En diálogo con EL OTRO, Cinthia Flores da testimonio del terrible momento que vivió el domingo pasado en la esquina de Félix Suárez y Belgrano de Guaymallén, cuando tres personas en un vehículo con vidrios polarizados intentaron secuestrarla. La víctima no descarta que el objetivo de este episodio esté vinculado con la trata de mujeres.

Texto: Milagritos Contreras
Fotos: Coco Yañez

Cinthia Flores tiene 32 años. El domingo pasado, mientras se dirigía a la casa de sus padres, intentaron secuestrarla. Hoy, luego de haber vivido un suceso que cambió su vida para siempre, relata a EL OTRO cómo fueron esos minutos que parecían interminables: “Ese día me juntaba con mi familia para, posteriormente, festejar el cumpleaños de mi hermana. Me iba a ir directamente a Corralitos, pero mi hermano me pidió por favor que pasara antes por la casa de mis viejos, para que lo ayudara con mis sobrinas. Sin embargo tuve la mala suerte de tomar el colectivo equivocado, uno que me dejaba cerca del Hospital Notti. Al bajar, lo hice cerca de Félix Suárez y Bandera de los Andes, mientras caminaba bordeando la calle por un tema de prevención. Anterior al episodio, viví una situación similar porque apareció un auto que empezó a avanzar a paso de hombre, no me di vuelta porque tampoco quería que notasen que estaba perseguida, pero miré disimuladamente y pude dar cuenta que el vehículo estaba habitado por varias personas. Inmediatamente vi que el auto seguía avanzando, puso las balizas, luego se frenó, logré pasarlo, siguió unos metros más, volvió a frenar delante de mí, pero finalmente una mujer me habló desde el mismo para consultarme por un domicilio”.

Fue así como continuó el recorrido y mientras cruzaba la calle recibió un llamado de su hermano: “Le dije que estaba cerca, por Godoy Cruz y Félix Suárez, entonces cortamos y guardé el teléfono. Crucé las vías del ferrocarril, cuando en un momento en la esquina de Félix Suárez y Belgrano un auto frenó fuertemente delante de mí. Había quedado a un metro detrás del vehículo. Fue entonces cuando me temí lo peor, porque quisieron cerrarme las salidas aprovechando que había una camioneta estacionada en ese lugar. Rápidamente se bajó un hombre de unos 30 años de edad, delgado, moreno, vestía pantalón de jeans, campera roja con capucha y algunos detalles color negro, la capucha le cubría medio rostro. Este individuo corrió hacia mí e intentó tomarme del brazo, pero reaccioné al instante y logré escapar. Duró cerca de dos minutos esta pesadilla de correr, llorar, gritar, insultarlos y, pese a sentir temor, mirar hacia atrás. Tenía los auriculares puestos, escuchaba música, sin embargo, en cuestión de segundos me olvidé de todo. Hoy lo puedo contar, pero ya no soy la misma de antes, me cambiaron la vida completamente”.

Era el horario de almuerzo de día domingo, más precisamente las 14.25, cuando se produjo este suceso en el barrio Gomensoro. Según detalla Cinthia, el auto era de color oscuro, tenía cuatro puertas, los vidrios polarizados y aparentemente venía por calle Godoy Cruz para luego doblar en Félix Suárez. “En ese instante a mi cuerpo lo invadió la angustia, no tenía tiempo para pensar, y apenas logré llegar a la primera casa de un vecino de la zona, golpeé pero nadie salía. Entonces mi pesadilla parecía interminable, golpeé una segunda puerta y por las ventanas de esa vivienda le pedí a un hombre, que logró asomarse, que si no se animaba a salir, por lo menos mirara lo que estaba ocurriendo, pero para ese momento las personas que intentaron llevarme se habían dado a la fuga. Ese vecino abrió las puertas y en cuestión de segundos sentí que me volvía el alma al cuerpo. Desahogué en llanto el terror que se había apoderado de mí. Justo recibí un nuevo llamado de mi hermano y, entre lágrimas, le expliqué lo que acababa de pasar”.

“Cuando te pasa esto sabés que la cacería va a continuar”

Minutos después, el hermano y el cuñado de la víctima llegaron a la casa del vecino que se encontraba acompañándola. Posteriormente, el vecino radicó la denuncia en la Comisaría N° 9, y la policía se hizo presente en la vivienda de los padres de la joven. “Cuando hablé con la policía y les conté lo que había vivido, insistieron en que toda esa semana habían realizado patrullajes en la zona porque se habían presentado varios conflictos. Recién al final de mi relato me consultaron si quería denunciar lo que me había pasado. En ese momento llegó mi cuñado en la moto y frente a los efectivos afirmó que había cámaras en esa intersección donde ocurrió el hecho. Entonces fuimos junto con mi hermano en el móvil policial a constatar la existencia de cámaras en ese lugar, pero la policía dijo que mi cuñado se había confundido y que lo que a él le había parecido ser una cámara eran reflectores. Luego nos llevaron a la comisaría novena, declaré y en un momento la asesora de fiscalía le dio la razón a mi cuñado respecto a la existencia de cámaras”.

La trata de personas es un delito y una violación a los derechos humanos, e implica el ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación sexual o laboral. Para la víctima, este intento frustrado de secuestro está vinculado a un crimen de estas características: “Esto fue totalmente premeditado, estaba todo ensayado y estoy segura que hoy yo me salvé, pero la cacería continúa. Sé que hoy estoy llena de miedos, pero también sé que mi testimonio puede servir para prevenir a muchas mujeres. Reconozco que mi valentía puede ayudar a que no nos quedemos calladas y que el Estado trabaje realmente en combatir este flagelo. No merecemos pasar por esto”.

Según datos brindados el año pasado por el Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata, del que depende la línea 145 que funciona desde el año 2012, los llamados para alertar sobre estos delitos han ido en aumento. Por supuesto que con un gobierno que ajusta y empobrece cada día más al pueblo, somos las mujeres las más afectadas y vulnerables a vivir situaciones traumáticas como estas.

Un dato no menor ante el hecho que vivió Cinthia Flores, es que en el último tiempo se ha conocido un nuevo modus operandi; la “trata blanda” o “exprés”, más conocida como desapariciones temporales, la cual se ha cobrado varias víctimas en nuestro país. Mientras permanecen desaparecidas, estas mujeres serían víctimas de abuso o explotación sexual. Los casos suceden en zonas que, ante la inoperancia o ausencia del Estado, no gozan de servicios públicos, alumbrado, ni mantenimiento.

 

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