En la tarde de ayer, otra trabajadora acusó penalmente a Alejandro Jofré por abuso sexual. El subsecretario de Trabajo de Mendoza ya acumula tres denuncias judiciales en su contra por el mismo delito y se especula con nuevas presentaciones en los próximos días. En diálogo con EL OTRO, dos mujeres narraron cómo sufrieron –y aún sufren- la violencia machista.

Foto: Coco Yañez

“En mayo de 2016, después de una reunión paritaria, a eso de las siete de la tarde después de ordenar mis cosas para irme a mi casa, pasé por su oficina para saludarlo. Cuando lo saludo, me toca mis partes de atrás con las dos manos y durante reiterados segundos, como haciéndose el vivo. Yo no le dije nada y me fui”. Así comienza el relato de W., una de las empleadas estatales que en los últimos días denunció penalmente a Alejandro Jofré, subsecretario de Trabajo de Mendoza.

Para quienes desconocen cómo la violencia machista daña a una mujer, en este caso bajo una relación de dependencia laboral, tal vez pueda llamarle la atención ese “no le dije nada” que asume la propia trabajadora. En la entrevista con este medio, W. se encarga de explicar el sentimiento de culpa como una de las primeras reacciones: “En principio pensé que era yo la torpe que, tal vez, como él es alto pensó que me tocaba mi cintura… Se me pasaron tantas cosas por la cabeza que pensaba ‘debo ser yo, debo ser yo, no voy a arruinar esto que vengo trabajando bien, que tengo un buen clima…’”.

El silencio es la segunda respuesta que W. identifica frente a lo sucedido aquella tarde: “No le dije a nadie, absolutamente, no le dije a nadie, me lo guardé”, continúa en su testimonio y agrega: “Al otro día, cuando vuelvo, me saluda y de nuevo el mismo episodio. Entonces le agarré las manos y el reaccionó y me dijo que no fuera a interpretar cualquier cosa, me dijo: ‘Nena, por favor, que yo soy medio torpe, no controlo mis movimientos, no te vas a pensar cualquiera, perdoname…’”.

Para W., ambas situaciones le parecieron, en principio, circunstancias fortuitas. Sin embargo, tiempo más tarde el abuso se reiteró y de forma más explícita. Mientras estaba trabajando con él en su oficina, en medio de una conversación y simulando una broma, el funcionario se le acercó y le puso una de sus manos sobre el pecho. Ella reaccionó de inmediato, rechazando el acoso. “Nena, yo te quería tocar el corazón, no le vas a decir nada a tu papá ni a tu novio”, fue la burda excusa de Jofré, seguida del intento de intimidar a la joven.

Alejandro Jofré. Foto: Coco Yañez

En los días siguientes, W. le contó a un compañero de trabajo lo sucedido y le pidió que, cuando tuviese que ingresar a la oficina del subsecretario, fuese con ella para así evitar nuevos tocamientos. El trabajador se puso a disposición pero, reiterando otro rasgo de la naturalización de la violencia misógina, en ningún momento le sugirió denunciar el acoso, el cual se repitió un tiempo más tarde.

“Yo tenía que ir a la oficina de Jofré a llevarle unos papeles que había sellado y mi compañero no estaba para ir conmigo. Tenía mucho miedo, pero igual tenía que ir. Ese día, insistiendo con las supuestas bromas, me pidió que le diera un beso. Yo ya lloraba, le dije que me parecía que no correspondía, agarré mis cosas y me fui… Al otro día me dieron vómitos”, contó la mujer.

Foto: Coco Yañez

Desesperada por su situación, W. pidió durante más de un mes que la cambiaran de puesto de trabajo para evitar todo tipo de contacto con el titular de la dependencia. Jofré no accedió a la solicitud en distintas oportunidades, sin ningún fundamento valedero, hasta que finalmente autorizó el cambio de funciones.

De acuerdo con el testimonio de la empleada, el hostigamiento se mantuvo durante casi un año. A los contactos físicos sin consentimiento se le sumó el acoso telefónico mediante mensajes de texto con alusiones sexuales, entre otras formas de abuso.

En ese entonces, las versiones de otras trabajadoras acosadas por Jofré llegaron a oídos de W. Fue entonces cuando conoció los relatos de compañeras que habían padecido situaciones similares, uno de esos relatos la decidió a denunciar al subsecretario. “Un día pasaron en la televisión un flash informativo que hablaba de una denuncia de abuso en la Subsecretaría de Trabajo. Desde entonces empezó a haber un clima laboral muy hostil conmigo y con compañeras que habían sido acosadas. También empezaron a meternos miedo, a través de compañeros, para que no denunciáramos a Jofré amenazándonos con que íbamos a perder el trabajo. Ya no soporté más. Ahí yo me decidí a hacer la denuncia en la Fiscalía”.

Foto: Coco Yañez

Luego de un largo proceso y de haber escuchado a otras trabajadoras del organismo que padecieron situaciones similares, Z. también se animó a denunciar penalmente al subsecretario. En un descarnado diálogo con este medio, describió con detalles las circunstancias que también narró en sede judicial, pero pidió no darlas a conocer públicamente. Sin embargo, sí quiso transmitir expresamente a las lectoras de EL OTRO cómo es sentirse abusada en el ámbito del trabajo, “para que tomen conciencia, se animen a hablar y que nunca más le pase a ninguna”.

Tal como le sucedió a W., al comienzo le pareció que el acoso no fue tal, que se trató de un “error”, de una “torpeza” del funcionario. Luego vino lo de “quedarse helada” frente a lo que resulta difícil de asumir, imposible de creer, para finalmente tomar conciencia, con mucho miedo y angustia, de que el abuso de poder y la agresión a la integridad existe, es real.

Foto: Coco Yañez

Z. explica cómo influye la diferencia de poder entre una empleada y un funcionario que acosa y que, paradójicamente, está obligado a velar por los derechos de las trabajadoras. “Pasa el tiempo y no decís nada porque es tu jefe, porque no te cae la ficha, no te entra en la cabeza que una persona con la que tenés una relación laboral y es el subsecretario de Trabajo, la autoridad máxima del organismo, te esté haciendo eso. Mil veces pensás: ‘¿por qué no fui capaz de enfrentarlo?’. Lo he hablado con el resto de las chicas y a todas nos pasó lo mismo. Una cree que está bien parada, preparada, hasta que pasa y no sabés cómo reaccionar. Te sentís sola, te convertís en una isla, no les querés contar ni siquiera a tus amigos ni familiares más cercanos, hasta que te encontrás con otras mujeres a las que también les pasó lo mismo”, precisó la administrativa.

“Yo quiero contar mi situación no solo por mí, sino también por todas las mujeres, que en esta sociedad absolutamente machista, sufren lo mismo. Hay que llamar a la reflexión a las mujeres, a las madres de mujeres: ¿qué sociedad queremos para nuestras hijas? Además, quiero pedirle a todos los compañeros de la Subsecretaría, que saben qué es lo que pasa y no abren la boca, y a todas las compañeras que han sufrido abusos de cualquier tipo, que se presenten en la Justicia para que esto no quede en la nada. Sabemos que hay muchos casos más”, concluyó Z.

 


 

Para denunciar delitos contra la integridad sexual podés contactarte con estos teléfonos y direcciones:

 

UNIDAD FISCAL DELITOS CONTRA LA INTEGRIDAD SEXUAL Y NO ESPECIALIZADOS

España 480 – 3° Piso – Ala Sur, Puertas N° 32 y 39 – Ciudad de Mendoza

Secretaría: 4416842 / 6843 – 6844 – 6845

Mesa de Entradas: 4416840 / 6841

 

Fiscal: Dra. CECILIA BIGNERT – 441 6846

Fiscal: Dra. VIRGINIA RUMBO – 441 6847

Fiscal: Dr. DARIO NORA – 441 6848

Fiscal: Dr. GUSTAVO STROPPIANA – 441 6849

 

Fuente: Ministerio Público