Silvia Ontivero, sobreviviente de la dictadura y referenta de los organismos de Derechos Humanos de Mendoza, le aportó calidad, lucidez y sobre todo humanidad al debate por la situación de las personas privadas de la libertad en medio de la pandemia. Tras avalar la decisión de un tribunal que le otorgó la morigeración de la reclusión al asesino de su hijo, cristalizó la hipocresía del sistema penal, el sensacionalismo mediático y la insensibilidad de una buena parte de la sociedad.   

Fotos de archivo: Coco Yañez

Silvia Ontivero

“Puesta en esta circunstancia especial, pienso y deseo que sea una nueva oportunidad para que se dé cuenta que la vida le pone en bandeja un nuevo reto y ese reto es que cambie su vida de una buena vez, recupere los valores que le dio su familia, recupere a sus hijos y se convierta en un hombre de bien”, es uno de los párrafos sobresalientes de la carta pública de Silvia Ontivero, a través de la cual informó su conformidad al otorgamiento de la libertad vigilada al asesino de su hijo, Alejo Hunau.

Las palabras de Ontivero se amplificaron y llegaron a los medios de comunicación en medio del maniqueo debate de las prisiones domiciliarias ante el riesgo de propagar la pandemia, y la posibilidad de muertes masivas, en los contextos de encierro.

En el barro demagógico punitivista habitual del páramo mediático, la postura de la mamá de Alejo sonó excéntrica y fue requerida por distintos medios de comunicación.

Pero su historia personal, antecedente ineludible de su percepción humanitaria, fue invisibilizada casi por completo por el tratamiento periodístico.

Con 29 años, el 9 de febrero de 1976, Ontivero fue secuestrada junto a su hijito y su pareja Fernando Rule por una patota del siniestro D2 mendocino, donde fue “salvajemente violada una veintena de veces durante su estadía allí, y unas cuatro veces al día por distintos hombres al igual que todas las mujeres detenidas en aquellas épocas”, según testimonió en uno de los juicios por delitos de lesa humanidad. Luego fue trasladada a la Penitenciaría Provincial y de allí a la cárcel de Devoto.

Tras su inconstitucional detención, que se prolongó durante toda la dictadura cívico militar, pudo reencontrarse con su hijo Alejo Hunau, hasta que en el año 2004 resultara asesinado -según logró probar la Justicia- por Diego Arduino, quien cumplirá su condena en un par de años.

Ontivero en uno de los juicios contra criminales de lesa humanidad.

Por eso Silvia remarca claras diferencias: “Hay genocidas que piden lo mismo. Pero no es igual. Esa gente torturó, violó, desapareció tantos compatriotas, tiró al mar a miles de jóvenes, robó bebés recién nacidos. Esos genocidas fueron juzgados, comprobadas todas las atrocidades y, luego de eso y ya condenados, siguieron tomando actitudes criminales”. Y cuestiona: “¿Cómo se llaman las actitudes de hacer un pacto de silencio condenando a madres, padres, parejas, hermanos, hijos, hijas, a no saber dónde están sus familiares al menos para llevarles una flor, darles sepultura, tener un lugar para visitarlos?”.

Al ser calificada como “díscola” por el presentador Guillermo Andino, en América TV, Ontivero reconoció que “yo también tengo amigos que me dicen que los maten, que se mueran y después los domingos van a misa”, y le remarcó, antes de ser interrumpida, que “las cárceles están llenas de pobres, no están los que delinquen en el mundo de las finanzas, no están los que echan 1500 empleados cuando viene la pandemia”.

Noviembre de 2016, Silvia Ontivero impugna públicamente al José Valerio, postulado para la Corte por Alfredo Cornejo.
Jose Valerio durante la audiencia pública.

Su comprometida concepción de la vida ya la había demostrado en el Senado provincial objetando la postulación de José Valerio como integrante de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, realizada por el exgobernador Alfredo Cornejo, fundamentada en la homofobia del actual ministro de la Corte, quien siendo juez de la Segunda Cámara del Crimen concediera circunstancialmente la libertad de Arduino, entre otros motivos, por la “desviación sexual” de la víctima, Alejo Hunau.

Conocedora de las pésimas condiciones carcelarias, Ontivero entiende “el terror que deben sentir los que están adentro” y que las circunstancias de salud de Arduino se complicarían si contrajera coronavirus.

Por último, la ex presa política e incansable luchadora señaló, en referencia a Arduino, que solo tiene “la tranquilidad de haber hecho lo que creo profundamente que es lo correcto, y su última oportunidad de cambiar y transformarse en un hombre de bien”.

 

 

Mujer que lucha y vuelve a luchar

La madre de Alejo Hunau se hizo oír en el Senado