes que cometen ‘errores’ sino que hay pedirles PERDÓN”, retumba.

Camilo Blajaquis –su alter ego- en cambio, puede ser la rabia contenida, la que hace falta para detestar el sistema opresor y corrupto y, si vislumbramos un poco más allá de nuestras cabezas, que existan pibes de tal palo como un negocio para los que van bañados, de corbata y camisa. Es él quien tomará las armas de la poesía para vengar la cárcel en la que ineluctablemente permanecemos desde hace siglos, incluso en la prisión de la calle en esta era de las pantallas.

Las sensaciones, que no caben en una crónica tan corajuda como esta, son parecidas a las que tuvieron muchos de las y los que asistieron y que vieron que el tiempo burocrático es poco hasta para escuchar a los revolucionarios del arte y el pensamiento.

El diagnóstico que interpela

Escena de Exomologesis. Foto: Twitter César González.

César o Camilo son almas que se fusionan, que están siempre latentes y preparadas para romper los barrotes de la ignorancia y la falta de empatía colectiva. Con fuertes críticas a las instituciones y a los poderosos, sin perturbarse ni titubear, afirma hacia dónde va.

Alguna vez lo escuché decir: “Mi sueño es que el mundo sea un lugar hermoso para vivir”. Quizás otros prefieran ganar el mundial, o comprarse un auto súper sport. La propuesta es sencilla, seguir más de cerca lo que dice el artista César Camilo González Blajaquis y el mundo va a ser un lugar mejor para vivir.

Siempre al amparo de su obra, César nos deja como enseñanza el empoderamiento. ¿Un diagnostico? Sí, eso, la esperanza de ir hasta la victoria. SIEMPRE.

 


 

Exomologesis

Escrita y dirigida por César González

​Aventureros sociológicos construyeron una nave inmobiliaria antropología de los decorados personajes conceptuales de piel lijosa gladiadores del no se qué el vaso de agua sin sed.

Realizada de forma independiente. (Buenos Aires, Argentina, 2017).

Elenco: Alan Garvey, Sofía Gala, Juan Minujín, Patricio Montesano, Mariano del Río, Javier Omezzoli, Guillermo Romano, Ricardo Artipini, Tino Vera, Gustavo Pardi, Victoria Lagos, Nadia Rodríguez, Alberto Valente, Jorge Sandoval, Manuel Cabral, entre otrxs. Guion; César González.

Fotografía y Cámara: César González.

Montaje: César González.

Sonido: Joel Paez​, César González​, Martín Kouto, Manu Cabral.

Producción: Facundo Castillo-Martín Kouto, Joel Aguiar, Dionisio Denis, Sabrina Moreno, Familia Bilinkis. ​

Género: Ficción.

Duración: 105 minutos.