Por Julio Semmoloni

De pronto, con el solo beneficio de la prudencia y el oportunismo para hacer declaraciones, aunque de ningún modo la previsión y el anticipo de tantos otros, las recientes palabras de Roberto Lavagna sobre la marcha del gobierno macrista causaron estupor en el núcleo duro del oficialismo y una desagradable sorpresa en la valoración mediática que lo protege.

Es cierto que del diagnóstico emana un anuncio catastrófico de consecuencias “indefectibles” para el modelo vigente desde hace casi un año, pero no se aparta demasiado de lo que con mayor justeza, el 13 de abril, a sólo cuatro meses del traspaso, expresara Cristina ante una multitud que la aguardaba frente a los tribunales de Comodoro Py.

Lavagna dijo: “(el actual) es un modelo de ajuste (que) combina tasas de interés fenomenalmente altas, dólar fijo o cayendo, el bolsillo del grueso de la población enflaqueciéndose, el empleo debilitándose, (por eso) requiere el endeudamiento externo e indefectiblemente termina en una situación de colapso”. Mucho antes, Cristina había alertado: “(…) hemos sido respetuosos de la voluntad popular (…) pero ojo, que la voluntad popular no la tiene que respetar únicamente la oposición; el que más tiene que respetar la voluntad popular es el gobierno que ganó diciendo que no iba a devaluar, que no iba a echar, que no iba a haber tarifazos, que no iba a hacer ajustes”.

Por qué esta reacción oficialista y mediática ante la demorada advertencia del agazapado ex ministro de Kirchner, y en cambio el ninguneo o la indiferencia a las prontas definiciones de Cristina. Presa de una turbulencia interna, esta gestión parecería que quiere “matar al mensajero”, como antaño, echándole toda la culpa del mal presagio. Hay una sensible diferencia entre la coherente anticipación de la ex presidenta, y esta especie de atrevimiento exculpatorio de Lavagna, que no agrega nada nuevo a la retahíla de críticas similares que Kicillof viene formulando desde hace más de medio año.

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Cabe hacer un poco de historia. Lavagna tomó como una afrenta que el presidente Kirchner prescindiera de sus servicios en 2005, cuando éste se encargó personalmente del rumbo económico durante el resto de su mandato. Muy despechado, desde el llano se comportó como un adversario implacable del kirchnerismo triunfante. Y cuando entrevió, como tantos tránsfugas del peronismo ortodoxo, que renacían las chances de volver a gobernar a mediano plazo, se convirtió en el principal asesor político y económico del massismo. Desde ese lugar disparó munición gruesa contra los últimos años de la gestión de Cristina, impregnando de resentimiento la idoneidad de su análisis, al cotejar la inicial etapa signada por la bonanza en el comercio exterior, que transitó como ministro, con períodos dificultosos posteriores a 2008, sin contemplar que el contexto internacional había cambiado desfavorablemente.

También especuló con inclinar el voto “renovador” a favor de Cambiemos en el balotaje. Pocos días antes de la segunda vuelta (ya con su partido fuera de combate), concedió justo a Lanata un reportaje televisivo, donde adelantó que no votaría por Scioli, atenuando la insidiosa confidencia con su rechazo al presentido “ajuste” que sobrevendría con el macrismo. En fin, cómo olvidar que fue candidato presidencial de la UCR en 2007, inmolado en la categórica derrota, a distancia sideral de Cristina y por detrás de Carrió.

Quieren “matar al mensajero” porque el pronóstico de Lavagna viene del interior de la soterrada coalición plural contra el kirchnerismo. Se pisan la manguera entre bomberos que se amucharon por inercia para evitar que se imponga el FPV, aunque después del triunfo comprobaron que no había incendio que apagar. Su incendiaria diatriba nunca tuvo asidero ni correspondencia con la prosperidad que dejó el gobierno anterior.

Por su ambición narcisista, de sentirse presidenciable entre los desechados, Lavagna sale a decir lo que viene callando Massa, el diletante del conurbano a quien le conviene que Macri se estrelle contra la crisis provocada, pero no deja de hacer la vista gorda al descalabro que él también contribuye a generar con su colaboracionismo legislativo.

Es difícil predecir qué va a pasar con las cruciales elecciones del año próximo. Se abre un abanico de posibilidades. De Cristina depende que pueda resurgir algún sucedáneo del kirchnerismo. Esa probable interrelación reúne el vigor intacto de ella y la debilidad congénita de otro presunto movimiento. Si el partido judicial logra tocarla (¡touché!) para impedir u obstaculizar su activo y genuino liderazgo, se clausuran expectativas de un sector cuya magnitud se desconoce, pero aún cuenta con organizaciones que pueden hacerse oír con cierto ímpetu.

El momento y las circunstancias son propicios para un rebrote progresista con buenas chances de obtener bancas. La infertilidad del radicalismo se acentuó, tras subsumirse en un rejunte en el que marcha como furgón de cola. Sigue dejando un apetecible espacio a llenar en el ámbito nacional. El peronismo que nunca integró el FPV como kirchnerista, por ahora es difícil saber si se aglutinará detrás de uno o más referentes, dependiendo de ello su capacidad para sacar mayor provecho del desgaste oficialista. Por cierto, Massa es el que cuenta con más atractivo para capturar esa dispersión, mientras que Scioli orbita cual una incógnita, según se acerque o aleje de Cristina.

Como todavía no se completa el primer año de Cambiemos en la Casa Rosada, es conveniente calcular cómo le irá en dichas elecciones, dependiendo de ese resultado la eventual aptitud de gobernar que podría retener o desaprovechar. Parece hoy condición ineludible no persistir en el rumbo seguido hasta acá. Pero entonces se plantea un gran dilema político: el gobierno de Macri no muestra interés por darle un golpe de timón a su derrotero. Por lo tanto, la situación social y económica se agravaría más, cumpliéndose el vaticinio de Lavagna.

Julio de 2008: Massa reemplaza a Alberto Fernández en la Jefatura de Gabinete
Julio de 2008: Massa reemplaza a Alberto Fernández en la Jefatura de Gabinete

 

Intriga esta repentina crítica esclarecedora del trío “renovador”, unido por el flagrante despecho anti-K. Lavagna, Massa y Alberto Fernández simbolizan las manzanas podridas apartadas a tiempo del Proyecto en fase ascendente. ¿Se estarán preparando para el recambio por derecha, dada la inoperatividad del macrismo? No olvidemos que para el establishment dubitativo frente al posicionamiento electoral de Macri, antes de cumplida la primera vuelta lo tenía a Massa de muletto para el caso de una eventual sustitución de última hora.

¿Es posible? ¡Quién sabe! Sobre el cierre de esta nota, desde el zócalo de su pantalla, TN dispara que el déficit fiscal creció 184 por ciento (el triple).