Desde hace tiempo que teníamos muchas ganas de comprar una obra de Laura Rudman. Y, hay que reconocer, que los prejuicios suelen operar cómo un obstáculo. Aún prevalece la idea de que “el arte” es para los ricos y privación de cronistas asalariados. Igual nos animamos a tantear el asunto, le llamamos a esta gran artista mendocina y, por supuesto, nos recibió con infinita calidez en su casa-atelier, donde pintó esta entrevista.

Fotos: Seba Heras

Miramos los cuadros que están por toda la casa y espontáneamente hilvanamos una charla en torno a la mirada aérea sobre las baldosas de los patios, tan característicos en las pinturas de Laura.

¿Cómo llegaste a esa perspectiva?

Con mis patios pasa lo mismo que con la figura humana, no está en la obra pero está presente, porque es uno el que habita esa historia, ese recuerdo, esa evocación.

Durante mucho tiempo yo sólo hacía figura humana y de repente empecé a enfocarme en los objetos, en la idea de que éstos contienen a sus dueños. Para mí, la silla donde pudo haber estado un torturado o la máquina de escribir de un enamorado hablan más de lo humano que la imagen de la figura humana.

Más allá de lo virtual, tan presente en la actualidad, seguimos necesitando de la experiencia sensible para relacionarnos con el mundo. En tus patios tangibles aparecen hilos, lanas, ovillos…

Después de charlar mucho con otros he llegado a la conclusión de que mis cuadros se asocian con la palabra. Para mí la palabra es muy importante en la obra, de hecho mis bocetos no son gráficos, no son dibujos, son palabras, ideas. Lo literario me conmueve, a veces tengo el título antes que la obra. Me parece que la insistencia en que cuente algo, no que tenga un mensaje sino que narre, me lleva a la presencia del hilo como una idea conductora, una conexión que se produce entre palabra y palabra para formar una oración.

En distintos lugares de su hogar-taller, Laura archiva temporariamente obras incompletas. No las abandona, todo lo contrario, las deja en pausa, en espera para el momento oportuno. Encarar varios trabajos en paralelo es su método. Concibe familias numerosas de pinturas niñas, críos más grandes en rollos de tela, muchachas en bastidores. Las alimenta una a una, durante días, meses o años, hasta que intuye que ya viven solas por el peso propio de sus historias.

Al no bocetar, y al tener un montón de ideas juntas –explica Laura- trabajo con un montón de obras a la vez. Una va disparando a la otra. Ahora, por ejemplo, volví a hacer algunos paisajes. Estoy trabajando con uno, otro… y otro que está más avanzado. Es como una pulsión, ¿me entendés? Muchas veces pasa que la efervescencia baja y después no me gusta y lo tapo entero y vuelvo a empezar. No tengo ningún problema en eso, el material ayuda porque es acrílico. Capaz que lo que ahora me emociona, si dentro de dos meses no avanzó, lo abandono y retomo el hilo por otro lado.

“Cuando la esperanza se vuelve papel hay que abrir las ventanas”

Tu vida cotidiana familiar, de madre, de compañera, seguramente hace que los hilos se interrumpan muchas veces, ¿cómo hacés para retomarlos cuando volvés a la tela?

Gran parte de mi vida está supeditada a mi función de mamá y muchas veces el impulso tiene que frenarse por cuestiones cotidianas. Yo pinto a la mañana y a la tarde, tipo horario partido, esa cosa tan poco “romántica” de ponerse a trabajar todos los días. Cuando no estoy pintando, lo que hago es anotar, escribir… Me pasa que voy manejando y escuchando música, y se me van ocurriendo cosas que las tengo que registrar. Por ejemplo, el otro día escuchaba en el auto el cuplé de Agarrate Catalina “Gente común” y me volvía loca. Pensaba: “algún día voy a pintar esto, frase por frase”, y tengo que parar para anotarlo. Yo pienso la palabra como una imagen.

Y te persigue la idea de la precisión poética… ¿Estás en el semáforo y decís “esa es la palabra”?

Sí, claro, exactamente… Viste la famosa frase “que la inspiración te encuentre trabajando”, en nuestras vidas no necesariamente es posible, entonces hay que estar como atentos todo el tiempo.

Nos imaginamos que suspendés la obra, como un dulce a medio hacer sobre la mesa, para ir a buscar a tu hijo a la escuela, pero seguís laburando en tu cabeza.

Tal cual, no soy de las que se pueden parar frente al lienzo en blanco esperando las musas.

Una sensación de ausencia te gana el cuerpo cuando uno se para frente a algunos de tus cuadros, como si estuviésemos viendo fotografías donde la gente no está, pero sí está, en las sillas, en los patios vacíos.

Son como instantáneas del momento exacto en el que alguien todavía no entró a la habitación o se acaba de ir.

En este momento mi pintura está sumamente “abarrocada”, estoy con los detallitos… y me divierte mucho eso, es como una cosa de juego permanente.

Entretiempo (acrílico sobre tela)

 

Casi al finalizar la charla, Laura nos cuenta de las distintas formas individuales y colectivas en que comercializa sus obras y cómo se las ingenia para vivir de lo que la apasiona. Generosamente nos muestra varias alternativas, hasta que recalamos en una colección donde descubrimos maravillados tres pinturas sobre papel -de los años ´90- que hacemos nuestras a un precio más que razonable, al menos para estos asalariados que aún se conmueven con la palabra habitando en un cuadro.

 


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