Entrevistamos a Jorge Marziali, el cantautor universal que siempre encuentra la manera para buscarle a Mendoza la vuelta. Mañana a las 22 hs. presentará “La Fiesta Interior”, en el teatro Independencia, junto a reconocidos músicos locales. El valor de la entrada: un libro que será donado a las Bibliotecas Populares.

Fotos: Coco Yañez

Le hicimos unas fotos en la plaza Independencia, muy cerca del teatro donde mañana ofrecerá un recital junto a talentosos amigos mendocinos, y al rato nomás nos sentamos en un café donde la charla nos fue llevando desde el resistente conurbano bonaerense de los ´80, hasta la Mendoza conservadora que echó a Favio, Alonso, Quino, Tejada Gómez y al propio Marziali.

Escribiste “Los obreros de Morón” en plena primavera alfonsinista, sin embargo la seguís cantando, la gente te la pide. ¿En algún momento sentiste que perdía vigencia?

Yo sentí que perdía vigencia, lo que pasa es que la gente no quiere que pierda vigencia. Es muy raro porque es una canción que trasciende la ideología dogmática, la ideología “calentona”. Es más, hay radicales que la cantan. Me parece que es una canción que nació con una suerte tremenda y, más allá de que en algún lugar se mencione a un personaje de la historia como puede ser Perón, la descripción de ese paisaje no había sido hecha antes, salvo en algún tema del rock (creo que se llama Blues de Avellaneda o algo así), donde aparece ese paisaje del conurbano con esa tarea de ir, tomar el tren, estar 15 horas fuera de tu casa viajando por un laburo… Todo eso no estaba escrito.

Vos siempre has evitado caer en el panfleto, algo que no es sencillo. Cuando querés hablar de “lo social”, ¿por dónde le entrás?

Si eso está claro para vos (por lo menos sería uno, que ya es importante), entonces yo triunfé. El gran laburo de escribir es no caer en el panfleto. No lo digo nunca, tampoco digo cuáles son los yeites para decir las cosas, pero uno de esos yeites fundamentales es que no sea panfleto, que esté siempre en el borde del panfleto, que diga lo que tiene que decir. Lo que pasa es que el panfleto es antiestético, es anti belleza y yo trato de ponerle belleza a la poesía. Entonces, cuanto más belleza le inyecto menos panfleto es, y estoy diciendo lo mismo que diría siendo panfletario.

Hay una canción que estoy cantando ahora, que no es mía sino de Orlando Migno, un tipo que escribe en Holanda, un compañero hermoso, que tiene una copla que dice: “No nos sirven los panfletos, en eso estamos de acuerdo, pero tampoco me sirve ver tanta mierda y hacerme el ciego”.

Decías esta copla y pensaba en tu tema “Cebollita y huevo”, en la herencia de los republicanos españoles quizás, en la picaresca, y a su vez en el decir con certeza…

“Cebollita y huevo” está más en el filo del panfleto, está muy cerca del panfleto. Para mí debió ser, y así la pensé, una canción coyuntural. Está escrita en los albores de la democracia, en el 83. Yo pensé en sacarme el gusto de decir lo que pasaba, vamos a empezar de nuevo, y está todo bien, olvidémonos lo pasado y vamos para adelante… y la canción tiene cada vez más vigencia. El que hizo mal la evaluación histórica “viniente” soy yo.

Desde lo filosófico, empezar de nuevo es un karma que tiene la humanidad desde que existe, un karma lindo en todo caso. Yo no lo pensé en ese momento, pero creo que la vida es empezar de nuevo todos los días. “Vivir es ser diciendo adiós”, dice el poeta. Eso es vivir. Este momento que ya pasó es viejo y lo que importa es el siguiente. Estamos diciendo adiós permanentemente a las cosas. En ese marco, “vamos a empezar de nuevo, cebollita y huevo, pan y libertad”, a mí me agrada, porque yo creo que hay que empezar de nuevo todos los días, pase lo que pase con los gobiernos. Quizás por eso sigue teniendo vigencia, porque a la gente no le molesta empezar de nuevo, lo que sí le molesta seguramente es empezar de nuevo desde abajo siempre.

Hablás de una cuestión existencialista que los franceses la dicen más complicada, la desarrollan en seminarios y grandes libros, y que en Argentina y Latinoamérica se simplifica bastante a través de la cultura. ¿Cuándo comenzás a percibir que la expresión artística te servía para sobrellevar la vida?

Primero fue una intuición seguramente, pero toda la vida he pensado a la canción como una herramienta de acompañamiento en las etapas buenas y las malas. En las épocas malas, como las que estamos viviendo, el acompañamiento es más crítico, en las épocas más tranqui o con una democracia más inclusiva por ahí el acompañamiento es más poético, pero siempre me pareció que tenía una herramienta. No me imagino ninguna canción que no acompañe un proceso medianamente trascendente. Por lo menos esa sería una de las funciones de la canción: acompañar críticamente -lo que no quiere decir en contra- los procesos trascendentes de una comunidad.

Yo vengo de una generación que escribía mucho en plural, se pintaba en plural, se hablaba de “nosotros”. Y acá lo que se ha instalado desde hace varios años es un cancionero yoísta, yo hablo de lo que me pasa a mí, y creo que además me tienen que comprender, es más, estoy muy enojado porque la comunidad no comprende las cosas que me pasan: estoy solo, te extraño, no sé qué hacer sin vos, lloro, no tengo trabajo, yo, yo, yo… Para mí es chocante generacionalmente, porque uno se educó en una generación donde se hablaba en plural.

En tu música encuentro algo que se repite en Latinoamérica, que es hablar de cuestiones dramáticas con ritmos alegres…

Ese es otro de los yeites. Yo doy charlas por ahí y he tenido talleres de composición y siempre lo hablo con la gente más joven. Si vos vas a contar una cosa dramática, para que le vas a poner una música dramática y un ritmo dramático, todo dramático. Si ya sabés que es dramática la poesía no hagás dramática la música. Encima tenemos tendencia a llorar, porque tenemos un sello italiano clavado… Bueno, a mí no me gusta llorar, a mí me molesta la gente que llora cantando, aún por la muerte de la madre.

“Hay que hacer lo que decía Jauretche: tomar la cultura universal y decirla con el idioma nuestro. Esa es la cultura nacional, la universal vista por nosotros”.

Te has permitido además romper las clasificaciones regionales de la música popular. ¿Vos no te bancarías mucho que te llamen músico cuyano?

Los cuyanos no me consideran cuyano, tampoco me molesta, pero tienen razón porque yo no he cantado cuyano… Mejor dicho: me he llenado de cantar cuyano, lo que pasa es que -para muchos- cuyano es una tonada lacrimosa, o una cueca que hable de cuántos chorizos y patitas de cerdo se morfaron y cuántas ensaladas de berro… No los sacás de esa temática o de la viña. Te dicen que yo no hago cuyano, pero se limitan a clasificar lo cuyano por los ritmos, ni siquiera por las melodías. Si es tonada, aunque diga una pelotudez, es cuyano, ahora si vos le cantás al Futre con ritmo de candombe, a la Deolinda Correa con ritmo de milonga, al amor con ritmo de refalosa eso no es cuyano.

La cuyanía mía está en las letras, no en la música, porque no me interesa acotarme al lagrimeo de la tonada, ni acotarme todo el tiempo a la festividad de la cueca. No digo que lo otro esté mal, lo que me parece es que hay un problema de falta de universalidad. Pasa en todas las provincias: hay una mirada muy corta respecto del mundo.

Si siempre se dice que Mendoza es conservadora, ¿por qué creés que un proceso revolucionario como el “Nuevo Cancionero” se catalizó aquí?

Porque tocó que un tipo informado e inquieto naciera acá, que se llamaba Armando Tejada Gómez. Él es inventor de todas esas cosas, un tipo militante de la cultura, con la cabeza abierta y una sensibilidad social importante. Y bueno… nació acá, podría haber nacido en San Juan, si la madre viajaba una semana antes a San Juan nacía allá, pero nació en Guaymallén. No creo que sea representativo de un movimiento mendocino, de hecho fueron cuatro empujados por él. No era una “orga” de tipos que pensaban todos igual. El motor de todo eso era Tejada Gómez.

Yo no tengo ninguna duda del conservadurismo mendocino. La gente se alegró cuando se fue Tejada Gómez, también se alegró cuando se fue (Leonardo) Favio, la gente de Mendoza se alegra que te vayas. El status quo quiere que te vayas, les encanta que te vayas, yo también lo sentí.

Yo tenía 16 años y decía “yo me tengo que ir de acá”, no sabía bien por qué. Y era que iba entrando en una comunidad que no le importaba Carlos Alonso, no le importaba Tejada Gómez, no le importaba Quino, no le importaba Leonardo Favio… ¿y le voy a importar yo? Ese fue el planteo, y me fui.

 


 

Jorge Marziali partió pero siempre está retornando, incluso muchos descreen que alguna vez se haya ido. Por lo pronto, mañana estará a las 22 hs. en el escenario del Independencia, con la fiesta de su interior, el bagaje cultural de las provincias, y esa alegría jauretcheana que nadie podrá robarnos aún en los tiempos difíciles.

Ficha

“La Fiesta Interior”

Lugar: Teatro Independencia (Ciudad de Mendoza)

Día y hora: Sábado 6 de mayo, a las 22 hs.

Entrada: 1 libro nuevo o en buen estado, que será donado a las Bibliotecas Populares de Mendoza

Artistas invitados: Gonzalo de Borbón (piano y guitarra), Marcelo Sánchez (bajo y coros), Polo Martí (guitarra), Marita Londra (quena y voz), y Nahuel Jofré (canto y guitarrón).