Nada es coincidencia. Hace exactamente seis años Leonardo Favio cerró sus ojos al mundo para abrirlos a la eternidad. En la última semana supimos que imbéciles de la Municipalidad de Luján de Cuyo taparon con pintura amarilla un mural dedicado a la memoria del actor, cantor y cineasta excepcional. En este contexto de represión PRO, que contrasta con el fervor popular hacia uno de los mejores -sino el mejor- de nuestra cultura, EL OTRO entrevistó al escritor, director, pintor y músico Zuhair Jury, hermano de Leonardo y coautor de gran parte de sus películas.

La historia oficial dice que Fuad Jorge Jury nació en Las Catitas (Santa Rosa), el 28 de mayo de 1938 y que murió en Buenos Aires el 5 de noviembre de 2012.

Sin embargo, en diálogo con EL OTRO, su hermano Zuhair Jury, quien hoy vive en Provincia de Buenos Aires, pone todo en duda, o mejor dicho en la dimensión de lo mítico y el misterio: Fuad es Leonardo Favio, no tiene certeza dónde ni en qué fecha precisa vino al mundo, aunque está seguro que no se fue nunca, que vive, que está con él y con el pueblo que sigue cantando sus canciones, que se emociona con sus películas, que cree  en una Patria Libre, Justa y Soberana.

Zuhair Jury. Foto: Gentileza

La infancia suya y de Leonardo fue errante, anduvieron por Tunuyán, por Santa Rosa… ¿Cuándo se instalaron en Luján de Cuyo?

En los años 50 nos fuimos a vivir a Luján. Yo tenía 15 años, mi hermano Leonardo 13. Honestamente, no sé si nosotros creamos a Luján o Luján nos creó a nosotros. Siempre hemos hablado de esa tierra, aunque después partimos, siempre nos ubicamos allí.

Nosotros fuimos lo que fuimos por lo que pasamos en ese lugar, lo que nos dio ese lugar, entre hambres y empezar a conocer la vida en la adolescencia.

“Rancho de Luján” (acrílico). Autor: Zuhair Jury

¿Allí comenzaron a crear sus ficciones?

Nosotros estábamos fogonéandonos pero en el inconsciente, después afloró todo lo que hicimos. En ese tiempo estábamos negados a la convivencia con esa sociedad tan especial de Luján, muy oscura, muy medieval. En cambio, nosotros éramos muy libertarios y marginales, estábamos en oposición a ese núcleo social que conformaba ese lugar. Estábamos enamorados del río, de nuestra marginalidad. Estábamos en beligerancia con esa sociedad oscura.

Éramos marginales, los que nos rodeaban eran nuestros amigos, una bandita que no tenía nada que ver con esa sociedad moralista, conservadora, a niveles que solo produce la ignorancia.

Así nos fuimos fogueando. Entre poemas de mi madre y discusiones luminosas nos formamos sin darnos cuenta. Cuando quisimos acordar, éramos hombres que no teníamos destino, ni oficio, ni nada. Mi hermano se hace actor y yo me pongo a escribir, a los 21 me fui, y así seguimos…

Foto: Gentileza

Hoy parece que esa sociedad oscurantista, moralista y medieval que usted describe se convirtió en este símbolo triste de un paredón amarillo que cubrió una obra de arte dedicada a la memoria de su hermano…

Esto viene a reafirmar aquello que nosotros siempre sentimos por ese lugar al cual amo, pero lo amo sin esa gente. Yo quisiera llegar a Luján y que estén las casas de mi tiempo, el rancho en que vivimos, quisiera encontrarme con mis amigos marginales, con mi hermano, con mi madre y con mi abuelo, quien me mató el hambre. Con la gente de El Bajo. Era mucho más interesante la existencia de esa gente que las normas construidas.

Asco le teníamos a toda la gente adinerada y a los oligarcas de las viñas, y hasta nos daban rabia los peones que iban a trabajar por dos pesos en vez de prenderle fuego a todas las viñas. No podíamos soportar ese trabajo rudo, bestial, lo mismo que la Carbometal, ese lugar infame que pudría pulmones a granel de la pobre gente.

Estuvimos siempre en beligerancia con esa oligarquía.

En los últimos meses la Municipalidad de Luján de Cuyo tapó con pintura amarilla un mural en homenaje de Leonardo Favio realizado en 2014 en Chacras de Coria.
Fotos: Federico Henriquez Rigoni.

Justamente es Omar De Marchi, intendente de Luján y presidente del PRO de Mendoza, el responsable de dar explicaciones sobre qué pasó con el mural de Favio…

Yo no lo nombro, yo creo que no tiene nombre ni tiene cuerpo. Él no sabe que está muerto. Se pasa por la vida como un suceso fugaz, es rapidísima la existencia, cuando uno menos quiere acordar ya es tarde, ya se acabó. Y es un desperdicio pasar este fugaz instante, este regalo de milagro que es la existencia, cometiendo oscuridades, ruindades de perversos que no tienen otro acicate de existencia que lo oscuro, el sistema político y los ideales que los mueven y lo militarizados mentales que son estos tipos.

Esto no se produce porque sí, esta es una forma de la enfermedad de la acumulación. Les importa mucho más tener poder que una relación de amor y un hecho sexual grandioso y mágico.

Omar de Marchi, intendente de Luján de Cuyo y presidente del PRO Mendoza. Foto de archivo: Seba Heras.

Es igual a lo que pasa con las gentes de las capitales que en general votan siempre al conservadurismo. Nuestra Capital Federal nunca votó a favor de la dignidad. ¿Y por qué pasa esto? Porque el único paisaje que tienen son vidrieras, calles y rascacielos, y el consumo como proposición de vida. Y sus mundos interiores están opacados por esos valores extraños y enfermos con los que consideran la vida.

Además, los poderosos, estos adoradores del Becerro de oro, manejan todo: los medios de difusión masivos, las comunicaciones, las redes, el poder bélico… Y de esta manera pueden manejar las mentes de un pueblo que no tiene capacidad de advertencia.

“Esperando la noche para la Salamanca” (acrílico) Autor: Zuhair Jury

Ustedes también cuando crearon aquellos mundos maravillosos que aún nos emocionan fueron una grieta ante la adversidad aplastante. ¿Cómo hicieron para atravesar dictaduras y censuras?

Yo le voy a contar una breve anécdota para que usted tenga el todo del asunto.

En aquellos tiempos que vivíamos en Luján llovía muy poco, a punto tal que no se cuidaban los techos. Nosotros teníamos un rancho de dos habitaciones en la barranca que daba frente al río. Una noche llovía de tal suerte que se desplomó el cielo y entonces se llovieron las dos habitaciones, malamente.

Eran como las 12 de la noche. En la casa estábamos mi abuelo, mi madre, mi hermano Leonardo que tenía 13 años, yo de 15 o 16, y otro hermano menor de dos años y medio.

A siete metros de esas dos habitaciones de rancho teníamos una cocinita chiquita, tan chiquita que solamente cabía una cama de una plaza. Fuimos hasta ahí, llevamos la camita para mi madre, se acostó allí con el chico que estaba durmiendo, mi hermano a un lado, yo a los pies de la cama y a un costado mi abuelo sentado. Tuvimos que poner una olla o una palangana a los pies del colchón, porque goteaba el techo, para que mi madre no se mojara. A los costados de mi abuelo también caían gotas, pero a unos centímetros, sin tocarlo.

Entonces, pusimos un brasero, pusimos la pava, empezamos a tomar mate, a fumar… A la una y media de la mañana comenzamos a dialogar y de pronto mi madre nos dice un poema, luego otro, algunos de ella, algunos no, y así estuvimos gran parte de la noche.

Acrílico. Autor: Zuhair Jury

Nosotros no éramos católicos, pero había una Biblia, que sería de mi bisabuela posiblemente, y la comenzamos a leer como quien lee a Mark Twain o a cualquier autor. Leíamos la Biblia desde el punto de vista del valor narrativo, del manejo de la palabra. Eso era lo que nos convocaba a leer la Biblia, el uso de la palabra, el fraseo.

Hasta que llegamos a conocer a un paisano que se llamaba Job. Nos conmovió, nos pareció un hecho inconcebible que por su actitud de sacrilegio, por su rebeldía, donde empieza a discrepar con Dios, se lo torturara llenándole el cuerpo de costras y de picazones brutales.

Hablando sobre esta actitud casi de orden heroico, supremo de un hombre, que se enfrenta a Dios y discute, se nos fue la noche. Sentimos que cantaban los gallos, mi abuelo se fue levantando, apenas quería clarear el día, y él dijo esto: “Llevo muchas noches sobre la tierra, pero nunca voy a volver a vivir ni habré sentido lo que he sentido esta noche”.

Eso para nosotros fue el puntal para el resto de nuestras vidas. Qué necesidad, ni oscuridad, ni nada, si la luz uno la puede fabricar. Hasta dentro de un calabozo uno puede ser más libre que las palomas.

 

 

Imbéciles

La invención de Leonardo

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