La llave perdida es una creación colectiva de Abremundos, primer elenco mendocino de jóvenes adultos con síndrome de Down.  Está formado por Carla Besso, Rodrigo Escudero, Sofía Morales, Mariana Lang, Alejandro Hertlein, Nicolás Rodríguez, Sofía Vera y Natalia Úbeda. La dirección es de Gabriela Garro. La escenografía y el diseño gráfico están a cargo de Matías Garbarino y la producción es de Pamela Fornés. Estrena el miércoles 28 de noviembre a las 21 horas en la sala 2 de la Nave Cultural y repite el 5 de diciembre.

Por Brenda Sánchez
Fotos: Seba Heras

Después de varios meses de entrenamiento actoral, en julio empezamos a armar la obra, relata Gabriela Garro. Ellos eligieron la fantasía y quisieron trabajar sobre llaves perdidas. A partir de la idea organizadora de un libro que escondía llaves, les propuse que cada uno contara la historia de una llave que tuviera que ver con sus preocupaciones y deseos. Así surge la búsqueda de las llaves del amor, de la aceptación, del tiempo, de la comida, la brújula. Y hay una llave perdida, que tiene que ver con los espacios de independencia que ellos reclaman.

Generar empatía

Actualmente, la discapacidad no se considera una enfermedad en sí, aunque varias clases tengan origen genético. Desde este nuevo punto de vista, todo individuo tiene funcionalidades, pero algunas personas no son capaces de ejercerlas de la misma forma que la mayoría. La condición de singularidad que supone la discapacidad nos interpela sobre las posibilidades que ofrecemos como sociedad para el ejercicio pleno de los derechos.

El encuentro es indispensable para combatir estigmas. El elenco se piensa y se construye. Por eso Abremundos, nombre que evidencia la necesidad y el deseo de mostrarse no desde las carencias sino como sujetos, con las capacidades valiosas  que cada uno tiene y puede aportar al grupo y a la sociedad. Es una interpelación también a los espectadores: salir de los rótulos y etiquetas para encontrarse con otros que sienten, aman, sufren, desean. Para abrir, primero hay que querer descubrir, dice Garbarino.

Garro afirma que esta obra es la concreción real de la inclusión que la sociedad pregona y asume como deseable, pero que pocas veces se concreta. Lo artístico les da un lugar en la sociedad. Sobre el escenario saben que van a poder decirle al mundo lo que piensan. Saben que están armando un producto que va a transformar al que lo vea, porque ellos también se han transformado con la experiencia de ver teatro.

El arte como trabajo

El proyecto nació en febrero como parte del área de Aprestamiento Laboral de APANDO. Pamela Fornés, psicóloga de la institución, comenta que el taller surge del deseo de integrar el placer que los jóvenes evidenciaban por las actividades artísticas con el desarrollo de destrezas laborales. Por lo que desde el primer momento la experiencia consideró al teatro como herramienta de trabajo para la realización de un producto de calidad que pudiera compartirse.

Fornés convocó al diseñador industrial Matías Garbarino y entre los dos le dieron forma a la idea. Más tarde sumaron a Gabriela Garro, actriz y directora profesional, como encargada de la parte artística del taller.

El proceso de la obra fue largo, cuenta Garbarino, estuvimos varios meses conociendo el grupo, escuchando sus preguntas y descubriendo sus deseos. A partir de esto, conjugamos la actividad teatral con estrategias de creatividad y encontramos una plataforma movilizadora que  ayuda a los jóvenes a aprender y a crecer.

Uno de los ejes del taller fue la formación como espectadores de teatro, para que pudieran tomar decisiones críticas respecto del quehacer como autores y actores. Cada obra que veían era para el grupo una experiencia de disfrute y encuentro, generadora de interés y expectativa respecto de la propia producción.

La llave perdida, una propuesta de gente con ganas de vivir sus propias decisiones con amor, libertad y respeto; lo que reclamamos todos los seres humanos.

 

 

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