Tiene 90 años, desde hace dos semanas duerme junto a su hijo y su nieta en la entrada del Hospital Carrillo. Isabel, al igual que cientos de desamparados, sobrevive sin hogar entre la solidaridad de la gente y la desidia del gobierno.

Fotos: Cristian Martínez

Afortunadamente, todavía hay miles que no son indiferentes al sufrimiento del otro. Mujeres y hombres prestos a extender la mano, a escuchar y comprender en vez de revictimizar. Ciudadanos que no están dispuestos a naturalizar la injusticia social y, mientras ayudan, exigen a los gobiernos que se hagan cargo de asegurar los derechos esenciales de los más débiles.

En los últimos días, Patricia Stibel -trabajadora lasherina que involuntariamente cobró notoriedad el año pasado, por haber sido apresada y acusada de no pagar un boleto de colectivo- hizo un llamado a través de las redes sociales para que la comunidad colabore con Isabel, “una mujer de 90 años que vive hace unos días afuera del Carrillo con su nieta”. En sus publicaciones en Facebook, Stibel pidió que le acercaran a la anciana “algo de comida ya lista porque no tiene para cocinar o una frazadita para que no le sea tan duro el piso”, no sin antes recordar que el gobierno debería garantizarle una casa a la mujer.

EL OTRO se acercó ayer al hospital de Las Heras para conocer de primera mano la situación de Isabel. Con su rostro transparente, oscilando entre la angustia y la búsqueda de una sonrisa, la trabajadora que en otro tiempo “hizo de todo”, “desde trabajar en las fincas hasta cortar ladrillos”, se lamentó de su paupérrimo ingreso como jubilada y de los conflictos familiares que la dejaron literalmente en la calle.

Su lucidez es notable, aunque el paso de los años le viene cobrando una artrosis y sus problemas circulatorios le causan constantes edemas en las piernas. Respira y camina con dificultad, más en estos días en que “descansa” en una manta que extiende todas las noches sobre el piso y su alimentación no siempre es la adecuada.

“Sin destino”, así es como se define Isabel. Mientras un señor se acerca para convidarle un pancho, que la abuela comparte tiernamente con su nieta, la mujer nos dice que no pide nada, que necesita una casa donde vivir pero que no tiene los ingresos suficientes, ni garantes, ni ahorros para alquilar.

Además de llevarle comida y agua, juntar ropa, compartir un mate y conseguir un colchón, quienes se solidarizan ya dieron aviso de la crítica situación a las autoridades del Hospital Carrillo y funcionarios de Desarrollo Social de la Municipalidad de Las Heras. Los primeros argumentan que solo pueden darle atención sanitaria, los segundos aún no hacen nada.

En las décadas del 40 y 50, el doctor Ramón Carrillo construyó cientos de hospitales, centros de salud y hogares para niños y ancianos. Anoche, como si fuese una cínica paradoja de la historia, acostada en un banco del hospital que le rinde homenaje al médico de los pobres, una abuela de 90 años intentaba atravesar otra madrugada.

 


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