Por La Otra

Desde lejos se escuchan los tambores y los gritos de guerra. No necesito preguntar en dónde están. Siento el calor y la energía que reconozco innata. Me muevo orgánicamente y me incorporo sabiendo que hay un lugar que es mío, que me está esperando.

Fotos: Coco Yañez y Cristian Martínez

Veo caras pintadas, caras despojadas. Bocas abiertas con dientes que gritan. Bocas cerradas de lengua enmudecida. Escucho rítmicos tambores, desacompasados redoblantes.

Se forman en ronda, aúllan una pena y siguen caminando. O simplemente desfilan, mirando hacia adentro, masticando un nombre.

El sacrificio ya fue. Ayer, hace un mes, dos años y cinco días… se perpetra desde el principio de los tiempos. Por eso es que acá, se canta la justa, se cuentan las historias, se cuela la verdad; encendidas por el fuego que las quemó, de pie en el tablón que armaron con los palos con las que fueron golpeadas, armadas sobre el coraje que les dejó el dolor.

Se miran, se encuentran, se abrazan. Caminan, charlan, fuman. Sostienen pancartas, sostienen a sus hijas en brazos, sostienen la mano de su compañero. Ofrecen mate, tortita y sonrisa. Caminan, reflexionan, se enojan. Alzan las banderas, alzan la mirada, alzan la voz.

Por las que se quedaron en casa por el frío, por las que no se sienten representadas, por las que creen que jamás les va a pasar. Por sus hermanas, por la vecina, por mi profe. Por las que no tenían quién le cuidara los chicos, por las que están enfermas, por las que al novio no le gusta. Por las que no se animan a ser testigo en las denuncias, por las que piensan que algo habrán hecho, por la que cajoneó la causa. Por la hétero, por la trans, por la lesbiana. Por las asesinadas, por las golpeadas, por las abusadas, por las desaparecidas, por las que lo padecen pero todavía no pueden ponerlo en palabras, por las rehenes, por las que sobrevivieron.

Porque no queremos que nos sigan matando a nuestras mujeres.

Y que les quede clarito. Que estamos hartas de la injusticia. Que estamos asqueadas del machismo. Que nos importa un carajo cuánto tiempo nos lleve. Y que vamos a caminar, y caminar y caminar, como nos enseñaron las Madres y Abuelas, hasta que nos reconozcan como personas. Bien clarito, que les quede.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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