Por Julio Semmoloni

El diputado nacional de Cambiemos Pablo Tonelli, cada vez que desliza su criterio ultraoficialista referencial, también facilita y resume una manifestación del extremismo ideológico promovido por la alianza gobernante. La experiencia neoliberal expresada en tiempos de Menem tuvo origen espurio y prevaleció sujeta al contexto de clima de época. Pero Cambiemos denota, pese a su obvia procedencia, una deformación neoconservadora alentada por quienes pretenden ser “más papistas que el papa”.

El avinagrado Tonelli encarna un arquetipo del cinismo imperante en el poder formal de turno. Efectivamente, según define el diccionario, Tonelli defiende desde el Congreso con “descaro, impudicia y deshonestidad” el proyecto de reforma previsional del Ejecutivo, que “merece general desaprobación” de sus destinatarixs. Tonelli es, además, un conspicuo extremista de las medidas que están desvirtuando el desempeño republicano del Poder Judicial.

Este legislador, como integrante del Consejo de la Magistratura, produjo un desaguisado institucional que alteró en favor de Cambiemos la correlación de fuerzas políticas en el seno del mismo y su proyección para colonizar el Poder Judicial. Hostigó sin dar tregua, de manera infamante, a la procuradora general de la Nación, hasta desencadenar la forzada deserción de Alejandra Gils Carbó. Y al instar con vehemencia la reforma del Ministerio Público Fiscal, recortó facultades de las Unidades Fiscales Especializadas para casos de apropiación de niños y violencia contra las mujeres. Todo un monje negro cuya influencia es decisiva a la hora de actuar.

Aquí no se trata de demonizar al diputado nacional, quien probablemente tiene más mérito que la mayoría de sus colegas de banca para estar en el recinto parlamentario. Conviene atender su ideario espontáneamente resaltado: no son muchos los que abogan con tanto fervor sus más íntimos designios. Una frase suya de ocho palabras desde afuera y durante el tratamiento en el Senado de la reforma previsional, resonó contundente y explícita como ninguna otra. Lo mismo que cuando Javier González Fraga, hoy presidente del Banco Nación, desaprobó desdeñosamente que el kirchnerismo hiciera creer a los pobres que podían consumir bienes y servicios como la clase media.

Qué dijo Tonelli. Que “los jubilados pierden plata, pero no poder adquisitivo” (con la movilidad trimestral basada en el índice de inflación). Vale decir, parafraseando en esta columna a un hipotético oficialista pragmático, está bien que se ajuste el gasto público por el lado de los más débiles; practicarlo con los más pudientes trae complicaciones de clase. No importa que con la fórmula de cálculo populista lxs jubiladxs seguirían percibiendo más plata (reconocen impávidos), lo que importa es que seguirán estando en el peldaño inferior de la escala de ingresos, con una capacidad de consumo planchada y nunca superior a la actual.

Pronunciamientos como los de González Fraga y Tonelli permiten discriminar inequívocamente el propósito central de la ideología imperante en el gobierno de Cambiemos. Asegurar y ampliar la desigualdad social. Queda descubierta así la patraña urdida contra el gobierno anterior, atacado por no otorgar a lxs jubiladxs el 82 por ciento móvil, sin importar que el Fondo de Sustentabilidad de ANSES pudiera desfinanciarse en poco tiempo.

La complacencia cruel de Tonelli deviene del apego a una maniobra contable a la postre estéril: por más que el recorte signifique un “ahorro presupuestario” de entre setenta y cien mil millones de pesos al año, lo que representa hoy una copiosa redistribución para los magros haberes, su incidencia en la billonaria suma del presupuesto nacional es irrelevante. A mediano plazo, esta merma constante en el incremento mensual de lxs jubiladxs afectará severamente la calidad de vida de quienes perciben ingresos mínimos. El cálculo de inflación general de precios siempre da por debajo de cómo impactan en lxs jubiladxs tres o cuatro rubros de mayor ponderación en su canasta básica de consumo. Por lo tanto, la promesa de mantener el poder adquisitivo termina siendo un ardid flagrante.

Las ponencias de González Fraga y Tonelli confluyen en el mismo objetivo: que la mayoría de los jubiladxs, el 70 por ciento que percibe un haber mínimo, continúe en situación de pobreza para que nunca tenga la expectativa populista de aspirar a una paulatina mejoría de su capacidad de consumo. Ambos son arquetipos de la ideología hegemónica en este cambio de época. Se advierte el acentuado antagonismo con la ampliación de derechos kirchnerista, que al duplicar la cantidad de jubiladxs llevó la cobertura previsional en el país del 65 al 97 por ciento del total de adultos mayores, similar a los registros de países más prósperos.

González Fraga y Tonelli son dos de las figuras más elocuentes de esta pandilla neoconservadora extrema. Es más: el periodismo corporativo prepotente hasta los necesita, para eximirse de abundar demasiado en operaciones de blindaje. Ambos y en nombre del gobierno, como palabra oficial, naturalizan el saqueo a diario mediante exabruptos de alto calibre. Y aún no pasa nada… apenas la débil reacción de indignados, por ahora inocua. El reseteo político masivo de los últimos tres años no deja de asombrar al menguante reservorio cultural progresista, afectado porque al parecer la decencia y la solidaridad se fueron a la mierda.