En los 90, plena época neoliberal con Menem en la presidencia, llegaron a nuestro país infinidad de extranjeras y extranjeros, en su mayoría procedentes de países como Paraguay, Bolivia y Perú. En Mendoza viven hoy cerca de 15 mil personas de la colectividad peruana. EL OTRO dialogó con Víctor Ríos Moreno y Marina Milagros Azañero Miranda, hijos de aquella oleada migratoria, y con Agripina del Carmen Nino Navarrete, una de las caras visibles del Hogar del Migrante.

Texto: Milagritos Contreras
Fotos: Seba Heras

De la tierra de Atahualpa, Micaela Bastidas, José Carlos Mariátegui. De uno de los tres países donde José de San Martín pudo lograr la independencia el 28 de julio de 1821. De donde proviene la mejor gastronomía del mundo, con platos típicos como ceviche, cabrito, lomo saltado, papa a la huancaína, entre otros. Platos tan pintorescos y apetecibles como sus tragos y bebidas tradicionales, entre ellos pisco sour, chicha de jora, cóctel de algarrobina, y su famosa chicha morada, que hasta el día de hoy se vende en calles del Perú.

Del país de la marinera, el huayno y los valses, danzas que marcan identidad en el folclore peruano. De todos esos aires revolucionarios, danzas, olores y sabores es de donde provienen los tres protagonistas a los que EL OTRO tuvo la oportunidad de entrevistar en una edición especial dedicada principalmente a la colectividad peruana. Empecemos el recorrido y viajemos por aquellas historias.

“Tengo el orgullo de ser peruana y soy feliz”

Marina Milagros Azañero Miranda, nació en Trujillo, tiene 40 años, es hija de Eroila Miranda Terrones, estudia el Profesorado Universitario de Pedagogía Terapéutica en Discapacidad Intelectual en la UNCuyo. Actualmente brinda apoyo escolar en la Escuela Guillermo Cano de San José, y además es mamá de un niño y una nena.

Como muchas peruanas y peruanos que residen en nuestra provincia, tuvo que migrar con su mamá en 1998, ya que en aquella época en Perú gobernaba el derechista Alberto Fujimori, quien aplicó políticas muy similares a las de Carlos Saúl Menem en Argentina, como la privatización de empresas públicas y la reducción notable del Estado, acompañado, por supuesto, de un manejo importante de los medios masivos de comunicación.

¿Cuál fue el motivo principal por el que migraron con tu mamá desde Perú?

Mi papá y su pareja habían venido anteriormente y nos convencieron de que acá podíamos trabajar y poder ahorrar para comprarnos una casa. Llegamos en la época donde regía la Ley de Convertibilidad, es decir, cuando un peso equivalía lo mismo que un dólar. Mi mamá trabajaba en Perú como empleada doméstica, yo estaba terminando el secundario y la verdad es que el sueldo que ella tenía no le alcanzaba para que yo pudiera estudiar en la universidad y alquilar una casa, así que también se vino con el sueño de poder tener su casa propia.

¿Qué recuerdos tenés de aquella época?

Al principio no quería salir de mi país, tenía mi círculo de amigos y amigas allá, comenzaba un preuniversitario, estaba de novia, me convencieron más que nada con la excusa de que vendríamos a trabajar por dos años y luego retornaríamos a Perú, pero no fue así.

¿Cómo afrontaste el cambio de llegar a otro país?

Entré en una depresión. Cuando llegué inmediatamente empecé a trabajar como niñera cama adentro en Ciudad. Estábamos en el décimo piso y siempre le tuve miedo a las alturas, así que desde ahí ya me comenzaba a afectar todo eso. También me costó mucho adaptarme con las comidas, comían mucha pizza y allá en ese momento no era común comer pizza, además era muy poquito lo que se servía y quedaba con mucho hambre.

A mi mamá la veía, más que nada, los fines de semana. En ese momento no teníamos toda la tecnología que hoy se usa para comunicarnos, así que, como extrañaba mucho todo lo de mi país y a mi madre que casi no veía, muchas veces me dormía llorando y me despertaba de la misma forma.

Allí trabajé tres meses y empezamos a buscar un trabajo que fuera cama afuera, porque realmente estaba adelgazando muchísimo.

En lo cultural, ¿qué recuerdos tenés de Perú y, en este aspecto, qué simboliza para vos Argentina?

En cuanto a Perú los recuerdos que añoro son reunirme con mis amigos y amigas, estar con ellos en la vereda, tomarnos una chicha morada, comer marcianos, ir a la playa los fines de semana, a los parques, las comidas, la leche chocolatada y el pan de yema para las navidades.

En relación a Argentina, la parte cultural la fui aprendiendo. De vez en cuando íbamos a bailar con mi hermano, visitaba mucho las plazas, el Parque San Martín, el Zoológico, y cuando había dinero íbamos a conocer varios departamentos de la provincia. Es el país donde nació mi marido y mis hijos que hoy tienen 11 y 5 años.

Mi hijo es muy particular, siempre está armando el árbol genealógico y me pregunta mucho sobre nuestras raíces. Tratamos de comunicarnos los fines de semana con Perú para que mi nene y mi nena tengan algún contacto con parte de ellas. En casa no usamos el “vos”, sino el “tú”. Hemos ido combinando jergas de ambos países, por ejemplo, mi hijo suele decir “pásame mi chompa”, o a mi hija le decía, cuando era más chiquita, “no salgas calata del baño” (risas).

¿Qué es para vos Perú?

Para mí Perú es todo, es la Patria donde nací, donde me crié, la extraño mucho y si tuviera la posibilidad de volver definitivamente lo haría. Estamos tratando de llegar a un acuerdo con mi marido porque quiero que mis hijos tengan las dos ciudadanías.

Volví en el año 2005 con mi mamá y fue un reencuentro muy lindo con nuestra familia. Aunque no voy a negar que alguna vez me pasó de sentirme una extraña en mi propio país. Porque es inevitable que una adquiera jergas, tonalidades y costumbres del país al que tuvo que migrar y, a veces, la familia no entiende cómo pudiste haber cambiado tanto.

¿Notás avances en cuanto a Derechos Humanos en ambas naciones?

En Perú hay mucha corrupción, no fue casual la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la presidencia. Pero considero que allí la lucha recién se está visibilizando fuertemente. La situación en mi país no está muy bien en este momento. A Perú le cuesta más avanzar en ese camino por ser más reservado, más católico.

En cambio Argentina tiene más marcada su lucha, creo que los movimientos feministas y otros movimientos políticos y sociales han logrado muchos más avances en este país, si bien hoy estamos viviendo una situación económica muy difícil, donde la inflación y los tarifazos nos empobrecen cada día más, sobre todo para quienes contamos con un solo salario para mantener una familia como mi caso. Mi marido en este momento se encuentra desempleado, anteriormente trabajaba para la Municipalidad de Godoy Cruz.

¿Creés que hoy se vive xenofobia en Argentina?

Cuando escuché el caso de Jujuy, donde el gobierno apoyó en su momento para que se comenzara a cobrar a extranjeros provenientes principalmente de Bolivia, no lo podía creer. Me pareció realmente injusto, porque una puede colaborar con el nosocomio, para eso están las cooperadoras, que no es obligatorio, por supuesto porque no todas las personas tienen dinero para hacerlo. Pero que se nos obligue a pagar la atención médica en hospitales públicos, me pareció tremendo, ya que no todas contamos con los recursos económicos suficientes como para ello, por eso justamente vamos a hospitales públicos.

“Estoy enamorado de mi país”

Cabe destacar que Mendoza no fue una provincia elegida al azar por las y los migrantes, primero por la aduana fronteriza y, segundo, que ingresar por Santiago de Chile les daba una segunda posibilidad en el caso de que no lograran llegar a nuestra provincia. Según datos a los que pudo acceder EL OTRO, la mayoría de las y los migrantes que integran esta colectividad en Mendoza son provenientes del norte de ese país.

Víctor Ríos Moreno, nació en Lima, tiene 24 años, es hijo de Ysabel Moreno García y de Dante Ríos García. Estudia la carrera de Contador Público en la Universidad de Congreso, es padre de dos niños, y además es empleado administrativo del Consulado General del Perú en Mendoza, por lo cual diariamente interactúa con gran parte de peruanas y peruanos en Mendoza.

¿Cómo llegaste?

Primero se vino mi mamá en el año 1999, me dijo que se venía de compras, pero pasaron los días, comencé a preguntar por ella porque ya no la veía y no volvió más hasta luego de casi tres años. En ese lapso de tiempo, me terminé encariñando muchísimo más con mi abuela y mi abuelo paterno, y cuando ella regresó a buscarme no me quería separar de mis abuelos. El amor que te brindan los abuelos es incondicional.

Después de mi mamá llegó mi papá, y luego yo en el 2002, el sueño de ambos era poder construir su casa propia, además de mejorar en general nuestra situación económica, ya que Perú atravesaba un momento muy complejo en su historia, no había forma de proyectarse a futuro.

¿Qué pasaba por la cabeza de ese niño tan pequeño cuando llegaste a la provincia?

Cuando uno tiene cambios culturales importantes y los vive a muy corta edad como me pasó a mí, es más fácil adaptarse, pero si ya eres más grande cuesta mucho más.

Llegué en febrero del 2002 y en marzo inmediatamente empecé la escuela. Para mí iniciar una nueva etapa escolar acá en Argentina fue una linda experiencia, porque tanto los compañeritos y las maestras me supieron integrar. Me tocó observar actos discriminatorios en la escuela, pero afortunadamente a mí nunca me hicieron sentir excluido. Tuve buenos amigos y compañeros que me ayudaron a adaptarme rápidamente a este nuevo entorno.

¿Qué es lo que más extrañas de Perú y qué es lo que más te gusta de Argentina?

Lo que más extraño de Perú son mis abuelos. Si tuviera la oportunidad de traerlos lo haría, pero ya mi abuelo falleció y la única que me queda es mi abuela paterna, que viene solamente de visita. Además de nuestras comidas.

A Perú regresé luego de dos años, siempre he vuelto por vacaciones y cada vez que regreso me siento como en casa gracias al amor de la familia que aún conservo allá.

Y lo que más me gusta de Argentina es el asado, el fernet, el fútbol, y Gareca que nos llevó al mundial (risas).

La verdad, no me puedo quejar. Junto a Johana, mi señora, hemos logrado complementarnos bastante bien en lo cultural, ella es mendocina, y tenemos dos pequeños también nacidos aquí, uno de ellos ya come los dos tipos de comidas. Es muy lindo, porque nuestros hijos van heredando un mestizaje cultural interesante.

¿Rescatás algunos avances en Argentina o en Perú en cuanto a Derechos Humanos?

En ese sentido veo que Argentina está mucho más avanzado respecto a Derechos Humanos que Perú. Pese a que hoy el gobierno intenta ponerle muchas trabas a los migrantes, pero creo que es ahí donde los defensores de Derechos Humanos y demás movimientos políticos y sociales ponen resistencia ante esto y a la gestión actual no se le hace tan fácil cumplir con su objetivo.

Sin menospreciar la lucha que realiza Perú en cuanto a Derechos Humanos, hoy en Argentina se ve mucho más fuerte la lucha por la igualdad de género, de alguna forma hay legislaciones que lo hacen notar, como la de matrimonio igualitario, entre otras.

“Muchas veces me vi reflejada en los compatriotas que venían a pedirnos una mano”

Agripina del Carmen Nino Navarrete es peruana, nacida en Motupe, Lambayeque, tiene 46 años, estudió la carrera de Diseño. Llegó a Mendoza a fines de 1993, hoy trabaja como cajera en una carnicería y pertenece a la Pastoral Migratoria del Hogar del Migrante en nuestra provincia. Sin dudas, Pina se ganó el lugar de referencia dentro de la colectividad, ya que también colaboró con migrantes de aquella época.

¿Por qué motivo dejaste Perú?

La primera que vino fue mi hermana y al poco tiempo llegué yo, luego de que ella sufriera el robo de varios objetos, entre lo más importante dinero y documentos. Se había quedado completamente en la calle.

Apenas vine de Perú pude encontrar trabajo. Además del voluntariado que ya realizaba, fui durante un tiempo dama de compañía de la suegra del Cónsul de Brasil.

Yo migré por estos lugares preparada como voluntaria, al llegar acá conocí al padre Luciano, quien fue uno de los primeros que se involucró para que se creara lo que hoy es el Hogar del Migrante en Mendoza.

En aquella época conocí a muchas chicas y chicos que venían de Perú porque la situación económica allá realmente no estaba bien. En el caso de los varones trabajaban pintando casas, en albañilería, y en cuanto a las mujeres, muchas de ellas recibidas en enfermería, en docencia, como empleadas administrativas, se dedicaban al servicio doméstico cama adentro mayormente, al cuidado de niños o de abuelos. La mayoría de las chicas enviaban gran parte de sus remesas a sus familiares en Perú, porque ahí se estilaba eso, que el familiar que llegaba y, más si tenía hermanos, debía ayudarlos para que pudieran progresar.

El Hogar recibió muchos migrantes a lo largo de su historia, no solo de nuestra propia nacionalidad, sino también de países como Chile, Colombia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Haití, Venezuela, entre otros.

¿Cómo se organizan en el Hogar del Migrante para realizar diariamente esta tarea?

Nos dividimos en comisiones que integran la Pastoral Migratoria. Entre ellas están la Hermandad del Señor de los Milagros y la Hermandad de la Virgen de la Puerta. El hogar también está disponible en casos de urgencia cuando, por ejemplo, algún familiar no tiene donde velar a su ser querido, nosotras desde la Pastoral le brindamos el espacio para hacerlo.

A su vez cuenta con un consultorio médico, brindamos asesoramiento legal, bolsa de trabajo, alojamiento y psicología.

¿Notás que hay un vínculo muy fuerte con el Hogar del Migrante por parte de la colectividad?

La colectividad peruana generalmente siempre recurre al Hogar antes que al Consulado, por lo que tengo entendido. Creo que muchos lo sienten como su casa.

Una cuando es migrante y se acerca un compatriota a pedirte una mano, se ve reflejada en ese mismo compatriota, porque sabes lo que es llegar a un país que no es el tuyo y pasar distintas vivencias, buenas y malas, hasta que logras adaptarte. Me ha tocado ver las necesidades de muchos compatriotas, de no tener abrigo, vivienda, ver niños y niñas con la madre con esa cara de dolor por no tener qué darles de comer.

¿Recordás alguna anécdota de compatriotas?

Tengo muchísimas anécdotas grabadas en la memoria, pero nunca más me olvido de una chica que nos contaba que “la habían mandado a poner la pava”, y ella contaba que “buscaba la pava en la heladera y no la encontraba”, porque en Perú la “pava” es un animal que se usa para el consumo familiar, y aquí es un recipiente metálico que se utiliza para calentar agua. Así como historias injustas que les tocó vivir a varios compatriotas. Lo bueno de muchos de ellos es que se hicieron fuertes y rescataban lo positivo de cada situación.

 


 

Agradecemos especialmente a Henry Cancino de Sabrosura Restaurante por ofrecernos generosamente el lugar donde se realizaron las entrevistas.