Cuando Marchese sale del cuadro genera otra dimensión para quienes queremos llevarnos algo de él, imágenes o algunas palabras. A base de ingenio, el reconocido dibujante ha transformado su arte en medio de vida, una forma valiente y audaz de encarar la realidad.

Charla de Ser Shanti Imaginista con Marcelo Marchese
Fotos: Seba Heras

El artista distinguido mundialmente nació en el Hospital Español de Godoy Cruz hace 51 años, viene empapado del lenguaje de la calle, ese con el que se enchastró en el Barrio SUPE. Para balancear un poco el asunto tuvo sus implosiones académicas en la Escuela Provincial de Bellas Artes, tiempos en los que explotó las enseñanzas de Sarelli, Ceverino, Scacco y Fausto Caner, entre otros.

¿Cómo te comenzás a vincular con el arte?

El arte te empieza a atrapar desde lo popular, no entrás derecho a un artista superconceptual como Beksínski. Me llamaba la atención el dibujo, la historieta, empecé copiando las creaciones de Quino. Siempre se empieza imitando.

Todo un homenaje al arte es Casa Serú, este bello espacio de Omara Serú que invita a una travesía artística. Aquí dibujás, tenés tu cocina creativa, hervís temas, personajes, mensajes, freís metáforas, planos y colores, que luego serán masticados por el espectador…

El espectador es fundamental, sé cuándo una obra gusta y cuándo no a partir de su recepción. Uso bastante las redes sociales para evaluar su entendimiento, su impacto. Me encanta que la gente comparta las obras y sus emociones, que el mensaje que pude crear en una piecita de 3 m x 3 m llegue a todos lados.

¿Quiénes te han marcado tu camino profesional?

¡Uh!, muchísimos (risas). Siempre de alguien rescatás algo. Con esto de internet, todos los días descubro artistas japoneses, checoslovacos, rusos, hindúes. Hay que agradecer esa conexión. Respecto a maestros puntuales: Norman Rockwell, Jean Mulatier y, bueno, ni hablar del clásico Vincent van Gogh que descubrió toda esa paleta de colores que nadie usaba. Y de los mendocinos, Juan Giménez, Quino, Alonso, Scafatti.

¿Cómo son las ramas artísticas de tu árbol genealógico?

Lo mío es un caso muy extraño porque no hay artistas en la familia. Todo ha sido la calle, puertas adentro de casa nada de arte. Arranqué de cero.

¿Qué recuerdo tenés de la infancia?

Dibujar historietas todo el día, inventar historias, crear personajes, caricaturas de los profesores en los cuadernos Rivadavia cuadriculados. Nos quitaban los cuadernos y después los recuperábamos.

¿Y a qué han venido los dibujantes a esta sociedad?

El arte no tiene una función como una escoba que es barrer, tiene una función de crecimiento interno. Al contemplar una obra, uno tiene un regocijo interno (muchas se transforman en un recuerdo) y esa obra no tiene una utilidad inmediata.

Al momento de iniciar el proceso creativo, ¿lo abordás desde la consciencia o la inconsciencia?

Es muy raro, tengo varios trabajos a la vez, el de ilustrador editorial y de vez en cuando me encargan trabajos muy copados; dibujar al Futre o al Viejo de la bolsa. A su vez, están las creaciones nacidas de motivaciones personales, observaciones. Me gusta ir transitando en los extremos del dibujo. El diario te compromete con la realidad, el dibujo libre, con tu alma.

¿Qué es lo que nunca harías con tal de vender una obra?

(Se ríen hasta los árboles) Son etapas, pasa que también tenés una necesidad económica, porque yo vivo del arte y no vengo de una familia “acomodada”. No tengo propiedades, ni auto, ni casa, o sea: me tengo que mantener de lo que hago. Para los diarios y la revista es buscar la milanesa, vos sabés. Mientras que el formato libro y cuadros son dos hermosas maneras de expresarse.

Hijo de la incertidumbre…

La incertidumbre de vivir del arte.

¿Cómo canalizás las ideas?

La inspiración es diversa. Mucho desde la literatura, el cine, tv, la calle. Los dibujantes entrenamos la imaginación para visualizar el dibujo antes de hacerlo. Cuando leés un libro de un escritor que narra de manera cinematográfica es como una musa inspiradora.

La sinergia entre distintas disciplinas es fabulosa…

Dentro de las experiencias espontáneas los happenings son brillantes, por ejemplo el músico empieza a soltar sonidos agudos, el dibujante recurre a un color con esas vibraciones y un escritor lee o escribe textos con esas sensaciones.

Respecto al estilo, Luis Scafatti dice que está relacionado con cómo es el artista, cuándo y cómo va descubriéndose. El artista se arma y reconstruye en lo que hace…

Me salgo mucho del estilo, depende de la motivación puedo usar realismo, caricatura. No siempre hago estilización, grotesco. Según cómo venga la mano, más o menos realista, más o menos manchas. Mis muestras son eclécticas.

¿Qué experiencia tenés respecto a artistas que crean desde lo académico o desde lo autodidacta?

Autodidactas he visto muy poquitos que se puedan llegar a destacar. La mayoría tiene un pasado académico. Si tenés un tercer año de una escuela de Artes ya no sos un autodidacta. Autodidacta es que no fuiste a ningún lado, es un dentista que dibuja.

¿Qué momento del proceso creativo gozás más?

Sufro mucho, resolver la imagen es complicado. Empezás esbozando una idea y en un momento el cuadro logra una autonomía, te saca de la dirección y te empieza a pedir: “Bajame la línea del horizonte, poneme este color”. El comienzo es muy disfrutable y también es maravillosa la etapa de terminación, del pulido, del peinado.

¿Obsesiones creativas?

(Hace silencio y revolea los ojos). Muchas, la fabricación de los colores, los detalles, he hecho de enroscado hasta diez bocetos. ¿Para qué?, si por lo general queda uno de los primeros. Y en cuanto a rasgos de mi personalidad (risas) no me soporto. En cuanto a tomarme la vida con más calma, una mala tarde de pintura me deja muy para atrás. ¿Para qué?, si es solo una pintura, un trabajo.

¿Qué te representa el dibujo?

El dibujo es todo. Muchas disciplinas parten de esos ocho primeros trazos que te definen meses de trabajo. Cuando al músico se le está ocurriendo una melodía, eso es un dibujo. Lo que más me conmueve es dibujar, es el lápiz sobre una superficie mezclado con acrílico, con óleo. El lápiz se va desparramando y empieza a generar otra cosa…

¿Cómo se relaciona en una obra el texto y la imagen?

La mayoría de las veces como un espejo. Y cuando el escrito es muy fuerte nace un contrapunto. Me pasó con un texto de Liliana Bodoc, eso de “ser otra cosa y ser lo mismo a la vez”.

Marcelo junto a una obra de Omara Serú.

Respecto al arte y la política, el dibujante francés Jean Mulatier dice que hay un equilibrio que debe ser buscado, desde que los artistas son seres transmisores tienen la responsabilidad de pensar cada palabra, cada trazo…

La ilustración como herramienta política lo es todo, pero es un hecho más panfletario, que me encanta (todos tenemos nuestro corazoncito), y a la vez trato de evitarlo un poco, no soy tan explícito. Cuando trabajás en la comunicación, un poco tenés que ser como el relator de fútbol y cuando sabés de qué equipo es el relator puede que te arruine el partido. No quiero ser un artista que está comprometido con una idea política, sino con un todo. El arte y la política son terrenos distintos. Hay enemigos políticos y adversarios políticos, yo trabajo con los adversarios.

¿Cuál es el personaje que más te gusta hacer?

La morocha esa que aparece en la mayoría de los cuadros (bromea). Un día la voy a conocer y me voy a casar (risas). El pelo lacio y negro se acomoda mucho a las composiciones.

¿Temas recurrentes?

Frustraciones del pasado tal vez, dibujos que fueron hechos en otro momento creativo y luego los quiero resolver de otra manera, creo que es más desde el lado de lo obsesivo. Y los perros me parecen seres increíbles. También el humor está presente siempre, va más allá del “head and shoulders” (cabeza y hombros como dicen los ingleses), conlleva una caricatura de la realidad. De por sí el arte tiene una fuerte carga comunicativa a nivel psicológico, del contenido, de la forma. Eso no te lo enseñan en una universidad, es romper un poco la tensión

El virtuoso de Marchese sonríe como un niño, acaricia un perro como si estuviese tocando a todos los perros, nos acompaña hasta la puerta dándonos las gracias. Más tarde -seguramente rodeado de exageraciones expresivas, acrílicos, lápices y colores- me envía un mensaje de WhatsApp: “Y si te pinta salir de los cánones de la entrevista formal y hacerla desde Ser Shanti Imaginista, también me parece interesante”. “Me pinta –le respondo-, veo como amasamos la charla, la idea es que los párrafos nos queden como tallarines”. “Sí. Párrafos y tallarines”, me contesta en su salsa, en su atelier donde el arte es un alimento.

 

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