Constanza Correa Lust (portada)

Write like a girl es un colectivo literario mendocino, conformado por Noelia Agüero, Constanza Correa Lust, Sofía Criach, Malena Orozco, Marinés Scelta y Victoria Urquiza. Seis escritoras que comenzaron hace un año a caminar este espacio que parecía desierto de mujeres y, que desde ese momento, se consideran en permanente proceso de crecimiento. Van descubriendo el camino y autodescubriéndose en la marcha, juntas.

Por LA OTRA
Fotos: Seba Heras

Chicas, cumplen un año de su primera presentación como colectivo. ¿Qué pasó de ese momento a esta parte?

¡Uhhh! Muchas cosas. Primero, la gran convocatoria que tuvimos siempre, que nos sorprendió. Al principio obviamente te cuesta: la gente que te conoce te hace el aguante, va y te ve… los amigos, la familia. Y después empezó a crecer muchísimo solo, tuvimos varias presentaciones el año pasado. Luego surgió inmediatamente la propuesta de hacer una antología de nuestros textos con la editorial que había publicado el primer libro de Marinés. Así que mientras íbamos haciendo esas presentaciones, también íbamos trabajando en el libro. Y después vino la presentación del libro, en marzo. Nos invitaron a hacerlo en Mendoza, en la Feria del Libro en Buenos Aires, también en San Juan. Y después necesitamos un descanso y trabajar puertas adentro,  así que empezamos a decir que no a las distintas presentaciones que nos llegaban. Más que nada porque veíamos que nos estaba quedando todo en el primer proyecto y queríamos centrarnos en el tema del colectivo. Es decir, somos un colectivo, ¿qué hacemos como tal poéticamente?

Un colectivo, ¿qué implica a la hora de trabajar, de escribir? ¿Tienen algún método o procedimiento grupal?

Nació como una muestra de lo que cada una tenía escrito a partir de la iniciativa de Vicky y Marinés. Pero después de un tiempo, vino este replanteo de qué es ser un colectivo y cómo se escribe colectivamente, porque caemos siempre en el cadáver exquisito. Ahora estamos en plena búsqueda de eso, de estrategias para poder escribir colectivamente. Tiene mucho que ver con un proceso que se hace a nivel grupal y que va más allá de la escritura. Si no hay algo que vaya más allá, que es lo vivencial que venimos compartiendo mucho, tampoco hay mucho para escribir juntas. Por eso partió de un proceso de preguntarse cuáles eran las cosas que más frecuentaban nuestra escritura, las cosas que más nos hacían cuestionarnos a nosotras mismas, al mundo que nos rodea, y a partir de eso, ir buscando algún modo de volcarlo. Y sobre todo al ver que hay mucha coincidencia desde el ser mujer, pero que, como siempre dice Sofía, no es que se escribe siendo mujer, no hay una manera particular de escribir porque se es mujer sino que se escribe y, además, se es mujer.

Sofía Criach

El tema de que sean todas mujeres se presta a la interpretación de que son un colectivo feminista. ¿Son voces femeninas expresándose o hay una idea de militancia?

A nosotras nos chocaba un poco el término “poetas feministas”, preferimos llamarnos “feministas que además escriben”. La expresión “poesía femenina” tampoco nos gusta mucho, porque a un hombre nunca se le pregunta qué es escribir como hombre, se le pregunta cómo es el proceso de escritura, etcétera. Nunca se le agrega el “como hombre”, en cambio a la mujer siempre se le pregunta “como mujer”. Entonces queremos hacer esta distinción, lo que no significa que todas nuestras experiencias y vivencias que atravesamos como mujeres, no estén presentes. Por supuesto que están y de manera muy fuerte, pero no queremos ponernos ese rótulo. Y además no todas vivimos el feminismo de la misma manera, o estamos de acuerdo o luchamos por las mismas cosas, pero sí compartimos esto de que luchamos por la igualdad del hombre y la mujer en todos los sentidos y en todos los ámbitos de la experiencia humana.

Su nombre y su logo remiten fuertemente al feminismo…

A veces se nos ha pedido cierta justificación y cierta definición de cómo nos declaramos frente al feminismo. Uno se va haciendo y en una época en particular en la que los movimientos feministas han recobrado cierta dimensión y visibilidad en la Argentina, surgimos nosotras.

Tanta pregunta hizo que nosotras mismas nos planteáramos la cuestión. También hubo una necesidad de nosotras de blanqueamiento: somos conscientes de lo que nos está pasando, somos conscientes de lo que significa ser mujer, de lo que te pasa siendo mujer, de cómo vivís las experiencias, el cuerpo, la poesía, la facultad, el trabajo, y todas esas cosa que te terminan atravesando. Y acabamos pensándonos en ese sistema y seguimos explorando qué es lo que somos. Lo claro es que somos, primero, personas que escriben, y luego sí nos declaramos feministas porque convenimos en los principios generales  de la lucha por la igualdad.

Victoria Urquiza

¿Cómo comenzó el colectivo? ¿Qué las unió como grupo?

“La excusa de la creación del colectivo fue la visita de Marinés, ambas sabíamos que escribíamos y compartíamos por ahí algunas cosas pero nunca habíamos tenido el coraje de decir “yo escribo, yo lo muestro, lo mío vale”. Y vimos que en los recitales de poesía o en las lecturas que se hacían no había mucho espacio para las mujeres y que era mayoritariamente masculino el ambiente. Y entonces le propuse a María Inés que aprovecháramos que estaba por estos lados y empezamos. Hicimos esa primera lectura y nos dimos cuenta que funcionaba esta idea de empezar a trabajar lo colectivo, que salió de una primera escritura, que es el manifiesto”, cuenta Victoria en primera persona.

Creemos que el hecho de estar juntas es una red de contención también, sentir ese apoyo de la otra, es la sororidad, se siente la confianza. Ahora que estamos trabajando los textos, escribiendo realmente en forma colectiva y corrigiendo creo que eso todavía da una seguridad extra que es saber que el texto está testeado, probado antes por otro público, que en principio somos nosotras, y que si eso está funcionando después va a tener una buena recepción, va a funcionar en cuanto a texto.

(Toma la palabra Coti con el ímpetu de la necesidad imperiosa de contar algo)
También creo que va extra poesía y esto me tomo la libertad de hablarlo en primera persona porque yo lo sentí: lo artístico es mágico y lo mágico es curativo. En ese sentido, yo lo viví con algo que me pasó y lo hice mágicamente, y repercutió en la poética de muchas de nosotras. Fue muy loco ver cómo se va tejiendo esa red, que afecta inclusive a lo que vamos poetizando. Vicky siempre dice que cuando sana una, sanan todas y eso lo hemos experimentado en muchos aspectos.

Y hemos crecido también nosotras como grupo porque hubo un planteo de qué es lo grupal. Al principio era una suma de individualidades, pero nos dimos cuenta de que incluso ese trabajo individual tenía muchísimas cosas en común: temas, planteos, formas, el hecho de escribir y dejártelo guardado, mostrárselo solo a una o dos personas, ese diálogo casi secreto que teníamos nosotras con los libros, con la literatura; era lo que nos estaba generando todo ese espacio interior y cuando lo compartimos entre todas empezamos a darnos cuenta de que tenía muchísimos hilos comunes. De hecho nuestro próximo  proyecto tiene que ver con eso, con ideas que creíamos que eran únicas para cada una y resulta que todas estábamos pensando en hacer lo mismo, se nos presentaban las mismas inquietudes. También una consciencia de generación se nos ha creado, por el hecho de que al preguntarnos las mismas cosas, al tener las mismas referencias, al pasar hasta por las mismas experiencias o tener la prácticamente misma óptica, es lo que nos termina uniendo; no solo es grupo sino generación.

Noelia Agüero

Cuando se busca información sobre ustedes, lo que remarcan las notas o entrevistas es que son mujeres, ¿cómo se llevan con eso?

Algo que nos llama la atención con el libro es que las críticas siempre vienen por el lado “Ah, son mujeres y escriben” pero no hay un análisis crítico, entonces no se juzga el hecho artístico, la calidad literaria, el texto en sí. Termina siendo un acto paternalista porque terminan diciendo “Ay, no las vamos a criticar porque son mujeres y están haciendo algo”.

Venimos a llenar el cupo femenino de la literatura mendocina, dejamos tranquilas las conciencias. Determinadas invitaciones las hemos sentido así, para sentirse progre dijeron “Invitemos a las chicas”. Paradójicamente, no hemos recibido nada de nadie.

El acento siempre puesto en el género…

Y sí. Hay una necesidad humana de encasillar, clasificar. Entonces los grupos que rechazan la facultad, estas son las académicas, en la facultad somos las hippies que nos creemos poetas, o las del nombre en inglés (Marinés grita riéndose “¿Qué tiene que sea en inglés?). Siempre de algo nos van a tildar.

Yo creo que tiene que ver con el empoderamiento: no vamos a negar que es un hecho político esto de que seamos todas mujeres y estemos escribiendo juntas. Eso es innegable. No somos ingenuas. El nombre y el logo nacieron como un chiste pero tampoco son ingenuos.

Malena Orozco

¿Cuáles son sus referentes literarios?

Al haber estudiado todas Letras y en la misma facultad, hay un bagaje de lecturas común muy fuerte y ecléctico. Igualmente siempre estamos en búsqueda de cosas nuevas, a ciertos autores no los leemos en la facultad. También nos pasa con la música, por ejemplo.

¿Cómo enfrentan la performance que implica la lectura en vivo?

Muchas de nosotras hemos hecho teatro entonces eso nos ayuda muchísimo. También es algo que estamos trabajando. Hay textos que son posibles de leer, otros que no, debemos pensar en qué momento incluir la música, hemos ido aprendiendo sobre la práctica. Y termina siendo un texto espectacular, aunque no es dramático pero sí hay una forma de presentar el texto en escena. En esta oportunidad, quisimos venir de vestido porque cumplimos años, sin embargo Coti no vino de vestido (anécdota y carcajadas). Es algo que disfrutamos también.

Marinés Scelta

Su manifiesto cierra con una frase que reza: “El desierto está lleno de mujeres”. ¿Existe una “literatura del desierto”?

Esa frase juega con dos sentidos, por un lado, el enclave geográfico en el que estamos, y por otro lado, el hecho de que los espacios que había para las mujeres en la literatura de acá eran pocos. Algún grupo te invitaba… pero eran la mayoría hombres. Entonces es un poco una ironía sobre que el desierto de la literatura mendocina, hay mujeres. Pero estamos como invisibilizadas. En espacio que vos ves, que parece vacío, que no hay nada, que son kilómetros y kilómetros de sequedad y de calor y de agobio, en realidad tiene vida y ahí estamos. Está lleno de mujeres.
La charla se extiendo hablando de lo que a todas más nos gusta, la literatura. Discutimos las relaciones fondo/forma en la poesía, los recursos para dar musicalidad y ritmo al texto, el porqué de la elección de las nuevas generaciones del verso libre, el anacronismo (o no) del soneto, la experimentación con el haiku, el soporte en el cual escriben. Las chicas lamentan que siempre se remarque su género en las notas y no su arte, e invitan con firmeza a la lectura, la crítica y al cuestionamiento de su obra.

Sin proponérmelo, entro en su ronda, en su espacio, en sus experiencias. No solo escriben como mujeres, son tejedoras de historias y redes: me incluyen en su ceremonia irresistible, como a una más, como si nos conociéramos desde siempre.

 


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