Sin nostalgias, pero con muchas ganas de recrear el ritual, nos juntamos con el músico Polo Martí para compartir esa simple y casi extinta costumbre de escuchar un disco en compañía. Se trata de Frutos, el CD que mañana presentará en el Teatro Independencia.

Fotos: Seba Landi

Cuando no existían walkmans, ni Ipods, celulares, You Tube, ni muchos menos Spotify, era frecuente que la novedad de un Long Play -primero- o de un Compact Disc -después- fuese motivo de escucha compartida. No sólo era cuestión de oír el estreno, el disfrute también pasaba por saborear el arte de tapa, explorar detalles de la producción y descubrir o confirmar autores, compositores, arregladores e instrumentistas, tantas veces anónimos en el auricular.

La casa-estudio-bibliodiscoteca de Polo Martí es un lugar perfecto para revivir la experiencia de la juntada. La principal sala, con sillones en ronda y buenos parlantes apuntándonos, invita a escuchar la música al aire.

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Polo nos convida con su nuevo disco y mates bien mesopotámicos, con el agua a punto, amargos y sin la tan mendocina bombilla revuelta. Entre mate, canción y mate, no sabemos cuando nos convertimos en cebadores del guitarrista que nos habla de su última obra, un compilado de sus músicas tocadas y cantadas por distintos intérpretes.

Arte-objeto

Más allá de las canciones que alberga, el disco Frutos también está pensado como un objeto de arte, desde la tapa, las fotografías (mixtura de lo litoraleño y lo andino), los dibujos de una sobrina de Polo que es artista plástica, una imagen de Daniel Barraco (con quien ya trabajó la estética del CD Agua y Vino), las letras y los textos introductorios a cada canción. Un disco para ser tocado, olido, escuchado…

“A mí me encanta la sensación de sentir el olor a tinta. En mi casa en Entre Ríos -rememora el compositor- mi viejo tenía una imprenta y yo laburaba ahí, (los cinco hermanos varones laburábamos en la imprenta). En mi casa se imprimían libros y esa cosa del objeto artístico viene de entonces”.

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“A mí no me gusta escuchar en el celu, pero por costumbre, yo vengo de los vinilos y sigo manteniendo ese rito…”

El cuarto disco grabado por Martí es un clima, una vivencia de dieciocho temas, con varias escalas difíciles de saltear. Cobra sentido escucharlo íntegramente, antes de desmenuzarlo en las canciones individuales. Polo nos ayuda a percibir mejor esa concepción: “es un viaje con viñetas sonoras, como copleritas que aparecen en el fondo, una idea que le choreamos a Milton Nascimento y a Caetano Veloso. Un viaje que pasa por distintas situaciones con algo que las une, que refleja los paisajes sonoros que he vivido”.

Frutos tiene fragmentos del universo musical de su Entre Ríos natal, de sus pasos por Santa Fe, Buenos Aires y Montevideo y de su última parada de veintiocho años en esta Mendoza en la que estamos.

Recortes de folclore imaginario

Mientras escuchamos, y desde un cuadro en la pared nos oye un guitarrero dibujado por el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, Polo -a quien percibimos como un obsesivo por la profundidad de los detalles- nos cuenta que a todos sus discos compartidos los ha subtitulado con la leyenda “folclore imaginario”. Una alusión directa, según nos explica, a la perspectiva del músico húngaro Béla Bartók, para quien “el folclore no es una pieza de museo sino que puede aparecer de distintas maneras, sin perder su raíz, en una composición sinfónica, en un cuarteto de cuerdas…”

-¿Si tuvieses que elegir un tema del disco, cuál sería? -lo chuceamos al hombre de la guitarra, para que se pare del sofá y le dé play-

-Qué compromiso… -se le escucha decir-, pero no duda demasiado y ahí nomás comienza a sonar: “Madre y sol que te vi llegando sobre las piedras calientes…”, en la voz de Marcelino Azaguate.

 

“Marcelino me trajo varias letras -evoca- y me dijo que ésta nació en Tilcara o Humauaca –duda- donde estaba con los fotógrafos Patán Púrpura, Máximo Arias y no sé quién más. Iban caminando al pie de unos cerros y miran para arriba y se encuentran una vieja coya, que iba arreando unas cabras, y la sensación que les dio fue como estar viendo la imagen de la Madre Tierra”. Cuenta Polo que, ante tamaña revelación, Púrpura sacó la cámara para enfocarla, pero cuando levantó la vista ya no estaba, como si hubiese desaparecido para resguardar su alma.

Dos brazos de mi guitarra

Las dos guitarras (milonga) “fue una invitación que me hizo (Jorge) Marziali. Me dijo: tengo esta letra a ver qué te parece. Y para nosotros, los amantes de la música argentina, las guitarras de (Atahualpa) Yupanqui y la de (Eduardo) Falú son las más referenciales. Este tema es una síntesis de lo que uno piensa, esa guitarra –de Yupanqui- arisca, de alguna manera “ruda” digamos, más criolla; y la otra un poco más aristocrática si se quiere, la de Falú, más fina pero también tan compenetrada con las raíces”.

Parte de los músicos que acompañarán a Martí en la presentación de mañana.
Parte de los músicos que acompañarán a Martí en la presentación de mañana.

En algún momento uno quiso tocar como Atahualpa y uno quiso tocar como Falú y en esas búsquedas, cuando uno ya después madura y dice “no tiene sentido tocar como éste o como AQUÉL sino tratar de ser uno mismo pero tener estas referencias”, te das cuenta que son como dos columnas vertebrales en la música argentina”

Armando vuelve

Cueca de lejos encierra una historia maravillosa. Polo nos la cuenta: “Me llegó medio de la galera esta letra. Resulta que en el año 1967, (Armando) Tejada Gómez estaba en Villa Gesell. Andaba por ahí por la playa y unos vagos mendocinos que estaban de vacaciones, lo ven –ya era conocido, había hecho un montón de canciones- y le dicen “Don Armando, esta noche vamos a hacer una asado, ¿quiere venir?”. Y se juntaron. Orlando Giménez, un músico que estaba allí, en el medio del asado le dice al Amando “vamos a cantarle a Mendoza…” y ahí pintó una cueca. Tejada Gómez escribió la letra, Giménez le puso música, y dejaron el manuscrito con las dos firmas.

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Resulta que Fernando Simón guardó, la noche del asado, ese manuscrito que había quedado sobre la mesa y al llegar a su casa lo archivó. En el año 2006, mientras este abogado revisaba uno de sus libros, apareció entre sus páginas la letra de Cueca de lejos, arrastrando consigo toda aquella historia de treinta y nueve años atrás. Simón le confió el manuscrito a Graciela Distéfano quién pensó en Polo Martí para que la musicalizara. Polo, después de buscar infructuosamente al compositor original, decidió renacer la cueca del Armando, que hoy es el tema 3 de Frutos.

 


Escuchá completo el CD Frutos aquí


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