El gobernador de Mendoza promedia la clásica primavera política, aunque pasaron cosas: dilapidó gran parte de ese crédito ante la derrota de la Ley cianuro. La centralidad de la Vendimia le cede una pausa por reencausar su administración. Condicionamientos menos visibles de la coyuntura como las tensiones por el presupuesto provincial; la alternancia política nacional; las ambiciones de su antecesor Cornejo, principal artífice del ahogo financiero e institucional vernáculo, en silencio blindado; el ajuste guionado sobre los trabajadores y trabajadoras; y hasta las cavilaciones intestinas del peronismo local, hacen imprescindible el despertar político del primer mandatario.
Fotos: Cristian Martínez
De manual
Tras las PASO intermedias de 2017, la inquietud planteada en el título de esta nota se focalizaba en la figura y proyección del entonces gobernador Alfredo Cornejo. En ese momento, la consolidación del gobernador precedente en la conducción del radicalismo se mostraba tan meritoria en lo partidario como estéril en su incidencia nacional, al ratificarse electoralmente el liderazgo PRO de Mauricio Macri.
Vislumbrábamos el destino como diputado nacional de Cornejo, clausurada su aventura reeleccionista por la estrechez electoral. Se anticipaba también su estrategia de desapego a la gestión amarilla, momentáneamente exitosa y recientemente inconveniente, que supo anticipar y explotar el líder radical.
El liderazgo y la conducción política de Cornejo es indiscutible. Desde el escalón obturador a la gestión política y financiera de la gestión de Paco Pérez hasta la configuración institucional y política que incrustó en las distintas dimensiones del Estado provincial.
El contexto político sintonizó con el carácter del ex gobernador provincial, ejerciendo autoritariamente la gestión estatal a la medida de su proyecto político.
Banal herencia
El actual gobernador es producto y a la vez víctima de este proceso. Oportunamente explotó su pertenencia en ese esquema, mas ahora padece sus daños colaterales.
Pues todo proyecto político, viento a favor o en contra, eficiente o no, se encuentra a merced de la voluntad popular. Exitosa a nivel local en este caso, al enmascarar la alianza con el macrismo, fracasó en la dimensión nacional.
La novedosa situación resulta en contradicción ineludible al proyecto diagramado por Cornejo. Suárez hereda, impotente, la defensa de consignas ahora relativizadas: el orden de las cuentas y la buena administración, no sería tan así.
Cornejo no se mosquea, instruye a los delegados de su corset. Se llama a silencio en su terruño y sigilosamente explota alguna pantalla nacional.
La impericia de Suárez acentúa esa distancia. Probablemente inconsciente o extremadamente ingenuo al no dimensionar que los dos traspiés más importantes en su primer trimestre de gestión -7722 y presupuesto- son inescindibles del proyecto de su antecesor.
Hasta las lógicas de negociación con el peronismo -más ordenado desde Buenos Aires que por convicción interna- son manipuladas en modo cerrojo y en función escalera, por ahora, por los interlocutores cornejistas.
Docilidad cómplice
La antipática disolución de la cláusula gatillo, que meramente protegió a los trabajadores y trabajadoras estatales, se transformó en un escollo asumido a viva voz inclusive por la ¿anterior? gestión provincial. Aunque con el objetivo de disimular el tremendo ajuste salarial impuesto en sus primeros años y con expectativas electoralistas y de paz social en la última fase.
Necesario es destacar que a excepción de la pueblada de diciembre, las víctimas del ajuste proyectado emulan la fragilidad y desmovilización del actual mandamás provincial. Las paritarias programadas pasada la fiesta distintiva de Mendoza están sometidas, en mayor o menor medida, a la lógica especulativa planteada por el disciplinamiento de Cornejo.
Valga el ejemplo la huelga, principal herramienta de las y los trabajadores, señalada casi como utopía. Con gambeta irrespetuosa a la memoria colectiva del pueblo trabajador, sin ninguna pretensión de activarla o reconstruirla, aparentemente.
Memoria colectiva que ubicará al gobernador Suárez en el lugar que merece. Aunque lo deseable, expectativas al margen, impulsen al mandatario a protagonizar su propio horizonte político. Que denote con claridad su estatura.
